Una
vez más me decido por una escritora de la que puedo decir lo he
leído todo, no solo porque me gusta como escribe sino porque es su
tercera novela y así es la única forma de “ir al día” en su
producción literaria.
Descubrí
a Carla Montero con su ópera prima, “Una dama en juego”, por
aquel entonces los libros llegaban a mí a través de una llamada al
timbre, el Círculo de Lectores tocaba a mi puerta y depositaba mis
pedidos mensuales; en esa ocasión una historia de intriga, romance y
espionaje me permitieron juzgar positivamente a esta autora; le
siguió “La Tabla Esmeralda” cuyo argumento me atrapó
incondicionalmente, el expolio de las obras de arte por los nazis
durante la Segunda Guerra Mundial, disfruté mucho y me quedó una
grata imagen de esta narradora de historias. Tal vez sean razones
suficientes para detenerme en la tercera de sus creaciones, “La
piel dorada”, una vez leído el argumento reconozco que la puse en
la parrilla de salida y no me he arrepentido... espero que vosotros
compartáis mi opinión.
En
esta ocasión y sin apartarse de su estilo Carla, nos adentra en una
novela negra con todos sus ingredientes dentro de una cuidada
ambientación histórica tanto en lo referente a los escenarios como
a la cronología. Estamos ante la historia de unos asesinatos
brutales, con misterio, suspense, inspectores, sospechosos,
decadencia, bajos fondos, pasiones y guiños al mundo del arte; sin
duda tras leerla nos recuerda a las obras de Ágatha Christie, al más
puro estilo del thriller histórico.
Argumento
diseñado alrededor del mundo de las modelos que posaban desnudas
para los artistas de principios del siglo XX en la ciudad de Viena,
la consideración de éstas y la reputación que las acompañaba en
un entorno de declive junto a una burguesía venida a menos y
aristócratas arruinados que evidenciaba el ocaso del imperio
austrohúngaro. Con una habilidad sorprendente conduce a los lectores
a lo largo de cuatrocientas páginas, por una trama muy bien tejida,
estructurada en dieciséis capítulos precedidos de un prólogo que
sirve de antesala al desarrollo del argumento; que crece de menos a
más en intensidad y calidad de estilo y que engancha por la prosa
sencilla, asequible y ligera; con buenos y medidos diálogos
perfectamente justificados, además de descripciones sin excesos que
evitaban caer en el aburrimiento.
Sin
duda la lectura no es dificultosa, llama la atención el ajuste de
fechas que elige la escritora; Viena 1904, y la escasa diferencia de
tiempo en el que transcurre la acción, de tal manera que
personalmente me costó distinguir la parte de Viena en la que
transcurren los momentos entre Hugo e Inés y la Viena de la
investigación criminal. Salvando esas menudencias, destaca lo ágil,
dinámica y amena que resulta en su conjunto.
Narrada
a dos voces, Karl el investigador que engaña al principio pues se
cae en el error de creer que se convertirá en el centro de la
novela, utiliza la primera persona y cuenta a modo de recuerdo los
hechos que se recrean en la trama; y una segunda voz narrativa que
recurre a la primera y tercera persona indistintamente. Aprovechando
este aspecto cabe mencionar que los personajes que absorben los
papeles estelares son, Inés, Hugo y Karl, pero igualmente existen
actores secundarios que completan la galería y contribuyen a la
construcción de la obra.
No
quiero dejar pasar el hecho de la importancia otorgada a la ciudad de
Viena, tanto que la convierte en un personaje estrella alrededor de
la que gravitan como satélites el resto de los ya mencionados.
Profundizando en ella Carla se ha atrevido a mostrar las dos caras de
una ciudad glamourosa, llena de artistas, bohemios, ricos excéntricos y familias nobles; junto a la Viena de inmigrantes,
mendigos, asesinos, y clases marginales. En cualquier caso un
reconocimiento por la exacta ambientación y documentación de la
misma.
Terminar
diciendo que el desenlace queda con la boca abierta, justo final para
una lectura en la que al menos yo me pasé cambiando de culpable
hasta que no me quedaron personajes, eso sí, resultó ser quien
menos me esperaba lo que remató con agrado mi lectura.
“Olvídate
del mundo. Piensa solamente en lo que llevas piel adentro y sabrás
qué dulce y qué sabroso es, de pronto, vivir”.
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