Primera
novela del escritor asturiano que tengo el atrevimiento de leer, he
de confesar que mi elección fue accidental y justo decir también
que intrigada por la sinopsis que prometía bastante por lo original
del planteamiento argumental.
En
no pocas ocasiones la extensión del libro es una motivación añadida
y “Lo que no está escrito”, respondía a esas apropiadas
trescientas páginas que sabes que te van a llevar dos o tres días a
lo sumo, quizás menos si la cosa promete.
Podría
encuadrarse en la novela negra pero al más puro estilo americano. El
autor utiliza el recurso del relato dentro del relato que por lo
general obliga al lector a implicarse más en la lectura del mismo.
Sin duda a mi me ha pasado, lo que parecía una historia cotidiana se
ha convertido en un thriller de terror, angustias y desvelos por
descifrar el sentido de lo contado.
En
el caso de esta reseña no tengo más remedio que contar algo de la
trama para poder justificar mi comentario. Carlos, padre divorciado,
recoge a su hijo Jorge de catorce años para pasar un fin de semana
de excursión en la sierra y como por descuido, le deja a su ex mujer
Carmen, un manuscrito de una novela que acaba de terminar.
Rafael
Reig elige una estructura en capítulos de corta duración con
diálogos bien aprovechados, en los que alternativamente asistimos al
desarrollo del argumento en tres momentos; el viaje a la sierra de
padre e hijo, la lectura de la mujer en su domicilio y la trama
contada en el manuscrito. A medida que se suceden dichos capítulos
la tensión y el ritmo crecen proporcionalmente, con una mezcla de
realidad y ficción que se entrecruzan para generar una similitud
vertiginosa entre las vivencias del pasado de Carmen y lo que ante
sus ojos atónitos le presentan los folios del olvido.
Con
estos componentes se acelera la lectura y se garantiza la curiosidad
por conocer más de este relato a tres bandas. Sin demasiado esfuerzo
he reconocido la rutina de la mayor parte de los mortales o al menos
de hechos que nos rodean cotidianamente, a los que no somos ajenos y
que sin pensarlo pueden sorprendernos inesperadamente cambiando para
siempre nuestra existencia. La novela está plagada de alusiones a
las familias desestructuradas, fracasos matrimoniales, relaciones de
parejas complejas, degradación humana, miseria, secuestros,
extorsión, delitos callejeros,, hábitos nocivos
institucionalizados, actos de maldad premeditados, traumas no
resueltos... y de todos estos rasgos dramáticos y deplorables en la
mayor parte de los casos, el novelista se sirve para dar forma a los
dos relatos principales.
De
todas maneras, me ha parecido que Rafael pretendía llegar a una
reflexión algo común y aceptada al menos por mi parte y es que los
efectos de aquello que leemos, siendo el mismo texto, es muy
diferente dependiendo de quien lo lee, cuando y bajo que
condicionantes emocionales; de ahí que lo que para unos es una gran
obra para otros pueda tildarse de bodrio.
Reconozco
que me ha gustado a pesar de la dureza y obscenidad de algunos
pasajes, también por la negatividad, infelicidad y pesimismo de
todos los personajes, por la amargura y los dramas que les rodean,
por la carga de realismo que llega a doler; pero es la vida
desprovista de adornos, quizás ahí radica el misterio del por qué
resulta entretenida y atrapa desde sus inicios.
Existe
un hilo conductor que hilvana originalmente el paso de un capítulo a
otro, pequeñas frases alusivas a un crucigrama y la solución a las
respuestas de las definiciones. Para mi es una metáfora de nuestras
vidas; en un crucigrama se coloca una palabra, el resto debe ir
encajando entorno a las letras de esta, así hasta resolverlo
totalmente, un hecho de nuestra vida sirve de plantilla para que todo
lo que acontezca en lo sucesivo se ajuste al mismo, acomodándose
irremediablemente unos tras otros hasta hacer inalterable nuestro
destino, sin posibilidad de borrar o retocar ese primer eslabón.
Puede
parecer retorcido pero hoy estoy metafísica...
Me
parece apropiado resaltar que no es una novela que recomiendo a todos
los lectores, pero aviso que de vez en cuando es bueno leer de todo y
darse el gusto de quedar sorprendido gratamente por lo que a priori
pudiera parecer rechazable. Hay que estar de buen ánimo y mejor
dejar pasar la “playita”.
“La
amistad es un compromiso bilateral. Ambas partes deben aportar además
de recibir”.
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