Estar
pendiente de Pierre Lemaitre es ya una costumbre en mí. Esa atención se debe a
la pasión de sobra conocida que tengo por esta estrella de las letras galas.
Habiendo leído todas sus novelas, en marzo, cuando tuve conocimiento de la
publicación de “Recursos inhumanos”, supe que volvía a tener la oportunidad de
disfrutar del maestro francés y su calidad literaria. Aunque me ha gustado a
rabiar por la actualidad del tema y porque explora el lado más inmoral del
mundo empresarial y los efectos destructivos del desempleo así como la
precariedad social; mi novela estrella sigue siendo sin duda “Nos
vemos allá arriba”, sin despreciar para nada todo lo que ha salido de
sus manos hasta el día de hoy.
“Me llamo
Alain Delambre y tengo cincuenta y siete años. Soy un directivo en paro." “El antaño flamante director de recursos humanos
Alain Delambre ha perdido toda esperanza de encontrar trabajo y se siente cada
vez más marginado. Cuando una empresa de reclutamiento considera su
candidatura, está dispuesto a todo con tal de conseguir el empleo y recuperar
su dignidad, desde mentir a su esposa hasta pedirle dinero a su hija para poder
participar en la prueba final del proceso de selección: un simulacro de toma de
rehenes. Sin embargo, la ira acumulada en años de agravios no tiene límites...
y el juego de rol puede convertirse en un macabro juego de muerte”.
Nada más leer el argumento se descubre la temática
estrella de la trama; el presente deshumanizado que padecen los desempleados y
los efectos psicológicos y sociales que estos producen en una realidad
descarnada como la que ha generado la crisis económica de las últimas décadas.
Nos enfrentamos a un hilo argumental doloroso, dramático e hiriente, Pierre va
a manejar inteligentemente estas ventajas de la actualidad más inmediata para
sacarle partido y escribir un relato que sin dejar de lado el género negro, se
convierte en un thriller angustioso y desesperante, donde los límites del
protagonista se traspasan más allá de sus previsiones.
Estructurada en tres partes que relatan los hechos
en tres tiempos bien definidos, el antes, el ahora y el después. Las dos
primeras partes narradas en primera persona por Alain y la tercera por Fontana,
uno de los personajes secundarios clave y que expone la historia. El inicio es
el detonante que hace que te enganches sin remedio, algo más lento en ritmo que
el resto del relato que gana en intensidad hasta hacerse trepidante y
angustioso. Uso de diálogos y frases cortas que la dotan de un dinamismo aún mayor.
Dosis de humor ácido y sarcasmo para reforzar la brutal realidad en la que nos
movemos. No ha escatimado en giros argumentales inesperados que salvan una
trama que en ocasiones aparece acorralada, manteniendo en modo “montaña rusa”
esta lectura de venganza y critica contra el Capitalismo.
Personajes soberbios, especialmente el protagonista
construido con unos registros que te hacen pensar si no tiene el autor la
intención de que acabe siendo despreciado por los lectores; la verdad que
entras en conflicto por los métodos utilizados y las personas a las que
lastima, pero la reflexión a la que se nos invita es saber hasta dónde
estaríamos dispuestos a llegar en su lugar.
Totalmente diferente a las anteriores novelas de
Pierre Lemaitre, nada que ver con la saga de nuestro comisario Camille, pero
hay mucho de su estilo y sello personal. Creo que está bien planteada la
batalla psicológica y la crisis de valores a las que nos enfrentamos en
situaciones límites, ha sabido poner “negro sobre blanco” la cruda realidad de
las que colectivos enteros son víctimas olvidadas y se respira en la lectura
una mordaz crítica contra el sistema, a quien responsabiliza de todos los males
de los últimos tiempos.
Recomendada y sobran las palabras, aunque reconozco
que me dejó un sabor amargo porque es imposible no pensar en los problemas de
un mundo que parece no ser el nuestro y del que evidentemente formamos parte.
“Sólo hay
dos cosas infinitas, el Universo y la Estupidez Humana, pero no estoy muy
seguro de la primera, de la segunda puedes observar como nos destruimos solo
por demostrar quién puede más.”
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