Curiosa
portada para un libro en el que lo más llamativo es la palabra hindú
“Karma” que tanto respeto impone y que deja de ser
tan temerosa al contemplar la no menos impactante pareja de eternos
enemigos, el perro y el gato... No había leído nada de este autor
alemán, pero una compañera de trabajo al comentarle la lectura del
“Abuelo que saltó por la ventana y se escapó”, me
animó a leer “Maldito Karma”, porque si bien eran
distinto, me garantizaba un rato de entretenimiento y relax sin
grandes pretensiones literarias, pero segura de que no lo dejaría a
medias. Dedicado a ti Marisa que aunque con bastantes meses de
retraso te he hecho caso y me alegro de ello.
Cualquiera
que esté interesado puede leer el argumento y conocer la trama de la
novela, ya sabéis que no es mi costumbre, de manera que sólo
contaré que se trata de la vida de Kim una periodista excesivamente
inmersa en su trabajo, sus éxitos personales, ambiciones sociales,
el afán de reconocimiento popular, sus premios, amoríos e
infidelidades... vamos lo que diríamos popularmente un “tiburón
de mujer” con un esquema de valores y prioridades marcado
por el egoísmo, el inconformismo, el trato grosero y desconsiderado
hacia sus semejantes, madre despreocupada, mala esposa y temida
jefa... un regalo de persona a la que la muerte le asalta
inesperadamente cuando por supuesto se encuentra en el sitio más
inoportuno y de la forma más absurda e indeseable.
Precisamente
bajo lo absurdo, David confecciona una novela dentro de la narrativa
cómico romántica para la que se necesita mucha imaginación y que
no decepciona por divertida, diferente, entretenida, original,
ocurrente y repleta de buenas dosis de reflexiones que nunca vienen
mal.
El
Karma forma parte de la mentalidad hindú; según su ley de vida,
durante la existencia de los mortales se acumula buen karma si las
acciones que se realizan son buenas y sucede lo contrario si las
acciones son malas, en este caso se permanece en una morada donde el
muerto es sometido a un juicio en el que se le acusa de todos sus
actos que han sido registrados en el libro sagrado. Al creer en la
reencarnación la condena para expiar esos actos es acumular buen
karma para pasar a una vida digna.
Mejor
no saber el destino si el muerto se pone “farruco”...
Kim Lange, la despiadada protagonista debe acumular buen karma para
recuperar lo perdido, un compañero de viaje le ayudará a ello,
Casanova, el Casanova que todos conocemos; ambos se unirán en un
objetivo común, el regreso de Kim a la vida que tenía, momento en
el que tiramos de imaginación y empatizamos con ella porque es
admirable la evolución del personaje al que rechazábamos en un
principio y acabamos admirando conforme avanza la trama; deseando
que con sus esfuerzos alcance el éxito que merece en esta búsqueda
de buen karma.
Novela
sencilla, plagada de diálogos que la hace más dinámica,
trescientas páginas de escritura típica de verano que me atrevería
a decir guarda los esquemas de un buen guión de película; es el
libro que te despeja de una lectura profunda o te prepara para un
novelón de esos que temes por el tamaño incluso si lo lees en el
libro electrónico. Narrada en tercera persona recuerda a las fábulas
que siempre llevan una reflexión y que demuestran que nada está
escrito sin una finalidad.
Inteligentemente
el autor nos invita a pensar en cuestiones que aparecen en la
historia y que no podemos dejar pasar por alto; la incomunicación de
las parejas, la importancia del aplauso de los desconocidos, la
infelicidad, el materialismo, la crisis de valores generalizada de
las sociedades occidentales, las decisiones egoístas y el riesgo de
perder lo que se tiene con el peaje de saber su valor cuando ya no se
puede disfrutar.
Hay
que reconocer el mérito de David por ofrecer una novela de dos
capas, la superficial y externa con todo lo negativo que podamos ver
en ella y la profunda donde se encuentran las reflexiones y
moralejas.
Para
finalizar la reseña aconsejaros que la leáis para despejaros y
también para pararos a pensar “cosas” en las que
no reparamos; no os va a provocar conflictos emocionales ni necesidad
de terapia de choque, es mucho más sencillo que todo eso...
derrochar imaginación y abrir los ojos para mirar lo que no vemos
del mundo que nos rodea y del que formamos parte con el karma que
libremente elegimos.
“No
sabemos lo que tenemos, cuándo lo obtuvimos, lo que vale, cuánto lo necesitamos y qué sería de nosotros si lo perdiéramos”.
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