Enfrentarse
con optimismo a los Premios Planetas, es casi tanto como imaginar que las
utopías más descabelladas se harán realidad algún día. Año tras año, vivo la
misma sensación de ser una ilusa y creer que estos señores que valoran y
supuestamente entienden, acierta con los galardones, y sin perder esa dinámica
casi histórica, una vez más me siento engañada y decepcionada; y como diríamos
coloquialmente, “no se me tiene mal empleado” por seguir soñando que el día
menos pensado, esta espiral puede llegar a romperse y encontrar una novela a la
altura de lo que este jurado entiende por “Premio”, aunque no es menos cierto
que ya es de sobra conocido los intereses económicos que mueven no solo éste,
que ya es un descaro, sino la mayoría de los libros etiquetados con la garantía
de “Premio…”
“El 24 de diciembre de 1951 Paul Dingle desapareció
en el puerto de Tánger sin que se llegara a saber qué fue de él. Sesenta y
cuatro años después, Flora Gascón sospecha que es el mismo hombre con el que ha
tenido una aventura en Madrid y del que se ha enamorado. El nexo entre
ellos: Niebla en Tánger,
la novela que Paul tenía sobre su mesilla de noche.
Flora viajará hasta esta ciudad mágica y llena de
secretos en busca de la autora de la novela, la única que puede decirle quién
es en verdad su amante y cómo encontrarlo. Pronto se da cuenta de que es ella
misma quien debe escribir el final de la historia, pues en esa aventura también
está en juego su identidad; es un viaje al fondo de sí misma”.
Es tan triste hacer una
mala reseña de un libro cuando has tenido la voluntad de leerlo entero, que no
sabes si de verdad vale la pena criticar y “poner a caer de un burro” una
lectura siendo como soy una aficionada a esto de reseñar y no parte de un experto jurado; pero no entiendo cómo
te pueden vender un material que ha llegado a parecerme hasta “infantil”,
rozando la falta de respeto a los que tenemos en tan buena estima a los
escritores y ensalzamos tanto la difícil labor de escribir.
Habitualmente me decanto
por los finalistas ya que la experiencia me ha demostrado que los ganadores
suelen ser aun peores que los que quedan en segundo lugar. Cristina López
Barrio no es desconocida para mí. “La casa de los amores imposibles” y “el
cielo en un infierno cabe”, pasaron por mis manos hace bastantes años,
casi desde el momento en el que esta abogada se inició en el mundo de las
letras. Ambas me gustaron lo suficiente como para que “Niebla en Tánger” no
fuera descartada por la etiqueta del “Planeta”; para mí pena, me equivoqué
nuevamente y me he topado con una historia de amor y misterio en algo más de
trescientas páginas, escondida en un argumento para niños chicos, con una trama
pueril, sin emociones, ni sorpresas, ni giros inesperados y donde el suspense
brilla por su ausencia.
La historia de Flora, es el
relato de una mujer consumida por la rutina y el tedio que tras una noche de
pasión con un amante "sobrevenido", se convierte de la noche a la mañana en la “detective
del año”. Un libro olvidado es el detonante para desencadenar la
aventura de una señora corriente en un mundo cotidiano. No puede ser más irreal
y fantasioso el planteamiento de esta novela. Al principio pensé en “Hombres
desnudos”, otra de las joyas de los Planetas que sí valió la pena leer, pero
luego a medida que avanzaba y para mi rabia, asumí que nada más lejos de la
realidad.
Si me detengo en la
estructura nos encontramos en el recurso de lo que se llama “Metanovela”, una
novela dentro de otra novela; la diferencia viene marcada por los capítulos que
se encuentran encabezados con una distinción para no despistar al lector,
además que se utiliza la primera persona para narrar la labor "policíaca" de
Flora y la tercera, para el relato novelesco. De ellos cinco son exclusividad
de nuestra valiente traductora, además de un epílogo en el que ya se explica “todo
todito”, por si algún despistado no se ha enterado de lo que ya se sabe
desde la página diez.
Si me detengo en los
personajes, ahí me "desato". Flora, la protagonista que lleva el peso de la
novela no puede ser más insulsa, no he podido hacerme una idea de la
personalidad que tiene, debo creer que es una heroína que abandona un marido
pusilánime que lo ve todo bien, que encuentra salida para todo, que puede
faltar al trabajo, que se desenvuelve en las ciudades como pez en el agua, que
se recupera de los golpes físicos y emocionales sin “anestesia”, que acaba
escribiendo y suplantando personalidades como algo de su día a día, que
encuentra muertos y los desentierras como quien planta rosales y que resuelve crímenes
de hace sesenta años… vamos la mujer que al menos yo nunca querría ser, eso sin olvidar
que encuentra amantes desaparecidos como en las agencias de objetos perdidos.
De verdad, hacía tiempo que no me encontraba con semejante construcción de un
personaje y confieso que cada acción de esta mujer me arrancaba un “no
te lo crees ni tú”.
Pero si hay algo que me ha
levantado “ampollas” es no haberle sacado partido a la inigualable ciudad
de Tánger. Las descripciones son tan pobres que podía estar refiriéndose a
cualquier ciudad norteafricana, cierto que nombra lugares concretos, pero no te
mete en la esencia de ese mundo que se respira a través de sus olores, colores,
luz y los seres que pasean por esas calles que por cierto, tengo la suerte de
conocer.
Quiero disculparme si
ofendo a alguien con estas palabras, pero mi indignación va dirigida también a
los medios de comunicación que te bombardean con estas novelas en momentos muy
puntuales para los consumidores, quien seguidos por este criterio de prensa y
televisión, confían en la elección perfecta y eso para mí no deja de ser un
fraude para los amantes de la lectura.
No la recomendaría y voy a
parar de dar razones, pero antes de terminar quiero contar que tuve que ir
dando saltos a las páginas porque hasta el final pensé en la sorpresa de “traca”
y tal vez por pura cabezonería mi insistencia me llevó a la última página. Es aburrida y previsible, el final lo dejo para
quien tenga ganas de terminarla, y lo peor y más imperdonable; la psicoanalista
argentina pedante, amiga incondicional que todo lo sabe, acabó colmando todos
los tópicos que podían ser utilizados entre tanta “niebla”, que para mí es
lo que ha tapado lo poco salvable de la novela.
Huelga decir que el ganador
no va a entrar en mis planes de lectura, porque si "entre nieblas he visto esto", mejor me quedo con
la duda de cómo será el premiado.
“En su rostro advertí realmente aquella
niebla que suele subir siempre mientras dura la sensación de placer que produce
el creerse por encima de otros”.
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