Esther
Bendahan, se asomó tímidamente en una de las estanterías de la
biblioteca que acostumbro a visitar los domingos, y digo así con
timidez porque yo no la había oído nombrar nunca y tampoco había
leído recomendaciones en otros blogs; bueno, quizás por el hecho de
buscar una lectura breve, se vino a casa conmigo y en un par de tarde
he descubierto la historia de tres mujeres muy diferentes que nos
narra esta escritora sefardí nacida en Tetuán con clara ascendencia
judía.
Como
era desconocida para mi, he buscado acerca de sus orígenes y ahora
entiendo la novela un poco más; al parecer ha realizado un viaje a
su pasado en un intento de bucear en sus raíces, de ahí los guiños
autobiográficos que he reconocido a posteriori en la novela.
Me
llamó la atención el título, yo siempre había oído que se
deshojaban las margaritas y que era de lo más romántico que una
imagina desde la más tierna infancia; pero una alcachofa no entraba
en la imagen más ídilica y cotidiana..., ahora comprendo que es una
metáfora. La vida está compuesta de capas, debemos ir quitando cada
una de ellas si queremos llegar al centro, “al corazón”
de nosotros mismos y eso es lo que ha pretendido Esther en este
extraño y original relato.
Teli
es pintora y su peculiar mirada de artista le permite percibir con
claridad el reverso de las cosas; debe enfrentarse con la enfermedad
de su madre y, al mismo tiempo, ayudar a su mejor amiga, Sara, a
descubrir si son ciertas sus sospechas de que su marido la engaña.
Daniris acaba de llegar de Santo Domingo para encontrar el rostro más
cruel de una ciudad que esconde el desamor y la misteriosa
desaparición de una prima suya.
Sin
duda nuestra personalidad es un fuerte condicionante a la hora de
escribir y en este caso no es una excepción, la impronta judía se
reconoce en toda la novela, es desde esa perspectiva donde comparte
con nosotros las diferencias de culturas y los puntos en comunes, sin
que por ello exista obstáculo alguno para la convivencia.
Protagonismo
femenino absoluto, tres figuras lo representa; madre, hija e
inmigrante, y cada una de ella perfilada con elegancia y sabiduría.
Lo mejor son los personajes porque a mi gusto la historia es algo
floja, aunque se deja leer. Mezcla de recuerdos y vivencias actuales,
añoranzas, reflexiones, juicios de valor, recriminaciones personales
y necesidades urgentes de tomar decisiones.
Hay
en el argumento una parte de la trama que gira alrededor de la
desaparición de una joven compatriota de la protagonista extranjera,
no desvelo el misterio pero resulta solo recurrente para recuperar la
atención del lector que a veces como que se desinfla.
Dividida
en capítulos con nombres de mujer, un guiño más a la carga
femenina del relato, bien escrito, sencillo, con pasajes entrañables
en los que al menos yo me he reconocido; sin duda en alguna ocasión
hemos tenido que parar y atender a nuestras madres y ser lo que yo
digo:
“Los hij@s de convierten en padres y los
padres en hij@s”,
y en esos momentos de relación pausada, siempre recuperamos “cosas”
que
nos pasaron desapercibidas o saldamos “deudas
emocionales”
pendientes..., momentos para sacar el máximo partido y que Esther lo
hace de forma muy generosa entre madre e hija.
Poco
más deciros que no es un Premio Nobel, ni falta que le hace, porque
cumple con las expectativas más elementales de un libro, dar
compañía, hacer volar tu imaginación y despertar sentimientos
dormidos... y todo es muy particular e intransferible. Espero que
guste.
“En
la vida ocurre todo lo que tiene que ocurrir y al final, todo
encuentra su lugar”.
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