Es la tercera novela que tengo la
oportunidad de leer de esta escritora valenciana; en las dos ocasiones
anteriores quedé encantada con su narrativa, tanto que he tomado la decisión de
leer “El tiempo mientras tanto”, y esto es así porque me frenaba mucho su
etiqueta de finalista del Planeta, al que siempre estoy cuestionando por las
decepciones literarias que suponen, y además por la sinopsis tan desgarradora
que aparece en la contraportada. Sin perder la confianza en la autora lo he
leído y con ciertos matices reconozco que me ha gustado.
Son muchas las mujeres que esperan vivir una vida de
novela: la que se casa aunque sueña con reencontrarse con el amor de su vida al
doblar la esquina; la niña que crece esperando que su vecino se fije en ella, y
la convencida de que su conquista cruzará un océano para buscarla. Ésta es la
novela de María José, que sufre un accidente justo cuando ha recuperado el
control de su vida. Y la novela de su madre, tan parecidas sin quererlo. Y
también la de Marga, su amiga, que sueña por las dos. Y la de Fermín, Paco y
Joaquín. Sólo una mirada desde la distancia los ayuda a recomponer su propio
mapa vital.
Primera recomendación, alejarse de
esta novela si el estado de ánimo es de “bajón” o se está pasando por algún
momento “chungo”, totalmente desaconsejada. El argumento se acepta solo cuando
uno goza de una estabilidad emocional pletórica, momentos de esos que cada vez
son menos pero que aún tenemos, a mi me ha recordado a “Paula”, el relato de
Isabel Allende escrito cuando su hija estuvo en coma, aquí los paralelismos son
calcados; Pilar tiene a su hija María José en idénticas circunstancias y muchos
de los fragmentos de la obra son prácticamente iguales. Ambas mujeres y el
entorno se enfrentan a un desenlace a modo de catarsis que evidencia el
sufrimiento ante la pérdida de un ser querido.
En trescientas páginas, esta
finalista del 2010 nos cuenta una historia triste, agridulce, emotiva, que nos
pone frente a los temores y miedos más profundos, es un relato de personas
unidas por lazos familiares o vínculos de amistad que evidencian lo poco que
saben los unos de los otros. Un repertorio de recuerdos, pensamientos, secretos
y confesiones por parte de los personajes, conducen al lector y a ellos mismos
a la reflexión capital de nuestra existencia; hay que vivir y aprovechar la
vida, esa, que cuando tenemos oportunidad ni siquiera sentimos como nuestra.
Desde el punto de vista narrativo su
estructura es buena, bien engarzados los acontecimientos, no hay saltos y su
lectura resulta muy fácil y asequible; podría entrar en el modelo de novela
coral, aunque tres personajes llevan la carga de la historia, existe una galería
de personajes que se pasea de visita por el hospital y desde su interior van
exteriorizando sentimientos que contribuyen a la construcción de tan peculiar
argumento. Todos son reales, a todos les acompañan experiencias dolorosas y
todos aprovechan sus conversaciones para manifestar sus frustraciones e
infelicidades, sin dejar de evocar el deseo de vidas que no tuvieron.
Carmen Amoraga ambienta “La vida
mientras tanto” en Valencia, su ciudad natal y aunque los escenarios son muy
limitados las referencias son abundantes. Desde mi humilde opinión la calidad
literaria es inferior a “El rayo dormido” y “La vida era eso”, puede que la trama, ausente en un hilo argumental tan
cerrado tenga algo que ver; ahora bien entre cada una de sus líneas se deja
sentir esa exaltación por la vida y la alegría y buenos toques de atención para
que nos planteemos nuestra material existencia y el paso del tiempo que parece
que “no va con nosotros”.
Recomendada porque los relatos
tristes son un reflejo más de lo cotidiano, nadie vive en el engaño de una vida
feliz y plena, verlo escrito no debe de suponer un reto, pero sobre gustos y
deseos puedo entender que la lectura sea un refugio para huir del día a día más
duro y por lo tanto decantarse por todo lo contrario a la tristeza. Elegid un
buen momento y os gustará.
"Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen".
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