Le
toca el turno a una de estas novelas, que me atraen un poco por la
portada y otro tanto por lo curioso del título. Que conste que ambos
detalles están muy justificados en el argumento.
Ángel
Gil Cheza, no es conocido ni asiduo en mis lecturas, de hecho, es su
primera novela, por eso le he dado una oportunidad a su ópera prima,
de argumento sencillamente aplastante y en un momento de descanso de
esos que median entre otras más potentes que te dejan algo agotadas.
Os
resumo el argumento; un escritor español de novela negra, muere de
repente y casualmente, tenía redactado su testamento..., toda una
suerte en los tiempos que corren; bien, para abrirlo hace falta tener
localizados a todos los mencionados en el mismo. Lo más divertido,
si es que se puede decir así, es que nuestro experto en letras,
empuja en sus últimas voluntades a su viuda, hija y una antigua
novia irlandesa abandonada en su juventud, a convivir juntas un
verano en su casa de la playa, todo junto al taller donde arreglaba
bicicletas.
Por
supuesto, además de un capricho muy “especial”, la
novela desarrolla todo el periplo vivido para dar con Enda Berger,
quien por coincidencias planeadas, cuenta con un nombre muy común en
Irlanda, lo que resulta una tarea algo entretenida. Ni que decir que
a la viuda gracia no le hizo; pero “los deseos de los muertos
son inescrutables”; lo malo es que por extrañas razones
que aún se me escapan, los vivos nos empeñamos en cumplir.
Inicio
bueno, agradable, genera intriga y morbo, gracias a eso, la narración
se hace llevadera, no te planteas abandonarla, no es para tanto, y
ayuda el hecho de que poco a poco se van desvelando misterios de este
escritor caprichoso.
Diálogos
típicos de este formato de novela, buenas descripciones,
protagonistas contados, cuatro y ninguno de ellos destaca en
personalidad por encima de los otros; aunque bien es verdad que es
una novela de personajes, son sus vidas las que le dan forma a la
trama. Dividida en cuarenta capítulos que amenizan los momentos de
bajón de la historia. Su estilo a la hora de narrar varia desde lo
más elegante a lo más vulgar, pero sin causar rechazo.
Para
mi que queda algo descuadrada y hueca, el eje sobre el que pivota
todo el relato, es el recuerdo de cada una de las mujeres con
respecto a sus experiencias cerca de Arthur y en ocasiones, chirrían
detalles que la hacen poco creíble. Puedo animaros a leerla porque
se aprende la capacidad del ser humano para amar, es una reflexión
sobre como superar escollos que en vida del finado seguramente
hubieran sido insalvables.
Nada
puedo achacarle negativo como para no darle la oportunidad del
verano; para mí nunca está de más leer y sin premios ni cohetes,
esta también se lo merece.
“Amar
no es ocupar el lugar de nadie, sino crear un lugar que nadie más
puede ocupar”.
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