sábado, 12 de septiembre de 2020

Fin de temporada, Ignacio Martínez de Pisón


Nombrar todas las novelas de este autor daría para un único comentario. Mejor repito lo que tantas veces digo, hay escritores que son garantía de disfrute y Martínez de Pisón, entra en esa categoría de acierto en la que la elección no peligra y nuevamente puedo decir que así ha sido. No es que sea su mejor libro, pero su narrativa fiel lo hace entretenido y ameno, lo justo para dedicarle un par de tardes.

“Una carretera junto a la frontera de Portugal, junio de 1977. Juan y Rosa, apenas adolescentes, tienen cita en una clínica abortista clandestina, pero un accidente les impedirá llegar a su destino. Casi veinte años después, Rosa y su hijo Iván comienzan el que será el proyecto de su vida, la recuperación de un camping en la Costa Dorada, en el otro extremo de la península. Desde que Iván nació han vivido en diferentes lugares, siempre de forma provisional, siempre solos, huyendo de un pasado que no tardará en alcanzarlos”.

Asistimos a una novela basada en la historia de una madre con un hijo en exceso protegido que al llegar a la mayoría de edad se plantea su independencia. La trama gira alrededor de un secreto del que se entera el protagonista en un intento por reconstruir su infancia y su juventud, algo que su madre ha guardado celosamente a lo largo de su vida. Una novela sobre la fuerza, a veces envenenada, de los lazos de sangre; sobre secretos familiares que hacen que cada generación se vea abocada a repetir ciertos errores, y sobre cómo saber nos transforma en otras personas.

Una historia que se traza gracias a personajes memorables, sencillos, reconocibles y una relación madre e hijo extraordinaria que recorre casi un cuarto de siglo y nos descubre que el pasado no resuelto es una trampa vital aunque intentemos ignorarlo, o precisamente por ello.

Tengo que reconocer que me enganchó desde el principio pero que fue perdiendo fuerza a medida que avanzaba el relato, me parecieron que muchos cabos quedaban sueltos, como si la historia no acabara de cerrarse y al final  se quedara inconclusa.

La mayor parte de la historia transcurre en un camping, un lugar original y con aire de provisionalidad, bastante alejado del concepto tradicional de hogar, el papel de este espacio es tan relevante que llega a convertirse en un personaje más.

Es una radiografía de las relaciones materno-filiales entre una madre soltera posesiva y su único hijo, marcos familiares en los que el autor se mueve como pez en el agua, el impacto de los lazos de sangre, los secretos escondidos y el peso de un pasado que siempre vuelve por muy enterrado que esté.

Narración fluida, lenguaje asequible y prosa cuidada no faltan en una ficción redonda en la que todo acaba encajando a la perfección.

Os la recomiendo por la sencillez de lectura, por su sentido atemporal y porque te hace plantearte la necesidad de abordar las conversaciones pendientes, las tengas con quien las tengas. Os gustará.

“Un gran error es arruinar un presente, recordando un pasado que ya no tiene futuro”.


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