domingo, 24 de abril de 2016

Me llamo Rojo, Orhan Pamuk


Confieso que es un reto comentar una novela de la envergadura de “Me llamo Rojo”. Orhan Pamuk, nos presenta esta obra escrita a finales de la década de los noventa, ambientada en el siglo XVI con un escenario de fondo como es el Imperio Turco al que le acompaña irremediablemente la condición de espacio islámico, hecho que sirve de generador a una  historia narrada y descrita a modo de viaje minucioso al terreno fronterizo entre arte, religión, sexo, amor y poder.
“El Sultán ha pedido a los artistas más reputados del país un gran libro que celebre las glorias de su reino. Su tarea será iluminar esa obra al estilo europeo.  Pero como el arte figurativo puede ser considerado una ofensa al Islam, el encargo se convierte a todas luces en una proposición peligrosa. La élite gobernante no debe conocer el alcance ni la naturaleza de ese proyecto, y el pánico estalla cuando uno de los miniaturistas desaparece. La única pista para resolver el misterio -¿quizá un crimen?- reside en las miniaturas inacabadas”.
Esta es la sinopsis que aparece en el reverso del libro, si tuviera que contar brevemente su argumento diría: “Historia de un crimen, de un amor y el relato de la tradición pictórica de ilustrar libros en Oriente”; y lo haría porque creo que son los verdaderos temas de la novela. A lo largo de casi seiscientas páginas, el ganador del Premio Nobel de Literatura construye una narración con todos los ingredientes de la mejor novela de suspense e intriga, no en vano el despegue “pegamento” tiene lugar en el primer capítulo, cuando la propia víctima de un asesinato da a conocer al lector su situación y dispara la intriga que se mantiene hasta el final del libro.
Varias tramas confluyen en los cincuenta y nueve capítulos de “Me llamo Rojo”, el hilo conductor corre a cargo de los diferentes personajes vivos o muertos, humanos o animales, abstractos o animados, de los que tenemos conocimientos gracias a su presentación inaugural con la que se nombra cada uno de estos breves e intensos capítulos. Escritos en primera persona, con narradores a varias voces con nombres originales, que en una labor detectivesca van desvelando al lector acontecimientos que tienen lugar en torno al peligroso y mortal encargo del sultán, hechos todos que acaban conexionados en el tiempo y en el espacio, con el objetivo de proporcionarnos indicios suficientes para llegar a la identidad del asesino.
Desde el punto de vista literario, es una obra muy completa mezcla de novela policial e histórica, influencia de los cuentos orientales, dosis de filosofía, aportaciones religiosas y sin duda un trabajo de documentación exquisito de la antigua tradición persa del arte de ilustrar relatos. Resulta una lectura ágil y entretenida, original en el planteamiento narrativo, algo larga a mi gusto, ritmo bastante constante aunque el autor, se recrea en exceso en las descripciones de las ilustraciones lo que hace decaer el interés por la trama, algo muy bien compensado por la brevedad de los capítulos y porque en ellos siempre ocurre algo. Lenguaje asequible y sencillo al alcance de cualquier lector.
Pero “Me llamo Rojo” es algo más que una novela que sucede en nueve días y que cuenta el destino de los osados ilustradores encargados de inmortalizar al sultán sin salirse de los preceptos islámicos; es una narración histórica pura, en ella el escritor nacido en Estambul, cuenta el esplendor y la decadencia del Imperio Turco, describe la dicotomía entre Occidente y Oriente, el enfrentamiento entre la Europa católica y la Turquía islámica y nos hace partícipe de los temores de aquellos gobernantes que veían peligrar su pureza e integridad religiosa a merced de los placeres occidentales.
Necesitaría un apartado especial para hablar del papel de la pintura en la novela. El encargo parte de la pretensión de crear un libro que narre las grandezas del Imperio Otomano ilustrado al estilo de los francos (occidentales), con la idea de regalárselo al Dux de Venecia y que éste quede intimidado por el poder del Islam. Ante las limitaciones coránicas y la ortodoxia islámica, dicha tarea será clandestina para estar alejada de la ira de los imanes. Los ilustradores no eran considerados artistas, artesanos en todo caso, su tarea era reproducir o imitar, no tenían estilo propio, no podían destacar, no firmaban sus obras, el anonimato era su seña de identidad. Frente al Renacimiento artístico occidental, las ataduras religiosas del Islam imponían a los ilustradores creaciones plagadas de figuras planas sin perspectivas, impersonales, repetitivas, carentes de expresión y movimiento. Toda la novela de Orhan es a su vez una oportunidad para contar la vida de los ilustradores turcos a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Voy a terminar valorando a grandes rasgos esta novela compleja, ambigua y ambiciosa por cuanto ha pretendido abarcar su autor. Entretenida por la trama que no abandona en ningún momento, muy ligera hasta la mitad, algo lenta y empantanada en el centro del relato y con cierto impulso final. Muy original en lo referente a personajes, rica en documentación histórica, demasiado precisa y repetitiva en los temas pictóricos, datos en exceso que acaban siendo innecesarios para la resolución del crimen y que hacen peligrar la caída en el aburrimiento. Por eso desde mi humilde opinión es difícil clasificar una novela de comienzo brillante y planteamiento narrativo genial, esto es solo una reseña y nada más lejos de mi intención que desanimaros. La recomiendo porque tiene todo lo que más me apasiona: Historia, Arte, Crimen y Amor. Os gustará.

“A veces digo algo y mientras lo estoy diciendo comprendo que es lo que pienso, pero justo cuando acabo de comprenderlo, ya estoy absolutamente convencida de lo contrario.” 

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