El título la segunda novela de
Andrea Stefanoni, me resultó ocurrente y divertido; sabía que dicha
presentación no iba a ser casual y que me encontraría como telón de fondo una
dramática experiencia de vida relacionada con ese momento histórico de nuestro
país. No estuvo descaminado mi presentimiento, pero la sorpresa fue muy
agradable porque en efecto el optimismo de su portada, la belleza de la foto,
la risa de esa mujer, la calle de ese pueblo y la luz, demostraron que entre
sus páginas se encontraba una historia íntima, tierna y esperanzadora que nada
tenía que ver con otra “historia de la guerra” más.
Consuelo, la abuela del título, era aún una niña de
un pueblo de León que, al comienzo de la Guerra Civil, se afana en el monte
reuniendo las ovejas, protegiéndolas de los lobos, y en la posguerra trabajará
en una mina. Tras su boda con Rogelio, un antifranquista sentenciado a muerte,
al que no obstante liberan tras varios años en la cárcel, el matrimonio y una
hija tienen que dejar el pueblo por temor a la represalia de un falangista al
que Rogelio engañó al comienzo de la contienda.
Cuando me pregunta insistentemente alguien, ¿pero
de qué va el libro?, esa es la oportunidad de contar en un par de frases su
argumento para que nadie se desanime y caiga en la misma percepción inicial en
la que caí yo; “Es la vida de una exiliada española tras escapar de la dictadura
franquista recuperada por su nieta a modo de relato”. Aunque parezca
excesivamente breve esa es la esencia de esta historia de memorias familiares,
de recuerdos imborrables, de un cuadro individual que representa a
colectividades enteras, de una historia real, creíble y entrañable, de retazos
de pequeñas guerras que se vivieron en tiempos de paz, recuerdos de una
supervivencia marcada por el desarraigo y lo que aconteció a su alrededor; pero
lo mejor de todo es que se disfruta porque no es un relato más de la Guerra
Civil Española, son setenta y cinco años de la biografía de unos abuelos que
cuentan con el sentimentalismo justo, su proyecto de reconstrucción de vida, la
huida, el miedo y la necesidad de volver a empezar.
Consuelo y Rogelio son los abuelos que
proporcionaron a esta joven escritora todo lo que necesitaba para escribir
acerca de uno de los episodios más trágicos de nuestro país. Desde la mirada de
Sofía, va tomando forma un relato contado por dos historiadores con nombres
propios, su memoria hecha palabra acaba convirtiéndose en un viaje al pasado,
en una exposición de recuerdos amargos, de pobreza, de miedos, de venganza, que
tuvieron que dejar atrás sin volver la mirada, pero con la dignidad suficiente
como para saber que otra vida esperaba. Es la historia de la emigración que no
caduca, que no sabe de colectivos ni de países, es la vida y el destino
compartido ayer, hoy y mañana “por cualquiera de nosotros”.
Sin duda el telón de fondo es la marcha forzosa,
pero Andrea a través de Sofía ha sorteado el cliché trillado de un tema como
este y la guerra que lo provocó. Desde el punto de vista narrativo utiliza
diferente técnicas y la novela de escasas trescientas páginas, es ligera,
sencilla, ágil y de rápida lectura. Dividida en tres partes; la primera,
situada en Boeza el pueblo leonés de sus abuelos, sus años jóvenes y más duros,
escrita con frases muy cortas, pasajes escuetos, coloquios y descripciones
objetivas. La segunda, es el relato de la marcha, el viaje a Argentina, el
impacto del desarraigo y la empresa de echar raíces; y la tercera, como se
asiste al renacer de esta, ambas partes narrativamente más dilatadas, pero sin
perder el ritmo de la autora.
Andrea Stefanoni, es nieta de emigrantes, gerente
de la Biblioteca más grande de Buenos Aires y una de las más bonitas del mundo,
y desde ese trampolín ha querido hacer un homenaje a las mujeres de aquella “guerra”
que tuvieron la oportunidad de vivir y por ello obtener la gran “victoria” de
cualquier guerra. Su abuela Consuelo es el exponente de esas luchadoras que se
adaptaron a las dos vidas, porque “ser feliz era su recuerdo inolvidable”.
Quiero animar a todos a su lectura, este tipo de “historias
son dignas de ser contada y leída”, es la prueba de que cualquiera de nosotros tenemos
una historia que contar, España es un depósito inagotable de “memorias de
abuelos y abuelas” dispuestos a narrar a sus nietos y nietas experiencias
personales de aquella guerra que “vivieron día a día” y “de lo que vino después”.
Recomendada, no es triste, es diferente y desde
luego inolvidable.
"Que noventa años son mucho más de lo que nos parece,
que una vida bien vivida no le teme a la muerte".
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