Paseando en un centro comercial
por la zona dedicada a los libros, allí entre montones de estos depositarios de
historias, encontré un título muy sugerente que me recordó a un refrán que yo
habitualmente recito:“El que habla de la vida de los demás, es que la suya es
muy aburrida”, es tanto como hablar de “vidas ajenas”, y es por esta relación
anecdótica que me detuve en esta novela de las que ahora llaman “no ficción”
para comprobar si valía la pena saber de otras vidas a sabiendas de que la mía
aún no es aburrida.
“En cuestión de pocos
meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la
muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos
y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes
nuestra historia? Era un encargo, y lo acepté. Empecé, pues, a contar la
amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los
dos cojos y los dos jueces, que se ocupaban de asuntos de sobreendeudamiento en
el tribunal de primera instancia de Vienne”.
Reconozco que me pareció una sinopsis
desgarradora y macabra, pero igualmente sentí la necesidad de saber si el autor
había sido capaz de abordar las desgracias humanas de manera cotidiana o
sensiblera y puedo decir que lo descubrí gratamente.
El punto de partida de la novela es brutal, las
consecuencias del Tsunami del Índico y sus efectos sobre Ceilán, marcan el
pistoletazo de salida de una crónica de sucesos estremecedores entorno a la
muerte y el dolor que ésta deja a su paso. Al principio el escritor aborda el
final de la vida de manera colectiva y conforme avanza la obra lo hace de forma
individual; tanto una como otra refleja la fragilidad de los seres humanos ante
las desgracias.
Lectura provocada por la pérdida del hijo de un amigo y
de una compañera de trabajo, ambas dejan un impacto en el escritor que se
plantea narrar esas “vidas ajenas” de quienes son supervivientes de un destino
cruel e injusto. Es una mezcla de historias en las que se cuestionan permanentemente
las relaciones humanas. Aunque las tristezas juegan un papel importante en la
novela, los verdaderos protagonistas son las personas, los recursos que
muestran para gestionar el dolor, asumir las desgracias, superar las pérdidas y
enfrentarse a la crueldad de la vida cotidiana, ser en definitiva supervivientes
de su suerte.
Narración sencilla desprovista de adornos, lenguaje ameno,
estructura simple, con un repertorio de temas muy variados, la muerte, la vida,
la enfermedad, la precariedad de la justicia, el amor…, emociones marcadas por
la tristeza que confecciona para los lectores un inteligente retrato de la
dignidad humana. Algo más de doscientas páginas que se leen solas, que no
provocan llanto sino reflexión llegando a convertirlo en canto al coraje y al
valor. El autor hizo participe a los protagonistas de su relato, invitando a su
lectura y critica algo totalmente original y generoso.
Recomendable porque se aleja de la intención de provocar
dolor en el lector, Emmanuel Carrére es un cronista de hechos acerca de la
crueldad de la vida, es el modisto que desnuda la condición humana y nos la
presenta tal como es, no deja mal sabor de boca y al menos a mí me ha permitido
saber que ser superviviente es solo una opción de vida, pero sin duda la más
acertada.
“En la vida, lo más triste, no es ser
del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos
conseguirlo”.
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