Antes
de comenzar la última novela de uno de los escritores que más he leído en los
últimos años, he hecho balance de las obras que han pasado por mis manos y
hasta yo me he sorprendido de lo muchas que son. Quiero recordar que comencé
con “Negra
espalda del tiempo” y “Corazón tan blanco”, “Tu rostro mañana”, “Así
empieza lo malo”, “Mala índole” y “Los enamoramientos”, siguieron a
estas primeras y quizás desordenadas lecturas de este escritor de prosa elegante
e inteligente del que siempre acabo aprendiendo algo. Es probable que se me
olvide alguna, pero hoy toca reseñar la última de las entregas de Javier Marías
que lleva nombre de mujer, “Berta Isla” y que siguiendo las
líneas de su narrativa, ha vuelto a deleitarme con un retrato de personajes
dentro de un cuadro de “vidas secretas”,
en un marco temporal que abarca treinta años de Historia, adornados con los
detalles de aquellos acontecimientos que marcaron unos de los siglos más
convulsos de la Historia de la Humanidad.
«Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido. A
veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y
seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que
él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era
muy joven cuando se casó. »
Muy jóvenes se conocieron
Berta Isla y Tomás Nevinson en Madrid, y muy pronta fue su determinación de
pasar la vida juntos, sin sospechar que los aguardaba una convivencia
intermitente y después una desaparición. Tomás, medio español y medio inglés,
es un superdotado para las lenguas y los acentos, y eso hace que, durante sus
estudios en Oxford, la Corona ponga sus ojos en él. Un día cualquiera, «un día
estúpido» que se podría haber ahorrado, condicionará el resto de su existencia,
así como la de su mujer.
Lo
primero que me llamó la atención fue su
volumen, más de quinientas cincuenta páginas con una sinopsis poco clara
y algo confusa, confieso que tardé en decidirme, lo hojeaba, abría y cerraba y
veía párrafos demasiados densos y no me convencía; pasadas unas semanas lo
compré y tras mantenerse aparcado un tiempo, casi como una tarea pendiente,
comencé su lectura tal vez avalada por el escritor y confiando que dicha espera
hubiera sido más un error que un acierto.
No es
casual que la novela tenga un nombre de mujer, aunque al principio esperé una
historia de espías y las aventuras que le depararían a Tomás, nada de esto es
el eje de este libro, en realidad la verdadera protagonista es Berta, quien
narra en primera persona una historia de “espionaje” pero contada al revés, por
quien espera y no por quien actúa. Me atrevería a decir que es un relato de
vida donde el “amor” juega un papel muy importante, los compromisos, los
silencios, la soledad, las verdades a medias, las contradicciones y los
misterios que rodean una relación de pareja desigual, en la que Tomás ha tenido
la oportunidad de elegir y sin embargo la imposición marca el destino de
nuestra “Penélope” del siglo XX.
El
nudo de la trama gira alrededor de una espera interminable de un regreso
cargado de incógnitas y de una paciencia que se soporta sin preguntas
incómodas. El escenario de espionaje, es meramente un decorado, un trasfondo
para construir unos personajes que evolucionan admirablemente a medida que
transcurren sus vidas plagadas de secretos y dudas, en las que Berta representa
la fragilidad y el silencio en una lucha constante con su fortaleza y rebeldía.
En
las reflexiones interminables del autor creo que está la clave de la trama de esta novela, la ausencia de esta mujer es el
verdadero centro del argumento, sus recursos para gestionarla, la incondicional
manera de aceptar aquello que desconoce, su serenidad para mantenerse en la
oscuridad de cuanto le rodea e ignora y la capacidad para haber vivido décadas
en este orden de cosas. Es sin duda ella, Berta, la dueña de su propia
narración.
Me ha
llamado la atención la presencia de personajes que ya han aparecido en otras
novelas de Javier, así como los temas del regreso, la espera y la desconfianza,
que son igualmente muy utilizados en sus obras. Por poner alguna pega puedo
quejarme de las frases tan estiradas que solo se acaban porque se lee en
silencio, las reflexiones excesivamente concisas que no te dejan nada que
opinar y que reflejan el carácter curtido como ensayista de este artista de las
letras contemporáneas y el estilo complejo que acaba siendo suavizado gracias
al soberbio manejo del lenguaje y a los diálogos acertados que aportan fluidez
a la lectura.
Recomendada
para los seguidores de “Marías”, advertir que en sus primeras páginas no gusta
tanto como en las que se suceden, que hay un secreto para el lector que
justifica la actitud de este marido tan querido por nuestra “Berta” y que no
encuentro razones para pensar que no os acabará gustando, o eso al menos os
deseo.
“La arena del desierto es para el viajero fatigado, lo mismo que la
conversación incesante es para el amante del silencio”.
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