Son
muchos los mortales que comparten el deseo irrefrenable hacia esta
sustancia tan agradecida en cualquier momento del día; el chocolate
forma parte de nuestras vidas desde la más tierna infancia y al
menos cuando yo era niña se obtenía como un premio que aparecía
sobre en un trozo de pan y al que todos llamábamos “jicara”
y que disfrutábamos con deleite y tranquilidad, para que
permaneciera el mayor tiempo posible en nuestro paladar con la
esperanza de que durara su sabor hasta la siguiente entrega. Hoy se
accede a él con facilidad, pero entonces era algo escaso y por ello
muy apreciado.
Siempre
se ha dicho que lo que se admira de niño se venera de adulto y eso
debe pasar con el chocolate, nos transporta a esos momentos pasados,
nos cura de depresiones,afloja tensiones,aminora el estrés, nos
proporciona placer y dicen que es un sustituto de algo que no creo
que sea verdad porque es sencillamente insustituible, lo otro digo...
Quiero
dedicar el libro a una amiga que no comparte el placer de la lectura
pero sí el de la pasión por el chocolate, debería leerlo por el
simple motivo de disfrutar con los ojos lo que tanto disfruta con el
gusto; para ti querida Reyes, una de las más fervientes y fieles
seguidoras de este invento de la naturaleza.
Creo
que era necesaria esta introducción para justificar mi decisión de
leer esta obra que me atrajo por un título tan seductor como el
sabor de lo que anuncia.
Junto
al título he de confesar que la autora me daba garantías de no
equivocarme ya que no es la primera novela que leo de Care Santos,
“Habitaciones cerradas” y “El aire que
respiras” ya forman parte de mis libros leídos y por
cierto no comentados por lo que serán subidos al blog en fechas
venideras. La autora una vez más demuestra su maestría narrativa y
nos presenta una novela con tres historias independientes entre ellas
,que pueden ser leídas de forma aislada sin que entre los personajes
existan relaciones familiares, afectivas o de hechos encadenados.
En
esta ocasión Care elige como hilo conductor, la trayectoria
“histórica” de una chocolatera que viaja a través
de tres siglos y que permite construir tres historias independientes
en un marco como es la ciudad de Barcelona, siendo ambos elementos
los únicos puntos en común entre ellas.
Se
entiende que el chocolate es el pretexto para construir una novela de
original estructura ya que está narrada en sentido inverso algo poco
habitual y que refuerza el carácter aislado de las historias. Sara,
Aurora y Mariana son las protagonistas de tres narraciones a lo largo
de los siglos XX, XIX y XVIII respectivamente, afianzando la elección
de viajar en el tiempo desde el presente inmediato al pasado remoto.
A
lo largo de cuatrocientas veinticuatro páginas la autora nos pasea
por el maravilloso mundo del chocolate dando vida a tres
microhistorias con personajes y escenarios perfectamente detallados y
documentados; lo hace con un lenguaje sencillo, cercano y asequible.
Dividida
en tres partes goza del encanto de presentarnos cada una de ellas con
un precioso título lo que la hace más especial e inolvidable.
“Guindilla, Jengibre y lavanda” para contar las
experiencias de vida de Sara en la Barcelona moderna; “Cacao,
azúcar y canela” para situarnos en uno de los siglos más
convulsos de España y en el que se desenvuelve la vida de Aurora; y
por último “Pimienta, clavo y achicora” para
trasmitir los desafíos a los que se enfrenta Mariana en un siglo
gremial de oficios no hechos para mujeres.
Para
la narración Care recurre a ritmos y estilos distintos en
consonancia con los hechos contados, de ahí que para la primera
parte elija el presente, para la segunda el recurso de la
conversación con la protagonista y para la tercera y última la
primera persona. Alterna magistralmente el estilo moderno, el
costumbrista y el teatral o tradicional según avanza en la novela y
ajustándose al marco histórico relatado.
Sin
duda habría que detenerse en los personajes principales pero para
eso recomiendo leer la novela, ahora bien sin los secundarios no se
hubiera dado forma a tan “dulce” narración.
Sin
ser “actores” de carne y hueso reconozco que los
grandes protagonistas son la chocolatera y la ciudad de Barcelona,
fielmente descrita y que nos proporciona una imagen del cambio y
evolución de la misma, desde lo que fue la Barcelona gremial del
siglo XVIII, pasando por su transformación como pionera de la
industrialización española, hasta la más reciente y ya alejada en
el tiempo Barcelona pre olímpica.
Como
ejemplo de buena documentación la autora hace un guiño a la
Historia y atribuye como dueña del objeto preciado en el que se
sirve el chocolate, a la hija de Luis XV de Francia, la infanta
Adelaida.
Quiero
terminar diciendo que aunque ha quedado demostrada mi pasión por el
“chocolate” y mi “deseo” por
hacer una reseña positiva de la novela, quiero ser justa y no omitir
en el comentario, que por desgracia en conjunto no es brillante ya
que las dos primeras partes son muy completas en todos los sentidos
pero no ocurre lo mismo con la tercera que aburre y nada tiene que
ver con las anteriores. Espero que no sea un motivo de peso para
despreciarla y más una razón para mover vuestra curiosidad; de no
ser así, siempre nos quedará una onza de chocolate...
“El
chocolate no hace girar al mundo, pero seguro hace que el viaje valga
la pena”.
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