jueves, 20 de agosto de 2015

La mujer de Jerusalén, Abraham Yehoshúa


Jerusalén, es sin duda una de las zonas del planeta con una carga histórica tan incuestionable como los conflictos de la que es víctima desde su fundación hasta nuestros días. Abraham B. Yehoshúa, nació allí en 1936 y es autor de la nada despreciable cifra de trece novelas traducidas a más de veintidós idiomas; de manera que ha invertido la mayor parte de su vida en mostrar este escenario de profunda religiosidad y cultura.
Escrita entre los inicios del 2002-2003, no fue publicada hasta pasados unos años; el marco político que envuelve el relato es la sacudida en Oriente Medio de una oleada de atentados terroristas bajo el mandato del Primer Ministro Ariel Sharon. Cuento todo esto porque tras informarme acerca de este escritor, he conocido que en sus novelas estos aspectos junto con la muerte de una intima amiga, fueron condicionantes muy especiales para la ejecución de la misma.
Un terrorista se inmola en el mercado de Jerusalén. Una mujer muere: era extranjera, vivía sola y nadie reclama su cadáver en la morgue. Sin embargo, Julia Ragayev tenía un trabajo; era empleada de la limpieza en una gran panificadora. Un periodista sin escrúpulos aprovecha el caso para denunciar la «falta de humanidad» de la empresa, que ni siquiera se había percatado de la ausencia de su empleada. El director de recursos humanos tiene que hacerse cargo del asunto y buscar remedio a los daños de imagen sufridos. Pero, tras asistir al emotivo entierro de la mujer, el caso se convierte para él en algo más importante que recuperar la simpatía de la opinión pública. Tendrá que devolver a Julia a su pueblo natal y su verdadero cometido consistirá en encontrar en su interior los recursos humanos necesarios para vencer la frialdad que parece extenderse sobre el mundo y sobre sí mismo.”
Ante este argumento, es imposible no caer en la necesidad de leer una historia escrita en clave de fábula moral, que sin querer te obliga a reflexionar sobre aspectos cotidianos como el dolor, el terror, , la paz, la humanidad y el sentido de la existencia. He querido entender, que si los cambios se producen a nivel individual, de persona en persona, la colectividad será la encargada de modificar los errores de una Humanidad que necesita urgentemente una “reconstrucción”. Vamos, que nos invita a la autocritica respecto a los valores de la sociedad actual.
No hay sentimentalismos ni morbosidad en el relato y mira que el tema podía dar juego a ello. El detonante es el atentado y la narración lineal y cronológica de los hechos, se suceden a partir de este acontecimiento brutal y frecuente en estas zonas de inestabilidad permanente.
Me ha gustado porque a pesar de encuadrarla en novela de connotaciones histórica, es urbana, moderna, de actualidad, con un argumento muy bien estructurado y con un ritmo pausado acorde a la intriga de los acontecimientos.
Sin duda los personajes son los pilares de la novela; el director de recursos humanos ejerce su misión en clave de expiación, de culpa, de penitencia..., y así cada uno de los protagonistas asumen una aventura personal a raíz de la muerte de Julia, desconocida trabajadora, ingeniera y procedente de un país del Este; jugando así nuestro escritor con el marco de los últimos coletazos de la Guerra Fría. Sin las presiones del periodista y el lavado de conciencia del anciano empresario, nada de lo contado tendría el sentido que este escritor israelí perseguía. Es una historia bien contada, fácil de seguir en su trama, sin intencionalidad de mensajes políticos, enmarcada en un cuadro pacifista, sin mencionar ni una sola vez el conflicto Palestino y con la expresa finalidad de provocar reflexión en el prójimo.
Lo mejor de todo es que en muchos tramos me recordaba a las novelas de enredos, con dosis de ironía y humor hábilmente presentadas y aunque parezca extraño, muy sentimental y emotiva.
Como es la primera y espero que no sea la última de este autor, la recomiendo porque no tiene desperdicio ninguno.

El verdadero amor exige mantenerse distante de la persona amada”.
El amor verdadero siempre se halla en una situación oscilante, de grandes desequilibrios, capaces de llevar al ser humano a realizar actos vertiginosos”.

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