Confieso que en más de una ocasión, una portada lo es todo a
la hora de fijarte en un libro. “La casa holandesa” es el ejemplo de que una
estampa atractiva te obliga a buscar la sinopsis para ver si el reverso se
corresponde con la belleza del anverso. Atractivo argumento que en el fondo
parecía más de lo que ha sido, aunque no me ha decepcionado, es un relato
familiar para leer con tranquilidad y sin grandes pretensiones.
“A finales
de la Segunda Guerra Mundial, a Cyril Conroy lo visita la suerte: hace una
única pero muy inteligente inversión que le permite poner en marcha lo que se
convertirá en un gigantesco imperio inmobiliario. El negocio catapulta a su
familia desde la pobreza a una ingente riqueza, y su primera decisión es
comprar la Casa Holandesa, una rica mansión a las afueras de Filadelfia. La
casa, que pretende ser un regalo para su esposa Elna, terminará marcando los
designios de toda la familia. Elna, incapaz de soportar la vida en una mansión
como aquella, abandona a su familia para entregarse a los más necesitados.
Maeve, la hermana mayor, se verá obligada a ejercer de madre para Danny, el
pequeño. Circunstancias imprevisibles golpean a los hermanos, que se ven obligados
a abandonar su casa de ensueño y rayan de nuevo la pobreza de la que habían
escapado sus padres. La adversidad y una profunda nostalgia hacia el hogar que
les ha sido arrebatado forjarán un vínculo indestructible entre ellos." La
Casa Holandesa " es un cuento de hadas sembrado de claroscuros, un relato
sobre un paraíso perdido que ahonda en cuestiones como la memoria, el amor y el
perdón”.
Desde las primeras páginas y por los personajes y la
línea argumental, se me vino a la cabeza un libro que leí hace muchos años,
“Flores en el ático”; hermanos que se quedan sin su madre, un padre poco
entregado, una madrasta mala malísima y muchos dramas. En esta ocasión también
hay una mala de campeonato que pasa
a un segundo plano y al primero salta la historia de los Conroy, Danny y Maeve, víctimas de un
expolio que va a marcarlos de por vida. Y ahí empieza en verdad 'La casa
holandesa', cuando los dos
hermanos son arrojados a un vacío sin red y privados de una parte
sustancial de su identidad.
Parece al principio un
cuento de hadas, demasiado sensiblón y debo decir que estaba disfrutando mucho de
este libro, pero llegado un punto dejó de resultarme interesante y se
transformó, para mí, en otra historia más.
Pero esto
no fue suficiente para dejar el libro a medias ni abandonar su lectura; cuenta
con interesantes descripciones que hacen
muy seguir lo que está sucediendo, y te permite adentrarte en la historia y
sentirla plenamente, como si fueras uno más de la familia.
La novela se estructura en tres grandes partes, dividida cada una de ellas
en capítulos. La primera parte consta de siete capítulos y ocupa ciento
cincuenta páginas y a mí es, desde luego, la parte que más me ha gustado. Esta
primera parte me ha parecido preciosa, sin embargo, tengo que decir que a partir
de la segunda parte mi interés fue decayendo, ya que sentía que la trama estaba
perdiendo vida y ese toque que la hacía especial.
Reconozco
que me ha resultado bastante difícil avanzar con la lectura llegado este punto,
porque la historia estaba adquiriendo una cierta lentitud. Sí que me gustaría
destacar el maravilloso estilo narrativo, me ha parecido que el libro está
escrito con mucha elegancia y delicadeza, y ha sido esto lo que ha conseguido
que continuara leyendo hasta el final.
La segunda parte ocupa los años de juventud de Danny y en la tercera nos
encontramos con dos protagonistas ya adultos. Esta parte es la que menos me ha
gustado de las tres. No me ha disgustado pero me ha parecido un tanto más lenta
que la primera y, desde luego, que la tercera en la que todo se acelera. En
estas partes veremos evolucionar a los personajes y construir su propia vida
Los
personajes son lo mejor de todo este libro, pues son fantásticos y tienen un
desarrollo impresionante. Los acompañamos a lo largo de toda su vida, desde su
infancia hasta la vejez, y los vemos transformarse en unos adultos que no son
capaces de superar el pasado, marcado por la ausencia de su madre y otras
muchas dificultades por las que tuvieron que pasar.
En favor
de la novela decir que es muy agradable su lectura, la prosa es elegante y
delicada, lenguaje asequible y salvo ese cambio de ritmo que perjudica la
tensión narrativa, por lo demás no deja de ser un drama familiar que ocupa
décadas de la historia de una saga norteamericana. Una historia con mucho amor
pero también con dolor y traiciones.
Recomendada
para la época estival, aunque pueda parecer una reseña poco animosa, no me cabe
duda de que os gustará.
“Nada es
eterno ni el dolor ni el gozo, ni la felicidad ni la tristeza; lo pasajero
acaba por imponerse al mayor de los designios”.
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