Es difícil no detenerse en una
portada con tanta ternura, la niña con trenzas y vestidito de cuadros nos
traslada de un salto a una infancia que dormita en nuestro recuerdo como parte
de nuestra identidad. Me atrajo el título y la invitación que aparece en su
reseña; Ángeles Mastretta nos abre una entrada a su pasado y nos hace partícipes
del legado de los días de su vida evocando los detalles más cotidianos y al
mismo tiempo más preciados de este mundo palpitante y generoso que nos rodea.
Algo en común con la escritora
mexicana es que cada uno de nosotros tenemos esa posibilidad de elaborar
nuestro propio relato de recuerdos, viajar al pasado, retroceder y detenerse en
momentos que aportaron emociones inolvidables, volver a disfrutar de aquello
que nos hizo feliz. Sin duda nuestra vida es un rompecabezas de retazos que mantenemos
intactos como testigo de nuestra existencia. Con esta intencionalidad la autora
reflexiona acerca de los grandes temas universales como la belleza, la
juventud, el amor, la muerte y el paso inevitable del tiempo.
El libro es una recopilación de
instantes de su vida, un ejercicio sencillo y melancólico de buceo en pequeños
momentos junto a su madre, en su calle, con sus amigos, retales de vida,
fotografías que despiertan sentimientos dormidos, reclamos a la memoria hecho
frases. Escrito en prosa poética destila nostalgia desde la primera palabra,
con un lenguaje elegante que atrapa y te traslada a un estado de placidez que
invita a celebrar y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.
No voy a caer en el error de
recomendar el libro solamente a mujeres, la sensibilidad aunque es “femenina”
no conoce de sexo, todos gozamos de nuestro lado tierno, destaparlo y darle
alas es un ejercicio que engrandece el ánimo. Yo siempre digo que los recuerdos
no deberían existir porque aquello que vivimos en un pasado y nos hizo feliz,
ya lo disfrutamos, pero recuperar momentos que nos rompió el alma resulta cruel
y duro; revivir las angustias, requiere un gran esfuerzo y buenas dosis de valentía,
de manera que mejor olvidarlo todo. Pero ¿Quién renuncia a los recuerdos?,
¿Quién deja incompleto su puzle de vida?; la contestación o la dejo a vosotros.
Muy recomendado para aquellos que
busquen disfrutar del placer de la escritura con “tonillo” mexicano, dulzura
con sabor a infancia y ternura que no caduca. Os gustará.
“No sé si alguna vez olvidaré hasta el recuerdo de
quién fui en la infancia. Dicen que los viejos siempre recuerdan mejor el
pasado remoto. Hasta que la vida se les va haciendo pequeña y llegan a olvidar
su nombre, antes de que la nada los nombre a ellos”.
"La tontería no viene en gotero sino en caudales",
"Bien nos perdonarán las horas"," El tiempo, ese juguete que nos
juega, acorta los deseos", “Lo que en mi juventud significó ruptura ahora
se suple con flexibilidad”.
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