Toca comentar una obra escrita de
manera autobiográfica por Manuel Rivas, el autor del “Lápiz del carpintero” y “Los
libros arden mal” entre otras muchas producciones; en esta ocasión nos ofrece
el desmenuzamiento de sus recuerdos desde la infancia a la madurez, y lo hace
echando mano de la imaginación y gracias a una memoria sin límites.
“Las voces bajas es la
novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas,
los emigrantes, los muertos, los animales... Las voces de los que no quieren
dominar y se alimentan de palabras y cuentos.» Desde la primera página, late
algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo
parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria
encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la
infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que
de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente. Con el hilo
conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que
siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde
las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y
otro ríe. «No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la
boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser
escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy
pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre
hablando sola”.
El resultado es un
diario sentimental con una prosa muy de su estilo que acaba derivando en un
retrato humano. Mezcla de risa y llanto, con cierto humor, narrada en primera
persona por el autor y contada en “voz baja” por su madre. Son veintidós capítulos
de duración breve, con títulos que nos ponen en antecedente de su contenido,
recreados en Galicia nos va narrando sus vivencias en aquellos tiempos
difíciles de la Posguerra y el Franquismo, con enormes dosis de nostalgia y “morriña”
por las costumbres y lo que para Manuel es lo puramente tradicional.
Estructura muy simple
que se mantiene en las doscientas páginas de hechos y acontecimientos que
acaban siendo la historia de supervivencia de su madre y de su entorno. Escrita
en gallego y traducida con posterioridad. Es un buen estudio de Galicia y hay
muchas vivencias que no le he encontrado sentido, tengo la sensación de que son
momentos fácilmente reconocibles por quienes le conocen, de ahí las barreras de
los relatos autobiográficos, nos quedan “fuera de juego”.
Reconozco que “El lápiz
del carpintero” me enamoró y a pesar de lo caótico del planteamiento de estas
memorias, me gusta que no lleve un orden rígido y que cuente lo que ocurrió tal
como la mente lo selecciona; pero sin duda me quedo con ese carpintero con el
lápiz en la oreja, una joya del Rivas.
Recomendada pero con
reticencias. Probad y lo sabréis.
“No te voy a
mentir diciendo que todo esto va a mejorar, porque se va a poner peor antes de
que mejore”.
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