domingo, 11 de febrero de 2018

El lector del tren de las 6.27, Jean Paul Didierlaurent


Una vez más, me he traído a casa un libro con una sinopsis tan curiosa y original como el argumento que cuenta. Buscaba algo breve y diferente y la verdad que lo he encontrado, y ahora tras haberlo leído oscilo entre la recomendación encarecida de su lectura, o la crítica más evidente ante lo que me parece un fenómeno editorial bien planificado que ha conseguido hacer de este “Lector de tren” un éxito incuestionable de ventas en Francia.
La gente corriente esconde un mundo extraordinario.
Guibrando Viñol no es ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Su trabajo consiste en destruir lo que más ama: es el encargado de supervisar la Cosa, la abominable máquina que tritura los libros que ya nadie quiere leer. Al final de la jornada, Guibrando saca de la entrañas del monstruo las pocas páginas que han sobrevivido a la carnicería. Cada mañana, en el tren de las 6.27, se dedica a leerlas en voz alta para deleite de los pasajeros habituales. Un día descubre por casualidad una pieza de literatura atípica que le cambiará la vida. La amistad une a un grupo de personajes aparentemente anodinos, probables compañeros invisibles de nuestros viajes cotidianos en tren, que esconden mundos extraordinarios donde todo es posible: un vigilante de seguridad que habla en verso, una princesa cuyo palacio es un aseo público, un mutilado que busca sus piernas.
Las primeras páginas me costaron e incluso me resultaron lentas, presentía que no lo iba a terminar, pero a medida que avanzaba la lectura fui reconociendo en sus páginas un protagonista muy destacado, “La Soledad”, y atrapada por la forma en la que gestionaba nuestro viajero este sentimiento tan descarado e hiriente, tuve la oportunidad de meterme en una serie tramas protagonizadas por personajes curiosos y extraños, gracias a los cuales he disfrutado de todas y cada una de sus historias de vida, a cuál de ellas más dramáticas, esperpénticas y grotescas, pero de gran utilidad para el autor, quien las ha aprovechado para abordar grandes temas de actualidad generando un repertorio de sentimientos que “viaja” desde la repulsión y la sorpresa a la ternura y la aceptación incondicional.
Hace muchos años que leí un libro que me costó acabar y que casi que no entendí, “La elegancia del erizo”, siempre escuché duras críticas sobre esta novela; pues sin quererlo me ha recordado mucho a él, y por eso no puedo aventurar si es bueno o malo dicho recuerdo casual. Este primer éxito literario de Jean Paul Didielaurent ha sido considerado como un cuento o fábula del mundo moderno que roza lo surrealista en muchos de sus pasajes.
Sus doscientas páginas son un homenaje a los libros, me identifico con Guibrando y su pasión por la lectura, la forma en la que supera su descontento y frustraciones por un trabajo indeseable, el disfrute que le provoca compartir con seres anónimos los pasajes de aquellos libros indultados a la “Cosa” y el papel de la literatura como remedio al desconsuelo de una vida anodina y rutinaria.
Son un repertorio de relatos breves a los que se les ha ido dando cuerpo gracias a sus personajes de extraordinaria originalidad y al nexo común que comparten entorno a la literatura. Son seres que pasarían desapercibidos pero que dentro de la ambientación y sus experiencias de vida, acaban brillando con luz propia.
Voy a recomendarlo porque son más las impresiones buenas que malas, pero reconozco que es la típica lectura que no tiene término medio, o gusta para ser inolvidable, o mejor olvidarla nada más cerrar el libro. Como siempre animaros a darle una oportunidad, no se hace insufrible, está bien narrada, y a veces hay que apostar por lo “diferente”, y sin duda “El lector de las 6.27” lo es. Espero que os guste.
“No puedes empezar el siguiente capítulo si sigues leyendo continuamente el anterior”.

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