Nombrar todas las novelas de este autor daría para un
único comentario. Mejor repito lo que tantas veces digo, hay escritores que son
garantía de disfrute y Martínez de Pisón, entra en esa categoría de acierto en
la que la elección no peligra y nuevamente puedo decir que así ha sido. No es
que sea su mejor libro, pero su narrativa fiel lo hace entretenido y ameno, lo
justo para dedicarle un par de tardes.
“Una carretera junto a la frontera de
Portugal, junio de 1977. Juan y Rosa, apenas adolescentes, tienen cita en una
clínica abortista clandestina, pero un accidente les impedirá llegar a su
destino. Casi veinte años después, Rosa y su hijo Iván comienzan el que será el
proyecto de su vida, la recuperación de un camping en la Costa Dorada, en el
otro extremo de la península. Desde que Iván nació han vivido en diferentes
lugares, siempre de forma provisional, siempre solos, huyendo de un pasado que
no tardará en alcanzarlos”.
Asistimos a una
novela basada en la historia de una madre con un hijo en exceso protegido que
al llegar a la mayoría de edad se plantea su independencia. La trama gira
alrededor de un secreto del que se entera el protagonista en un intento por
reconstruir su infancia y su juventud, algo que su madre ha guardado
celosamente a lo largo de su vida. Una novela sobre la fuerza, a veces
envenenada, de los lazos de sangre; sobre secretos familiares que hacen que
cada generación se vea abocada a repetir ciertos errores, y sobre cómo saber
nos transforma en otras personas.
Una historia que
se traza gracias a personajes memorables, sencillos, reconocibles y una
relación madre e hijo extraordinaria que recorre casi un cuarto de siglo y nos
descubre que el pasado no resuelto es una trampa vital aunque intentemos
ignorarlo, o precisamente por ello.
Tengo que reconocer que me
enganchó desde el principio pero que fue perdiendo fuerza a medida que avanzaba
el relato, me parecieron que muchos cabos quedaban sueltos, como si la historia
no acabara de cerrarse y al final se
quedara inconclusa.
La mayor parte de la
historia transcurre en un camping, un lugar original y con aire de
provisionalidad, bastante alejado del concepto tradicional de hogar, el papel
de este espacio es tan relevante que llega a convertirse en un personaje más.
Es una radiografía de las
relaciones materno-filiales entre una madre soltera posesiva y su único hijo,
marcos familiares en los que el autor se mueve como pez en el agua, el impacto
de los lazos de sangre, los secretos escondidos y el peso de un pasado que
siempre vuelve por muy enterrado que esté.
Narración fluida, lenguaje
asequible y prosa cuidada no faltan en una ficción redonda en la que todo acaba
encajando a la perfección.
Os la recomiendo por la
sencillez de lectura, por su sentido atemporal y porque te hace plantearte la
necesidad de abordar las conversaciones pendientes, las tengas con quien las
tengas. Os gustará.
“Un gran error es arruinar
un presente, recordando un pasado que ya no tiene futuro”.
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