lunes, 1 de junio de 2020

La casa holandesa, Ann Patchett

Confieso que en más de una ocasión, una portada lo es todo a la hora de fijarte en un libro. “La casa holandesa” es el ejemplo de que una estampa atractiva te obliga a buscar la sinopsis para ver si el reverso se corresponde con la belleza del anverso. Atractivo argumento que en el fondo parecía más de lo que ha sido, aunque no me ha decepcionado, es un relato familiar para leer con tranquilidad y sin grandes pretensiones.

“A finales de la Segunda Guerra Mundial, a Cyril Conroy lo visita la suerte: hace una única pero muy inteligente inversión que le permite poner en marcha lo que se convertirá en un gigantesco imperio inmobiliario. El negocio catapulta a su familia desde la pobreza a una ingente riqueza, y su primera decisión es comprar la Casa Holandesa, una rica mansión a las afueras de Filadelfia. La casa, que pretende ser un regalo para su esposa Elna, terminará marcando los designios de toda la familia. Elna, incapaz de soportar la vida en una mansión como aquella, abandona a su familia para entregarse a los más necesitados. Maeve, la hermana mayor, se verá obligada a ejercer de madre para Danny, el pequeño. Circunstancias imprevisibles golpean a los hermanos, que se ven obligados a abandonar su casa de ensueño y rayan de nuevo la pobreza de la que habían escapado sus padres. La adversidad y una profunda nostalgia hacia el hogar que les ha sido arrebatado forjarán un vínculo indestructible entre ellos." La Casa Holandesa " es un cuento de hadas sembrado de claroscuros, un relato sobre un paraíso perdido que ahonda en cuestiones como la memoria, el amor y el perdón”.

Desde las primeras páginas y por los personajes y la línea argumental, se me vino a la cabeza un libro que leí hace muchos años, “Flores en el ático”; hermanos que se quedan sin su madre, un padre poco entregado, una madrasta mala malísima y muchos dramas. En esta ocasión también hay una mala de campeonato que pasa a un segundo plano y al primero salta la historia de los Conroy, Danny y Maeve, víctimas de un expolio que va a marcarlos de por vida. Y ahí empieza en verdad 'La casa holandesa', cuando los dos hermanos son arrojados a un vacío sin red y privados de una parte sustancial de su identidad.
Parece al principio un cuento de hadas, demasiado sensiblón y  debo decir que estaba disfrutando mucho de este libro, pero llegado un punto dejó de resultarme interesante y se transformó, para mí, en otra historia más.
Pero esto no fue suficiente para dejar el libro a medias ni abandonar su lectura; cuenta con  interesantes descripciones que hacen muy seguir lo que está sucediendo, y te permite adentrarte en la historia y sentirla plenamente, como si fueras uno más de la familia.
La novela se estructura en tres grandes partes, dividida cada una de ellas en capítulos. La primera parte consta de siete capítulos y ocupa ciento cincuenta páginas y a mí es, desde luego, la parte que más me ha gustado. Esta primera parte me ha parecido preciosa, sin embargo, tengo que decir que a partir de la segunda parte mi interés fue decayendo, ya que sentía que la trama estaba perdiendo vida y ese toque que la hacía especial.
Reconozco que me ha resultado bastante difícil avanzar con la lectura llegado este punto, porque la historia estaba adquiriendo una cierta lentitud. Sí que me gustaría destacar el maravilloso estilo narrativo, me ha parecido que el libro está escrito con mucha elegancia y delicadeza, y ha sido esto lo que ha conseguido que continuara leyendo hasta el final.
La segunda parte ocupa los años de juventud de Danny y en la tercera nos encontramos con dos protagonistas ya adultos. Esta parte es la que menos me ha gustado de las tres. No me ha disgustado pero me ha parecido un tanto más lenta que la primera y, desde luego, que la tercera en la que todo se acelera. En estas partes veremos evolucionar a los personajes y construir su propia vida
Los personajes son lo mejor de todo este libro, pues son fantásticos y tienen un desarrollo impresionante. Los acompañamos a lo largo de toda su vida, desde su infancia hasta la vejez, y los vemos transformarse en unos adultos que no son capaces de superar el pasado, marcado por la ausencia de su madre y otras muchas dificultades por las que tuvieron que pasar.
En favor de la novela decir que es muy agradable su lectura, la prosa es elegante y delicada, lenguaje asequible y salvo ese cambio de ritmo que perjudica la tensión narrativa, por lo demás no deja de ser un drama familiar que ocupa décadas de la historia de una saga norteamericana. Una historia con mucho amor pero también con dolor y traiciones.
Recomendada para la época estival, aunque pueda parecer una reseña poco animosa, no me cabe duda de que os gustará.

“Nada es eterno ni el dolor ni el gozo, ni la felicidad ni la tristeza; lo pasajero acaba por imponerse al mayor de los designios”.


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