La mayoría de las veces las
portadas y hasta la editorial son las causas que me hacen detenerme en un
libro. Para nada me sonaba este autor, de manera que esas dos razones y una
sinopsis no demasiado original, fueron suficientes para decidirme por su
lectura.
Rosamond ha muerto. Tras el entierro, el
testamento, su herencia deberá repartirse a partes iguales entre tres
herederos, Gill y David, los hijos de su hermana, e Imogen, una casi desconocida,
que Gill vio una vez, hace más de veinte años, en una reunión familiar. Era una
niña rubia y ciega de siete años, extraña y encantadora, que sedujo a todos los
invitados. Gill encuentra varias cintas de cassette que Rosamond ha grabado y
una nota donde le dice que las cintas son para Imogen, y si no la encuentra,
que las escuche ella. Tras buscar sin éxito a la elusiva joven, Gill y sus dos
hijas vuelven a oír la voz de Rosamond que, apoyándose en la minuciosa
descripción de veinte fotografías, cuenta una historia de madres e hijas que va
desde los años cuarenta hasta el presente.
Este argumento en
manos de cualquier otro escritor daría para un novelón interminable, en favor
de Jonathan Coe, las adecuadas doscientas cincuenta páginas, justas y bien
aprovechadas. Sin duda una novela femenina hecha de mujeres por y para ellas,
aparecen hombres, pero son de “relleno”; la esencia del relato es la vida de
Rosamond y su familia; vida que se va desvelando como un rompecabezas gracias al contenido de los
cassettes y las fotografías que la difunta ha quedado en herencia. Sigue el
género epistolar, las explicaciones de las fotos y las audiciones de las
grabaciones así lo certifican. No hay que olvidar que la destinataria es una
persona invidente, de ahí lo visual y atractivo del relato.
El planteamiento de
la trama no es muy original, ya he leído estos modelos de historias donde los
recuerdos se van recuperando a través de las fotografías, testigos mudos y
eternos de nuestro pasado. Ahora bien, la forma cuidada en la que este escritor
inglés cuenta la vida de toda una saga familiar, sí me ha gustado y enganchado
por lo emotivo y por la sensibilidad de una prosa tan elegante. El motor de la
narración son siempre las fotos y los audios, el contenido de las mismas, las
desgracias, los amores, las tragedias…, en definitiva un balance entre los que
formaron parte de la vida de Rosamond.
Estructura narrativa
muy buena, dividida en capítulos, veinte cintas que equivalen a veinte
historias independientes, con buen ritmo aunque el inicio me resultó algo
lento, así como descripciones muy extensas solo justificables por el hecho de
estar destinadas a la niña ciega. El hilo conductor de esta original herencia
está presente en todo el relato.
Respecto a los
personajes, todos están minuciosamente construidos, son arquetipos que aportan
datos acerca de ellos mismos, cada uno con personalidad propia, y es esa
consistencia la que hace de la novela una historia con mezcla de dureza y de
humor hábilmente dosificado, contribuyendo a la arquitectura de esta obra de
tres generaciones de mujeres que se descubren entorno a un original legado.
Recomendada sin
desanimarse en las veinte primeras páginas, invita a la reflexión, nos brinda
la oportunidad de un viaje en el tiempo y conocer años de grandes acontecimientos
sociales, políticos y económicos que marcaron generaciones enteras. Para mi
cuenta con lo esencial y como gusta decir “una historia bien contada”.
“Dicen que un instante y la eternidad se confunden
cuando experimentas una emoción intensa”.
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