Sin
duda, Alejandro Palomas es uno de los autores que más me han hecho disfrutar en
los últimos años, por eso puedo adelantaros que si es desconocido para vosotros
os gustará. Hace unas semanas, una amiga que suele bucear en mi Facebook me
recomendó su lectura y curiosamente ya la había leído; para “la
maestra Gema” va esta humilde reseña en la que seguro estaremos de
acuerdo.
“En el reducido universo familiar de Amalia y sus tres hijos, Silvia, Emma
y Fer, el engranaje se mueve al ritmo desacompasado de las emociones. Es una
familia típica, y sobre todo, muy real. Un cosmos cocido al fuego lento de
varias entregas que han atado a miles de lectores. Pero llega un día cumbre en
sus vidas. Emma se va a casar y todos se sumergen en las tareas y los remolinos
de organizar la mejor boda. La noche previa a la ceremonia, una llamada rompe
la armonía familiar. Silvia, Emma, Fer y otros parientes se conjuran para poder
celebrar a la vez el aniversario de Amalia, que coincide inevitablemente con la
fecha de la boda. 24 horas de acelerón emocional que pondrán a prueba a todos y
cada uno y al mismo engranaje familiar”.
A simple vista, el
argumento es de una sencillez aplastante, incluso podíamos llegar a pensar en
un encuentro familiar en el que se ajustarán viejas deudas, donde las chispas
van a saltar por los aires, los reproches se sucederán sin freno, las
reconciliaciones harán acto de presencia y las dudas sobre el éxito o el
fracaso del evento, nos van a mantener en vilo hasta la última página. Bueno,
en realidad un poco de todo eso hay, pero la manera en la que este filólogo
catalán aborda el concepto de familia es tan especial, que acaba por
sorprendernos gratamente apareciendo el “Palomas” de siempre.
La familia de Amalia ya
es conocida de los lectores, sus dos novelas anteriores, “Una madre” y “Un
perro”, completan junto a “Un amor”, lo que podría ser la trilogía de una de
las estirpes más cotidianas y a la vez originales de cuantas hayamos oído
hablar. Son los mismos personajes, la misma matriarca, idéntico esquema
narrativo y comparte el “Universo familiar” al que se hace mención arriba,
aunque lo mejor de todo es su independencia como relato, ya que pueden ser
leídos desordenadamente, pero lo suyo es seguir el orden en el que Alejandro
nos lo ha hecho llegar.
Si tuviera que vender
la novela os diría que es la historia de un reencuentro entre los miembros de
la familia de Amalia y sus seres más allegados, que les motiva a ello la
celebración de dos grandes acontecimientos, un aniversario de cumpleaños y un
enlace matrimonial, que la narración está presidida por un cóctel de emociones,
sentimientos, y “amores” en todas las versiones conocidas, haciendo de estas
veinticuatro horas un relato inolvidable. Sus personajes están construidos sin jerarquía
ninguna, sin destacar los unos sobre los otros, asumiendo Fer el papel de
narrador del evento, pero por el simple hecho de ser alguien quien nos haga
llegar lo acontecido. Cada uno de ellos sufre una evolución que enriquece esta
labor de “actores” en un mundo familiar de vidas corrientes como la de
cualquier “hijo de vecino”, con luces y sombras, alegrías y desgracias…, lo
normal en el día a día.
Las más de cuatrocientas
cincuenta páginas de la novela, se pasan volando gracias a los diálogos
ocurrentes y divertidos que rozan lo surrealista, y que maquillan los pasajes
de tristeza que sin lugar a dudas tienen un hueco en estas situaciones
cotidianas. No es Alejandro Palomas un autor que destaque porque en sus obras
pasan grandes “cosas”, más bien lo contrario, nos hace llegar hechos “familiares” a todos los mortales, algunos
inesperados y otros corrientes, pero todos quedan huellas en nuestra
trayectoria vital, algo común a la “Familia de Palomas”.
Esta mezcla de
humanidad, sencillez, lecciones de vida, valores y aplausos al sacrificio que
nos ha regalado el autor, es lo que me ha “enamorado” una vez más de él. Habla
de soledad, de la confianza, de la vejez, del paso del tiempo, de cómo
enfrentarse a lo inesperado, de la enfermedad, de la generosidad colectiva, de
la amistad, de la mentira y sus consecuencias y de la vida; y lo hace ayudado
de un lenguaje asequible y una elegancia al más puro estilo “Palomas”,
atreviéndose a poner el foco de atención no solo en las alegrías sino en el
sufrimiento de toda nuestra existencia, haciéndonos reflexionar acerca de la
idea de que somos lo que recordamos, lo bueno y lo malo y que a la hora de la
avalancha de emociones, los recuerdos no saben de “selección”, todo en su “universo”
cuenta.
Os la recomiendo y
aviso de que su final supone un arañazo en el corazón, pero inevitable asumir
que lo que comienza siempre acaba terminando. Precioso alegato a la Humanidad
el de nuestro escritor, por una vez desde mi humilde juicio, merecedor del
Premio Nadal 2018, aunque esto de los premios no es relevante.
“La vida no es lo que
es, sino lo que sentimos al recordarla”.
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