Esta
novelista británica autora de “El Legado”, es lo más parecido escribiendo a la
conocida Kate Morton, la atmósfera en la que recrea sus historias tienen
bastante parecido, por eso las elijo cuando quiero algo sencillo y entretenido,
con las dosis justas de intriga y a ser posible con la esperanza de finales
felices.
Zach Gilchrist es un cuarentón que ha tocado fondo. Al
borde de la ruina económica y emocional, lo único que le queda es su pasión por
el arte de Charles Aubrey, un conocido pintor fallecido en la batalla de
Dunquerque, al que su abuela presumía de haber conocido en los años treinta
durante unas vacaciones en Dorset. Dispuesto a contar la verdadera historia de
Aubrey, Zach viaja hacia las costas de Dorset para seguir la pista de ese
artista misterioso. Ahí, entre brumas y acantilados, Zach conoce a Dimity, una
mujer mayor y algo extravagante, que había sido la modelo de Aubrey.
Sentado en la cocina de Dimity, Zach escucha y vuelve atrás en el tiempo, a cuando la anciana era aún una chiquilla y vivía en una chabola con su madre, conocida por ser la bruja del pueblo. Dimity le habla de su admiración por el pintor, que se transformaría luego en un amor enfermizo, y poco a poco el hombre llega a descubrir un hecho que ha permanecido oculto durante años, un secreto que ha marcado para siempre la vida de esa mujer y la de todos quienes rodearon a Aubrey.
Una atmósfera perturbadora, unos personajes que se desvelan de a poco y una escritura que envuelve al lector: he aquí el secreto de una novela destinada al éxito.
Sentado en la cocina de Dimity, Zach escucha y vuelve atrás en el tiempo, a cuando la anciana era aún una chiquilla y vivía en una chabola con su madre, conocida por ser la bruja del pueblo. Dimity le habla de su admiración por el pintor, que se transformaría luego en un amor enfermizo, y poco a poco el hombre llega a descubrir un hecho que ha permanecido oculto durante años, un secreto que ha marcado para siempre la vida de esa mujer y la de todos quienes rodearon a Aubrey.
Una atmósfera perturbadora, unos personajes que se desvelan de a poco y una escritura que envuelve al lector: he aquí el secreto de una novela destinada al éxito.
Lo
primero, avisar de las más de quinientas páginas de la segunda novela de esta
autora que aunque situada en el presente, nos traslada a los momentos previos a
la Segunda Guerra Mundial, en unas idas y venidas continúas a lo largo de
cincuenta años, con la finalidad de destripar un secreto tan antiguo como sus
protagonistas. Es por ello que no debemos extrañarnos del ritmo pausado de la
narración, especialmente al principio y que solo al final se precipita sin
aparente justificación. Dos tramas paralelas que representan el pasado y el
presente se desarrollan en un ambiente con mezcla de romanticismo y drama, con
ese recreo propio de historias de las costas británicas, cargadas de
descripciones cuidadas y pulidas, lo que ayudan a reforzar secretos bien
guardados y misterios por resolver.
Me
ha parecido que el comienzo es largo y
trillado en ciertos capítulos, es como si estiraran el argumento de forma
innecesaria, siendo el final más llevadero por el uso de giros argumentales que
te hacen recuperar el hilo de la historia. El recurso de mezclar narración y
diálogos junto con una prosa sencilla y sin florituras, salva el abandono de
esta lectura, aunque en honor a la verdad el ritmo general es bueno.
Lo
más criticable de la novela es su final previsible, no siendo la lectura del
año y muy seguramente de las que cueste acordarse, es impecable para evadirse,
demasiado británica y pastelona para mi gusto, pero recomendable para una tarde
de lluvia y tazón de chocolate.
“Es tan corto el amor y tan largo
el olvido”.
“El amor nace del recuerdo, vive
de la inteligencia y muere por olvido”.
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