Cuando
se cruzó “Espérame en la última página” delante de mis ojos, quedé
enamorada por la belleza y colorido de su portada. Eso no fue nada comparado
con la alegría que me proporcionó la sinopsis de una novela que aunque tuviera
tildes de romántica, me trasmitió un sentimiento que se acercaba a una crítica
hacia el amor mal entendido y dependiente, más que a una historia de amor de
esas que no se olvidan. Me atrevería a describirla como un manual contra las
relaciones equivocadas tan frecuentes en nuestra sociedad actual. Aún así, el
binomio que se crea entre “amor” y “literatura”, preside esta narración que me han
provocado muchas reflexiones y no pocas reacciones curiosas.
“Silvia
está a punto de cumplir cuarenta años y vive en París. Es la amante de Alain,
un hombre casado que cada noche le cuenta la misma historia para retenerla;
ella, a pesar de saber que ese cuento no es cierto, cae una y otra vez en la
tentación de creerle. Su mejor amiga la convence para que visite a un
entusiasta y enigmático consejero capaz de curar a través de la literatura.
Gracias a autores como Oscar Wilde, Italo Calvino, Gustave
Flaubert, Terry Pratchett o Mary Shelley ,
Silvia aprenderá valiosas lecciones, que de poco servirán cuando Alain
reaparezca y disuelva lo que ella había construido: «Me equivoqué. Te necesito,
no sabes cuánto». Y ella volverá a caer en sus redes como una polilla en una
lámpara de camping”.
Sofía
Rhei, no puede haber estado más acertada en el planteamiento de la trama, “los
libros tienen efectos curativos”, su poder sanador es incuestionable,
ambientada en París, narra la relación tóxica entre Silvia y Alain abocada al
fracaso desde sus inicios. Puede parecer que el romanticismo se va a llevar “la
palma” del relato y aunque no es menos cierto que eclipsa por momentos el
protagonismo de los libros, no es así, el verdadero hilo argumental es la
terapia que suponen los libros en vidas como la de Silvia.
Hasta
hoy puedo decir que son la medicina perfecta para cualquier salud resentida, el
bálsamo para heridas emocionales y el oxígeno que permite respirar en momentos
de asfixia. Con un estilo sencillo y elegante, a través de capítulos cortos titulados
con el nombre de una canción y su intérprete; Sofía construye unos personajes
bien perfilados con papeles definidos para el cometido que les ha dado en su
historia. Todos son reales, nos rodean en nuestro día a día, podríamos ponerles
nombres y caras, son sin duda de aplastante actualidad, por eso resulta ameno y
entretenido conocerlos con sus cualidades y defectos tan familiares para el
lector.
El
personaje que más evoluciona a lo largo de la novela es Silvia, se trasforma y
construye una nueva identidad gracias a la influencia de Mousieur OFlaherte, el
consejero literario que le aporta la visión de un mundo desconocido para ella.
Seis libros se recetan para curar el mal derivado de la relación tormentosa que
vive nuestra ingenua y enamorada protagonista, todos elegidos de forma
espontánea por la autora, por lo que no se descarta cierta influencia
biográfica en estas vivencias. Ambos acaparan la mayor parte de la narración,
pero a modo de pequeña crítica, las idas y venidas de los amantes acaban
desplazando ese paseo entre libros y autores que podía haberse explotado con
más intensidad.
Recomendada
por que se disfruta y es muy agradable leerla; la narración está repleta de frases
y reflexiones bonitas que son de un acierto incuestionable, no es sensiblera ni
romántica, es un aviso de alerta para quienes se encuentran en espirales que no
conducen sino a la destrucción. Engancharnos a ella es un arte que ha sabido
manejar esta escritora madrileña, la verdad que hablar de libros a través de un
equilibrio entre diálogos y narración, con dosis de humor y hasta de misterio,
hace que libros como este demuestren que “nuestro gusto por el placer de la
lectura dice mucho de nosotros”.
“La
vida proporciona con frecuencia inicios fascinantes, posibles principios de
historias terriblemente prometedoras, pero muy pocos de esos principios tendrán
un desarrollo y, mucho menos, un final a su altura”.
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