sábado, 11 de junio de 2016

La librería ambulante, Christopher Morley

No podía dejar pasar un título como “La librería ambulante”, el hecho de imaginar que los libros buscan a los lectores y no al contrario, me llenó de emoción y no dudé en lo tierno y encantador que podía ser su contenido; eso, unido a la fotografía de su portada, sobraron para disfrutar de las escasas doscientas páginas que seguro iban a ser inolvidables.
Helen y Andrew McHill son una pareja de hermanos adultos que viven en una tranquila granja en el centro de los Estados Unidos. Ella se dedica a sus labores mientras él, recién famoso por un libro sobre técnicas agrícolas, piensa más en su afición literaria que en la tierra de cultivo. Un buen día se presenta Roger Mifflin, un vendedor de libros ambulante que transporta su material y vive en un carromato a través de los diferentes estados. Cansado este último de viajar, le ofrece a Helen venderle la carreta con toda la librería dentro. Ella piensa en adquirirla antes de que la vea su hermano y la compre él, dejándola sola y abandonada en la granja. Ni corta ni perezosa, toma la resolución en unos minutos de gastarse todo el dinero ahorrado a lo largo de su vida en la librería ambulante y emprender una nueva vida. Pero las cosas no son tan fáciles como parecen y los problemas surgen a los pocos kilómetros de la granja.
Novela que expresa el amor a los libros, recrea la importancia de todo lo ajeno a lo material, ensalza valores que hoy pueden sonar algo lejanos. Ambientada en Estados Unidos durante la segunda década del siglo XX, en la explosión de convivencia entre en lo tradicional y la modernidad que se impone osadamente. Hoy es considerado un clásico de la literatura americana publicado en 1917 y recuperado por la editorial Periferia, de la que no había oído hablar nunca, pero experta en estos desafíos.
Para mi ha sido un disfrute leer las experiencias y sentimientos que un librero puede tener con los libros que se han convertido en compañeros inseparables de viaje durante años. Tiene una estructura sencilla, lenguaje perfecto, grandes descripciones paisajísticas, humor, ternura... un deleite para los sentidos.Cuenta con reflexiones y situaciones divertidas que te invitan a releerlas sin pereza; quizás he disfrutado porque representa un homenaje a los libros, a su amor incondicional y a las diferentes formas de acercarlos a cualquier rincón del planeta.
Buscando una lectura breve me encontré con esta joya agradable y emotiva, apreciando la capacidad de poder tomar el relevo para mantener vivo el desafío de la lectura. Los dos personajes, Roger y Helen cuentan con una carga humana que completa un argumento sencillo y humilde, representando el valor de las decisiones que tomamos en la vida, ya sean en su momento o tardíamente, pero siempre con la esperanza de que sean acertadas.
Muy bonito, no os decepcionará.

El mundo es como un libro y los que no viajan, solo leen una página”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario