No es
la primera vez que me dejo atrapar por una portada que “quita el sentido”, y es
que precisamente la historia de Didier Decoin, va mucho de sentidos y
evocaciones preciosistas de los ambientes orientales, aunque en este caso no
sea un escritor japonés quien nos hace llegar esta novela mezcla de aventuras,
amor incondicional y viaje físico y espiritual de la valiente y abnegada
Miyuki.
“Japón, año 1100. Al
borde del río Kusagawa hay una pequeña aldea conocida más allá de sus fronteras
por ser la encargada de surtir los estanques de la ciudad imperial de las
carpas más hermosas. Pero este año el diestro pescador que lleva a cabo tal
tarea ha muerto, y su joven viuda es la única que tal vez podría reemplazarlo.
Así, reclutada por el director de la Oficina de Estanques y Jardines, y
cargando sobre sus frágiles hombros una pértiga de la que cuelgan los cestos
donde rebullen los peces, Miyuki emprende un largo viaje en el que deberá
afrontar amenazas y monstruos -humanos y acuáticos-, y demorarse en posadas de
té en las que no se vende precisamente té. Una vez en la corte imperial, con la
misma inocencia con la que ha conocido el sexo y el engaño, y vestida con doce
kimonos de seda, será la insospechada protagonista del concurso anual de
perfumes convocado por el emperador con el tema de ,una doncella cruzando un
puente luna entre dos neblinas”.
Lo encontré en la biblioteca que habitualmente frecuento,
la sinopsis era diferente y el marco histórico me trasladaba al Japón milenario
del siglo XI, suficiente para darle una oportunidad y en líneas generales me
alegro de haberlo hecho.
Puedo contaros, que es una historia en la que el
protagonista principal es sin duda el “amor” que trasmite la heroína de lo que
podría ser un cuento repleto de elementos orientales, que retratan a un Japón
humilde frente al imperial con las diferencias que ambos mundos suponen.
Miyuki, asume como viuda el relevo de un mundo exclusivo de hombres, y lo hace
acompañada por el espíritu de su esposo en lo que será la odisea y el desafío
más grande de su hasta ahora humilde existencia.
La trama es muy simple y fácil de seguir, buen ritmo,
cargado de curiosidades, buenas dosis de sensualidad y pasajes eróticos
elegantemente tratados, documentación perfecta pero algo occidentalizada y el
lenguaje aunque asequible, cuenta con la complicación de los innumerables términos
en japonés, solo comparable a la cantidad desmedida de aclaraciones que
resultan excesivas y difíciles de seguir.
Sin duda es una alegoría del duelo, un homenaje al
esfuerzo y al coraje demostrado en los momentos más extremos de la vida, un
tributo al amor y a la importancia de la comunión entre esposos que perdura más
allá de la muerte, con un mensaje alentador de mirar siempre hacia adelante.
A pesar de la reseña buena y recomendar la lectura de
este periplo que arranca del mundo más humilde a la grandeza más extrema; en
general la historia es cuanto menos poco creíble, de ahí mi parecer como relato
ancestral y cultural del Japón medieval rozando la estructura de un cuento,
siendo poco realista pensar en una viuda que recorre distancias plagadas de
peligros haciendo equilibrios con cestos cargados de carpas saltarinas, y que
todas lleguen intactas a su destino. Esta apreciación y un final que flojea, es
de los pocos “peros” que le puedo poner a una narración que será muy del gusto
de los amantes de lo “oriental”. Espero que disfrutéis de este paseo por la
cultura japonesa.
“La vida no cuenta los pasos que has dado, ni los zapatos
que has usado… sino las huellas que has dejado”.
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