sábado, 10 de junio de 2017

Órdenes sagradas, Benjamin Black

 Una foto sugerente e irresistible para ilustrar la sexta entrega de la saga del patólogo Quirke y su inseparable detective Hackett. Escrita por  Benjamin Black, seudónimo del escritor, Jhon Banville, de quien soy seguidora desde hace tiempo cuando descubrí la primera de las novelas de este particular forense, e imaginé y acerté en la elección y salvo pequeños detalles, sus registros responden a la prosa impecable a la que nos tiene acostumbrado.
“La madrugada en que el cuerpo de Jimmy Minor aparece flotando en las oscuras aguas del canal, ni Quirke ni su hija Phoebe pueden intuir hasta qué punto esa muerte va a remover sus propias vidas. Mientras Phoebe abre los ojos a una sensualidad desconocida, la investigación arrastra a Quirke de regreso al infierno de su infancia en el orfanato católico de Carricklea.
¿Podrá descubrir qué callan los muros de Trinity Manor? Y si lo consigue, ¿será capaz de sobrevivir a la herida de los propios recuerdos y regresar a la superficie del mundo actual?”.
Diez años lleva nuestro forense siendo el protagonista de estos casos de crímenes que tienen como escenario el Dublín de los años 50. Nuevamente las parejas hacen aparición a la hora de enfrentarse con los crímenes; detective Hackett y doctor Quirke. La arquitectura de los personajes es lo más admirable en el autor de “El libro de las pruebas” y las seis entregas anteriores de esta saga. La lectura de todas ellas se puede hacer de forma independiente, pero en esta última entrega se aprecian innumerables alusiones a las anteriores, de ahí que es bueno leerlas cronológicamente, pero no imprescindible, quedan pues recomendadas todas.
Un caso de asesinato en el que la víctima es un amigo de su hija, personaje recurrente en la saga de Quirke, la personalidad del muerto irá presentando datos que poco a poco obligan a nuestro forense a enfrentarse con las partes más oscuras de su pasado. La muerte en este argumento cobra vida hasta rangos poco habituales en el autor, a mi gusto en exceso; aún así muy ajustadas en descripciones y detalles  habitual en este maestro de las letras irlandesas.
Dos líneas argumentales he creído diferenciar; por un lado la investigación del periodista acerca de los “Tinkers”, familias nómadas que viven a las afueras de Irlanda en campamentos infrahumanos, y que le cuesta la vida al joven “intruso”; y por otro la vuelta al siniestro “Tryniti Manor”, internado regido por el padre Michael Honan director de los Padres de la Santa Trinidad, donde reposan los recuerdos más amargos y traumáticos de Quirke. Gracias a esta doble trama asistimos al crecimiento continuo de un personaje que no deja de hacerse grande en lo personal y en lo emocional.
Editada en 2015, sin duda es de las escritas la que más ahonda en la mente de nuestro protagonista, sin desmerecer la complejidad y exquisita construcción del resto de los personajes. Casi trescientas páginas de prosa impecable y lenguaje sencillo y cuidado. La ambientación del Dublín de los cincuenta sirve de escenario a temas como la indefensión infantil, el silencio y la culpa, y por supuesto la denuncia y crítica valiente hacia los abusos ejercidos por los estamentos eclesiásticos. Con este cóctel de recursos, el crimen no deja de ser una excusa en el relato de una de las más duras, complejas y conmovedoras historias de esta irresistible saga.
Me ha parecido la más de las psicológicas de las leídas hasta ahora, menos suspense y más atención a los traumas y heridas que han forjado el carácter de un Quirke que se nos muestra más alcoholizado y desgarrado que nunca.
Recomendada sin pega alguna, especialmente para los que disfrutan con la buena literatura mezcla de Banville y Black.

“La sombra no existe, lo que tu llamas sombra es la luz que no ves”.

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