domingo, 27 de noviembre de 2016

El secreto, Donna Tartt

En esta ocasión, la recomendación ha llegado directamente de una compañera de trabajo y amiga, de manera que como en ocasiones anteriores voy a dedicarle esta reseña, me pidió que leyera la novela de la autora de “El jilguero”, y según mi humilde opinión, se lanzaría ella a la tarea de la nada despreciable cifra de ochocientas páginas..., tengo mis serias dudas de que lo haga, pero ahí va mi critica que afortunadamente coincide con la de otros lectores.
La vida no es fácil en un college de Nueva Inglaterra si eres un chico modesto y falto de afecto que llega de California, y Richard Papen lo sabe; por eso agradece que lo admitan en un pequeño grupo de cinco estudiantes capitaneados por un profesor de literatura clásica con mucho carisma y pocos escrúpulos. Los chicos sueltan comentarios en griego y se ríen de la ingenuidad y la torpeza de los demás, pero bien mirado se pasan el día bebiendo y engullendo pastillas, hasta que un mal día lo que parecían chiquilladas se convierten en asuntos donde la muerte tiene algo que decir. Es entonces cuando Richard y su pandilla descubren qué difícil es vivir sin máscaras y qué fácil es matar sin remordimientos.
Curiosamente yo me leí la anterior, y reconozco que esta señora tiene un gusto concreto por las novelas largas, puedo decir que este “Secreto a voces”, se hubiera contado con quinientas páginas menos, y no exagero. Desde el principio te cuenta un relato que yo brevemente definiría como la experiencia de un grupo de “niñatos” que lo tienen todo, malcriados, medio psicópatas, pijos desoficiados y otras perlas, que gravitan alrededor de un profesor guay, que luego desilusiona y que dan cobijo al estudiante pobre de clase inferior con la idea de formarlo en los placeres de la vida que les rodea.
El asesinato de uno de ellos y la autoría del resto, se nos presenta en el momento de abrir el libro; el “secreto” brilla por su ausencia, de manera que yo me resisto a calificarla de novela de suspense o misterio, ni policíaca..., la policía ni aparece con el protagonismo que un asunto de este calado exige; a lo más thriller psicológico, porque Donna Tartt, ahonda en las relaciones personales, reacciones y comportamientos de cada uno de estos adolescentes caprichosos y borrachos, ávidos de emociones de todo tipo.
Para mi tiene descripciones interminables, diálogos que dan vuelta sobre un mismo tema una y otra vez, personajes que se acaban cargando una trama a la que se le podía haber sacado más partido, asuntos zanjados que recupera cuando menos lo esperas, exposición de situaciones macabras que las presenta como normales pero sin justificar en el argumento...
A pesar de todo, resulta fácil de leer por la simpleza de su estructura. Diferenciaría dos partes, las cien primeras páginas donde el ritmo es aceptable y el resto, donde los personajes se desinflan al compás de la pérdida de interés por lo narrado. Es lo que llamamos “de más a menos”, cuando lo que en realidad salva una obra de este tipo es lo contrario. Sería un guión de película americana de colegio universitario de élite perfecto; aunque le faltan sobresaltos, emoción y grandes dosis de suspense.
El número de páginas no acobarda si lo escrito vale la pena, pero la conclusión es que cada uno justifica el asesinato de su compañero en función de la juventud y del entorno del que proceden o viven...”menos mal que son de buena familia”, de lo contrario estaríamos hablando de “narcos”.
No quiero cerrar la reseña sin decir algo bueno, todo libro lo tiene. Hay unos guiños muy buenos a los escritores y filósofos de la Antigüedad, el lenguaje es asequible, el narrador es uno de los personajes implicados, escrito con sencillez; tanto que yo la recomendaría como lectura juvenil, pero eso si que sería todo un reto, aunque defiendo que hay muchos lectores de poca edad que se atreven con todo; ahí queda la invitación y como siempre decir que es mi percepción del relato, no es sentencia ni tiene porque coincidir con otros que la ponen con buenas criticas. Juzgad vosotros.
Para Araceli.
Cuando nos aceptamos y perdonamos a nosotros mismos somos cada vez más libres”.

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