Nuevamente
me asomo al blog con Zygmunt Miloszewski, el fiscal Szacki aparece
con la misma garra y buen hacer que en “El caso Telak”,
incluso me atrevería a decir que me ha gustado más, tal vez porque
la forma de narrar de este joven escritor polaco me resulta
emocionante y satisfactoria.
Sin
duda es el representante de la novela negra en Polonia y he de
confesar que me recuerda a Pierre Lamaitre, con esos guiones
impecables, bien construidos que proporcionan una lectura ágil,
ligera y cargada de ritmo y tensión desde el inicio hasta el final.
Pronto
dará comienzo la primavera en Sandomierz, la pequeña y pintoresca
ciudad de provincias donde el fiscal Teodor Szacki ha decidido
trasladarse para dar un vuelco a su fulgurante carrera en Varsovia, y
después de poner punto final a su matrimonio. Szacki ansía una
nueva vida, aunque se aburre y echa de menos la acción de su antiguo
puesto. Sus días de aparente placidez se verán interrumpidos por un
nuevo caso de asesinato: el cuerpo de una mujer desangrada de acuerdo
con los ritos de sacrificio judíos ha sido hallado delante de la
sinagoga. Cuando el marido de la víctima corre la misma suerte, los
vecinos reviven temores de hace décadas. Frente a un aumento sin
precedentes de antisemitismo, Szacki tendrá que ahondar en un pasado
con ecos dolorosos para encontrar la verdad de una historia que
despierta demasiadas pasiones.
Lo mejor de la novela
es que desde el principio están ocurriendo situaciones que crean
expectación y no deja este planteamiento en ningún momento, la
sorpresa dota al argumento de atención y por tanto engancha sin
necesidad de esfuerzo. Al igual que su primera novela, esta segunda
de la trilogía de Miloszewski, está ambientada en Polonia, en un
marco rural donde se nos muestra la cara más oculta y profunda de
este país y su sociedad. Es habitual recurrir a lugares reales para
narrar novelas ficticias. Si tuviera que destacar el tema estrella
sin duda la xenofobia y el antisemitismo se llevarían el premio,
pero es cierto que nos evoca el pasado comunista de la Europa del
Este y en concreto de las relaciones entre polacos y judíos antes,
durante y tras la Segunda Guerra Mundial.
Son novelas donde la
trama tiene un peso brutal pero sin duda alguna el personaje del
fiscal treintañero, separado y con escasas habilidades sociales,
acapara el encanto de la narración.
Buenos
diálogos, desarrollo de subtramas paralelas que sirven para abordar
temas o cuestiones relevantes a nivel histórico, las rencillas, la
venganza, las cuentas pendientes entre una sociedad marcada por el
peso de la Historia..
Al principio hice
referencia al maestro de la novela negra francesa, Pierre Lamaitre y
ahora no quiero dejar pasar la ocasión para nombrar a Henri Mankell,
por las innumerables referencias al mismo.
Prefiero
no contar nada más de “La mitad de la verdad”
decir que su lectura es independiente de “El caso
Telak”, que las dos son
muy recomendables para los amantes de este género, que a pesar de la
crudeza de ciertos párrafos, el humor aparece de manera elegante y
bien dosificado y que como bien dice el título, la verdad puede
estar dividida en mitades, nada es nunca lo que parece..., os
gustará.
“Nadie
cuenta nunca la verdad absoluta, se cuentan realidades que inventan o
maquillan lo que se vive, para hacerlo más interesante y llevadera”.
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