martes, 4 de agosto de 2015

El hombre que arreglaba las bicicletas, Ángel Gil Cheza

Le toca el turno a una de estas novelas, que me atraen un poco por la portada y otro tanto por lo curioso del título. Que conste que ambos detalles están muy justificados en el argumento.
Ángel Gil Cheza, no es conocido ni asiduo en mis lecturas, de hecho, es su primera novela, por eso le he dado una oportunidad a su ópera prima, de argumento sencillamente aplastante y en un momento de descanso de esos que median entre otras más potentes que te dejan algo agotadas.
Os resumo el argumento; un escritor español de novela negra, muere de repente y casualmente, tenía redactado su testamento..., toda una suerte en los tiempos que corren; bien, para abrirlo hace falta tener localizados a todos los mencionados en el mismo. Lo más divertido, si es que se puede decir así, es que nuestro experto en letras, empuja en sus últimas voluntades a su viuda, hija y una antigua novia irlandesa abandonada en su juventud, a convivir juntas un verano en su casa de la playa, todo junto al taller donde arreglaba bicicletas.
Por supuesto, además de un capricho muy “especial”, la novela desarrolla todo el periplo vivido para dar con Enda Berger, quien por coincidencias planeadas, cuenta con un nombre muy común en Irlanda, lo que resulta una tarea algo entretenida. Ni que decir que a la viuda gracia no le hizo; pero “los deseos de los muertos son inescrutables”; lo malo es que por extrañas razones que aún se me escapan, los vivos nos empeñamos en cumplir.
Inicio bueno, agradable, genera intriga y morbo, gracias a eso, la narración se hace llevadera, no te planteas abandonarla, no es para tanto, y ayuda el hecho de que poco a poco se van desvelando misterios de este escritor caprichoso.
Diálogos típicos de este formato de novela, buenas descripciones, protagonistas contados, cuatro y ninguno de ellos destaca en personalidad por encima de los otros; aunque bien es verdad que es una novela de personajes, son sus vidas las que le dan forma a la trama. Dividida en cuarenta capítulos que amenizan los momentos de bajón de la historia. Su estilo a la hora de narrar varia desde lo más elegante a lo más vulgar, pero sin causar rechazo.
Para mi que queda algo descuadrada y hueca, el eje sobre el que pivota todo el relato, es el recuerdo de cada una de las mujeres con respecto a sus experiencias cerca de Arthur y en ocasiones, chirrían detalles que la hacen poco creíble. Puedo animaros a leerla porque se aprende la capacidad del ser humano para amar, es una reflexión sobre como superar escollos que en vida del finado seguramente hubieran sido insalvables.
Nada puedo achacarle negativo como para no darle la oportunidad del verano; para mí nunca está de más leer y sin premios ni cohetes, esta también se lo merece.

Amar no es ocupar el lugar de nadie, sino crear un lugar que nadie más puede ocupar”.

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