Es
habitual, que una vez elegidas las novelas con las que queremos pasar
un rato de intimidad, sigamos indagando en la vida y obra de los
autores, y es así como atraída por los títulos o como en este caso
por la brevedad, acabamos rendidos a pequeñas producciones que no
por escasas son despreciables.
Alessandro
Baricco en ciento cuatro páginas nos narra gracias a su destreza
narrativa, tres historias con los mismos personajes, en diferentes
papeles, bajo edades distintas y protagonizando conflictos que se
resuelven siempre al amanecer.
Este
juego de realidad y ficción, de tiempo y espacio cuenta con un
denominador común, los tres relatos tienen como escenario un hotel;
en cada historia las dependencias del mismo varían según el
contenido de lo contado, recordando mucho al teatro y la puesta en
escena de obras de corta duración y gran intensidad.
Brevedad
sería el calificativo para esta original forma de abordar temas tan
vitales como la arbitrariedad y capricho del destino, las
probabilidades de segundas oportunidades, la responsabilidad hacia el
prójimo, las tentativas que se nos presentan en ocasiones para
volver a empezar de cero, el acierto o desacierto de decisiones
irrepetibles...
El
autor, nos conduce por tres amaneceres que proporcionan el marco
ideal para revelar, descubrir y poner cada cosa en su lugar; las
historias concluyen siempre en el momento en el que se toca fin a la
oscuridad de la noche y clarea el horizonte, momento en el que se
asiste a finales casi siempre bien acertados.
Personajes
que se limitan a dos principales y algún secundario; estos aparecen
repetidas veces asumiendo papeles diferentes y bajo el implacable
paso del tiempo. Lectura rápida, estructura sencilla, lenguaje
asequible y despliegue imparable de diálogos; estas y otras pequeñas
razones, hacen de esta novela en miniatura un ejemplar nada
despreciable para un par de horas de lectura; que, sin desmerecer
otras superiores en páginas, invitan a la reflexión acerca de
hechos amparados en la nocturnidad que nunca protagonizaríamos a la
luz del día.
“No
sabes que tu cuerpo, en las noches sin tiempo como ésta, se confunde
de pronto con el amanecer, lo detiene dormido junto a mí”.
Para
Pepe con cariño, por ser la encarnación de la ternura.
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