Es
de agradecer, que de vez en cuando tengamos la oportunidad de leer
novelas cuya ambientación se remonta a una de los episodios más
desgarradores de la Humanidad; la Segunda Guerra Mundial. Hace años,
me leí esta breve pero intensa historia que nada tiene que ver con
cualquier otra publicada hasta ahora. Una vez desvelado el detalle de
su peso histórico, huelga decir que es dura a todos los niveles
imaginables, pero igualmente animo a su lectura, por lo diferente del
tratamiento de este episodio histórico y la mezcla de emociones que
despierta desde sus inicios hasta el cierre del misma.
Nathacha
Appanah, es una escritora nacida en Mauricio, representante de una
narrativa extranjera de escasa difusión hasta hace unos años;
precisamente en la isla de Mauricio, próxima a Madagascar, se viven
los acontecimientos narrados en “El último hermano”,
ella ha elegido uno de los episodios más desconocidos del conflicto
mundial. El Atlantic fue un barco que arribó a esta isla en 1940,
su “cargamento” era la nada despreciable cifra de
1500 judíos expulsados de Palestina y cuyo destino acabó siendo un
campo de concentración en esta antigua colonia británica. Ese es el
escenario donde transcurre la historia de dos niños unidos por el
Holocausto, oda a la amistad y a todo un repertorio de emociones
irrefrenables, allí donde no parece haber espacio ni para la vida.
No
quiero poner la sinopsis, prefiero adelantar que los protagonistas de
peso, son dos niños que comparte un destino funesto y cuya relación
de amistad será lo único que merezca la pena de sus difíciles
vida. Aunque la ambientación geográfica es una isla, lo paradisíaco
brilla por su ausencia, no hay encanto, ni luz ni sol ni color, en
muchos momentos el relato es de tal impacto que se hace irrespirable,
aún así, debo avisar que el tratamiento de los temas más duros,
son abordados con elegancia y sutileza, de manera que casi me
atrevería a decir, que es apta para todos los públicos.
Cuenta
con una documentación escrupulosa e impecable, con un lenguaje
sencillo y emotivo, crea una atmósfera que describe un ambiente
donde la maldad toma vida por si sola, adquiere rango de personaje
que aparece de forma estelar en toda la historia, suavizado levemente
por la figura materna de uno de los niños en la cara amable de la
moneda de la maldad, representada en la figura violenta de un padre
frustrado y permanentemente encolerizado.
Raj,
uno de los niños es el narrador que siendo en la actualidad un
anciano, recuerda con fuerza su infancia en esa aterradora y lejana
isla. Sin duda aleccionadora y con invitación a la reflexión por
parte de todos los que formamos este género humano. Al principio de
la reseña comento que la leí hace años, pero este verano la he
vuelto a leer casi por azar y me ha gustado tanto o más que en esa
primera ocasión; que nadie se espere pijamas ni rayas, tampoco
finales felices, es real como el momento histórico y los hechos que
se describen, y nada que presagie una lectura de entretenimiento,
pero hay que detenerse en estas novelas para no olvidar nuestros
errores, aprender de ellos y lo que es más importante, no
repetirlos.
“Ningún
hombre ha nacido de una sangre diferente, nadie puede poner su bota
encima de su semejante”
“El
ser humano es capaz de todo, solo tienen que darse las circunstancias
apropiadas”.
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