Ver una portada así me traslada a
la infancia y me hace recordar lo bien que lo pasábamos en un mundo sin móviles
ni ordenadores ni dispositivo alguno electrónico que nos atontaran horas y
horas. Era tan atrevida y tan inconsciente, que la postura de esa niña de la
foto la he llegado hacer entonces, con la misma facilidad con la que camino
hoy. Me apasiona mirar fotos y volver a disfrutar de aquellas cosas sencillas
que no requerían más que valor y que tan felices nos hicieron. A demás de esa
estampa tan evocadora, el título me pareció muy curioso, las cien páginas muy
acordes con lo que buscaba, y la sinopsis bastante aceptable; de manera que en
un par de tardes escasas lo leí y sin ser inolvidable reconozco que fue agradable.
“Nacer y crecer en Nápoles agota el destino: vaya uno donde vaya, ya lo ha
recibido como dote, mitad lastre, mitad salvoconducto.» Un hombre recuerda el
verano de sus diez años en un pueblo costero cerca de Nápoles, los años en que
se anhela un futuro desde el que sólo se puede mirar atrás. Entre la pesca y
los libros, los paseos en solitario y los encuentros con los muchachos del
barrio, transcurren sus días, hasta que conoce a una niña sin nombre que le
descubre el peso de palabras como amor o justicia. A los diez años, la edad se
escribe por primera vez con dos cifras. La inquietud y el deseo de crecer son
más fuertes que la apariencia física; torpe cascarón el cuerpo infantil. Y permanece
intacta la necesidad de protección que cura el calor de las historias
familiares, la presencia de una madre y el contacto de la mano amiga”.
Lo primero que leo de Erri de Luca, al parecer es su última novela, escrita
en el 2012 dentro del género de ficción literaria, aunque una vez leída su
trayectoria literaria, al parecer esta novela tiene mucho de autobiográfica. El
narrador tiene en la actualidad 60 años, Erri nuestro escritor, y en un viaje a
su infancia recuerda en primera persona el verano de sus diez años en una isla
napolitana donde conoce a una chica tan “diferente” como él mismo. Sin duda la
isla en la que suceden los momentos vividos por este niño, es a su vez una isla
emocional. Este relato breve está plagado de metáforas y evocaciones de
situaciones buenas y malas, pero especialmente es un reflejo de lo mucho que
aprendió en aquel corto periodo de tiempo.
Estilo narrativo muy sencillo, ha sido capaz de contar muchas cosas en
pocas páginas y es de agradecer, pero no solo narra, describe con nostalgia
aquella experiencia con una niña de la que no dice su nombre, y lo que para él
fue descubrir el amor y la justicia, dos valores que tendrían mucho impacto en
su vida adulta.
Poco más puedo reseñar de una novela tan breve, el ambiente de lugares como
Nápoles resultan muy atractivos, el ejercicio de evocar nuestra infancia es
algo tan íntimo que sin duda el autor ha logrado a la perfección, no deja pasar
sus enfrentamientos con los niños que le acosaban por sus manías y su
independencia, y lo hace con sencillez y sin dramatismo aunque es cierto que
dejó huella en su personalidad; dedica momentos de gran ternura a la
complicidad con la niña amante de las novelas policiacas y con la que el tiempo
a compartir con ella paraba todos los relojes.
Recomendada por su brevedad y por estar muy bien escrita, pero en algunos
momentos llegó a ser algo lenta, quizás porque salvando diferencias los veranos
de la infancia son todos muy parecidos, los descubrimientos y cambios hacia la
adolescencia a todos nos suenan, de ahí los pequeños instantes de aburrimiento
de la lectura. Pero en general se disfruta en una tarde de sol junto a un buen
café. Os gustará.
“Cuando un recién
nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo
tiene atrapado para siempre.”
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