miércoles, 8 de agosto de 2018

Los Caín, Enrique LLamas


El hecho de leer tanto y contar con poco tiempo supone un desafío a la hora de llevar al día el blog en el que comento mis lecturas; es por eso que faltando a mi costumbre de no copiar sinopsis de los libros, me veo obligada a utilizarlas al menos hasta que consiga acortar el número de comentarios pendientes.

“Un pueblo perdido en mitad de Castilla en las postrimerías del franquismo. Un joven maestro madrileño falto de experiencia y fuera de lugar. Una niña ahogada veinte años atrás. El fatal accidente de una adolescente para la que huir era la única salida. Una extraña epidemia que acaba con los ciervos del lugar, y el silencio, la nieve, la cerrazón y los secretos como únicos testigos, mudos e impasibles, del lento pasar de los días en un lugar olvidado, furibundo en medio de la nada, ahogado bajo odios enconados y rencores enquistados cuyo motivo nadie recuerda”.
Primera novela del joven periodista Enrique Llamas, confieso que el título atrajo mi atención y casi pude imaginar que la maldad iba a ser protagonista de excepción, esa maldad desinteresada y gratuita que si no se habla acaba siempre saliendo de una manera u otra. Nos traslada a un oscuro lugar en los últimos años del Franquismo y logra construir una historia sólida y honesta. La atmósfera que rodea el relato es oscura y tenebrosa, no es una novela negra al uso puesto que se aleja de la estructura clásica a la que estamos habituado, pero en todo momento se percibe la mezcla de realidad y ficción de esta historia de tintes rurales.
Si tuviera que resumir el argumento diría que es la historia de un maestro madrileño que llega a un pueblo pequeño y remoto del noroeste de Zamora y descubre que sus buenas intenciones no son suficientes para un lugar donde lo consideran un extraño. Somino es el nombre de la localidad en la que está a punto de caer la noche y se procede al precipitado entierro de Arcadio Cuervo. Sin embargo, esta no es la única muerte, marcada por las dudas que ensombrece este pequeño pueblo de Castilla. 
En Somino ocurren sucesos que muchos prefieren ignorar u olvidar.
De ese rencor es testigo involuntario Héctor, el maestro cuyo nombre pronto estará en boca de todos sus convecinos, viendo atónito como los conflictos se trasladan al aula y el miedo empieza a convivir con la violencia en un lugar escondido y difícil de encontrar.
En cuanto me informé acerca de esta novela y las motivaciones de su autor, descubrí las dos referencias fundamentales de la obra: por un lado, el título es la oposición a Los Abel, de Ana María Matute; por otro, el lenguaje, el escenario e incluso el tiempo de la narración conduce inevitablemente a Miguel Delibes, a quien cita el autor en la nota final de agradecimientos. No hay que olvidar el título con sus claras referencias bíblicas que reflejan la realidad de un pueblo dividido, partido en dos mitades irreconciliables, la de los “Llano” y los el “Teso”.

La trama está inspirada en hechos reales que tuvieron lugar en la última década, entre ellos las muertes de los ciervos de Sierra de la Culebra en el 2010, uno de los detonantes de la acción es la aparición de  estos ciervos muertos en las calles del pueblo en el que transcurre la mayor parte de la acción y los ciervos son muy comunes justo en esa región, o en acontecimientos vividos por el padre de Enrique, maestro rural que le contaba desde niño y que con habilidad le han servido para dar cuerpo a esta mezcla de ficción novelada.
El pueblo al que llega el protagonista está dividido en dos zonas, la alta y la baja, y sus habitantes se agrupan también en dos bandos. Entre ellos existe un odio ancestral de cuyo origen nadie quiere hablar pero que alimentan con sumo cuidado. La muerte de una niña años atrás y el accidente sufrido por una adolescente que huía en el tiempo de la acción no hacen sino profundizar en esa división, en un contexto de ciervos muertos, cazadores furtivos, guardias civiles a quienes nadie quiere llamar aunque sucedan cosas muy graves y un director de escuela a quien el centro no interesa nada en absoluto.
Llamas narra con un lenguaje clásico, prosa medida y afilada recuperando palabras que ya casi nadie usa fuera de los pueblos más remotos y es capaz de hablar de la violencia sin referirse a ella de manera muy directa. Un narrador con pulso que se suma a la corriente de novela rural que parece ya un subgénero en la literatura española actual.
Ambientación perfecta que nos hace vivir intensamente el marco rural y la época de los 70 a través de descripciones de gestos y comportamientos de vecinos que llegan a incomodar. Retrato de un mundo rural que nos llega gracias a sus personajes en una historia angustiosa y opresiva donde lo que menos importa es el desenlace. Bien escrito y para todos los públicos especialmente para los amantes de lo rural. Son algo más de doscientas páginas que aportan muchas reflexiones acerca de un mundo que aparentemente no existe y que por el contrario se encuentra tan cerca. Os gustará.

“Nunca atribuyas a la maldad, lo que puede ser explicado por la estupidez”.

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