Siguiendo la atracción que despierta en mi una preciosa portada con aires de antigüedad, elegí esta novela, atrapada además por el gesto amoroso de la pareja a modo de instantánea fotográfica. Si a ello le uno su título “El amor no es un verso libre”, la curiosidad está servida en bandeja, de manera que pocas reflexiones quedaban por hacer para colocarlas en las lecturas pendientes. Como todo en la vida llega, le llegó su momento y aunque no es un premio Planeta ni para tirar cohetes, se deja leer, entretiene y resulta una fuente de documentación nada despreciable.
Podría catalogarla como una mezcla que abarca desde la novela romántica, el thriller político, el género de suspense o novela negra e incluso relato histórico; Susana Fortes construye una trama con ingredientes muy variados creando un cóctel de situaciones propias de todos y cada uno de los estilos anteriormente nombrados. Novela bastante escasas para el argumento que presenta, alrededor de doscientas noventa páginas que resultan insuficiente una vez que te has acomodado a su lectura.
Basada en la historia de amor que Pedro Salinas tuvo con una profesora estadounidense, hecho silenciado durante décadas y que Susana gracias a una ingente documentación,recupera magistralmente en esta novela, sustituyendo la figura del poeta por la de un profesor de universidad Diaz-Ugarte y una estudiante norteamericana que viene a completar sus estudios en el Madrid de 1935, alojándose en la Residencia de Estudiantes, núcleo representativo de lo más granado de la intelectualidad republicana de preguerra.
Nos presenta con enorme fiabilidad la España republicana donde están latentes las tensiones políticas, las intrigas, los escándalos, las codicias, las ambiciones desmedidas, en definitiva la corrupción española en estado puro y que ya dejaban sentir las “vísperas de sangre” del ambiente prebélico. En este escenario se desarrolla su argumento basado en dos historias paralelas pero entrelazadas en la trama; por un lado la desaparición y asesinato de un joven estudiante de la residencia que nos abre las puertas de la corrupta vida política y sus entresijos, siendo esta la parte más “negra” de la novela; y por otro, la historia de coqueteo y seducción de Ugarte y Kate que acaba en profundos sentimientos de amor en una sociedad encorsetada y presa de grandes convencionalismos sociales.
Narrada en tercera persona, estructurada en capítulos de corta duración, con diálogos frecuentes y todo ello con un estilo ágil y sencillo, lo que aporta un ritmo aceptable al relato. Respecto a los personajes es indudable que el peso recae sobre la pareja de enamorados, pero se echa en falta algo más de personalidad, de potencia en sus actuaciones, es como si sus perfiles hubieran quedados cogidos por “pinzas”. Ella representa la modernidad, él entra dentro de los estereotipos definidos de esta sociedad española, donde las imposiciones morales, sociales, familiares y religiosas cuentan todavía con un peso incuestionable.
La autora se permite las criticas a la torpeza del gobierno de la república, a sus actuaciones políticas y recrea con buena documentación este pasaje de nuestra historia de principios de siglo XX. Junto a este guiño histórico, la novela se perfila con temas secundarios imprescindibles en la arquitectura de este argumento; la cultura republicana, los magnates de las altas esferas, los clichés sociales, los negocios turbios, la represión, los abusos de poder, los ajustes de cuentas, las causas silenciadas... en definitiva situaciones que el tiempo no ha borrado y que forman parte de la sociedad actual.
No quiero terminar la reseña sin hacer mención a las cuñas que Susana Fortes introduce acerca de un pasaje desafortunado de la niñez de Kate Moore y que al principio descoloca al lector por no encontrar relación con lo narrado, pero justificado por la autora y no resulta inoportuno. Solamente encuentro un defecto desde mi humilde punto de vista, el final parece precipitado, tengo la sensación que de forma urgente lo introduce y da por acabada la novela y tal y como se iban desarrollando los acontecimientos podía haber dado juego para bastante más y no quedar esa visión algo mutilada de lo que es sin duda una obra acertada y bien recibida.
“A la preocupación hay que ponerla en su sitio, fuera de nuestras vidas”.
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