El
mundo en el que me muevo habitualmente, no suele ser el argumento de
la lecturas que caen en mis manos, no sucede ni por azar, ni
buscándolas a propósito; simplemente no se eligen como marco para
asesinatos o crímenes truculentos, la verdad es que da poco juego
para estos dramas. En esta ocasión, Carlos Montero, sí que ha
tomado un instituto y un pequeño pueblo, como el entorno en el que
dar vida a la historia de Raquel y su desafortunada sustitución,
algo que aparentemente le alegra la vida a cualquiera, a ella se la
complicó hasta términos insospechados.
Más
o menos he adelantado el argumento, pero lo voy a completar con la
sinopsis; “La
historia de Raquel, una joven profesora de literatura en horas bajas
que acepta una suplencia en un instituto de Novariz, el pueblo de
donde, casualmente, procede su marido. En su primer día de trabajo,
se entera de que Elvira, su predecesora, se ha suicidado y al
finalizar las clases encuentra en su bolso una nota con una funesta
pregunta: "¿Y tú cuanto vas a tardar en matarte?".Raquel
intentará averiguar quién está detrás de esa amenaza, y se
obsesionará con lo que le ocurrió a la antigua profesora.”
Es
la primera vez que leo a Carlos, esta es su segunda novela, por si os
interesa la primera es “Los tatuajes no se borran con el
láser” y no puedo contaros nada de ella porque no la he
leído; quiero decir con esto, que mi primera impresión no es muy
buena, por lo que le daré una oportunidad si tengo ocasión de leer
la que me falta, la he encontrado entretenida y poco más muy
ajustada a un guionista de series como “Física y química”
o “El comisario”, vamos que en algunas ocasiones
estoy tentada de escribir al menos cuentos cortos, esos que de vez en
cuando invento para mis nietos.
Bueno,
voy a reseñar la novela según mis impresiones. Aunque el argumento
promete, es un capítulo de esa serie que he mencionado arriba pero
alargado y sacándole partido. Narrada en primera persona, ambientada
en Galicia, historia rodeada de adolescentes que se comportan como
adultos y adultos que quieren ser niños, con un suspense relativo y
forzado que casi hay que empujar a terminar de perfilarlos. Drogas,
líos, mentiras, dobles vidas, engaños y todo en un espacio muy
reducido... poco creíble; y es una pena, porque el inicio es potente
al contar la muerte de Elvira, pero se desinfla la historia a pasos
agigantados.
No
le va a gustar a todo el mundo mi comentario, pero es que hay libros
que triunfan por la etiqueta de “Premio ...”, o por
ser escrito por determinado escritor, o en ocasiones por el padrinaje
de editoriales y buen marketing, entrevistas y buena promoción en
medios de comunicación; es una suerte contar con todos esos recursos
que casi siempre se rematan con una presencia en primera plana en los
escaparates de todas las librerías del país. De verdad, creo que es
uno de estos casos y me apena por otros relatos que se quedan sin
disfrutar de esta gloria, aunque se lo tengan mucho más merecido.
La
narración es buena, amena, fluida y de lenguaje sencillo; la
recomendaría como lectura obligada de verano a los suspensos de
literatura, pero para nada a los aventajados y curtidos lectores. En
muchos párrafos se leen frases muy infantiles, diálogos absurdos y
repetitivos y lo peor de todo es que se intuye el final desde el
principio y para colmo, los malos son atrapados y los buenos siempre
se salvan.
El
tema que mueve la trama es el acoso a los profesores y la importancia
y consecuencias del uso de las redes sociales, así como los efectos
negativos de las mismas en todos los colectivos sociales y en el
ámbito de la privacidad en especial.
Cuando
consulté el autor y la obra, la “vendía”
como “thriller psicológico”,
que el suspense era un componente fundamental de la historia y que
según la editorial, Carlos Montero, había hecho y cito
textualmente: "una
disección de la debilidad humana. De la culpa. De la fragilidad de
las relaciones. Y de las mentiras y secretos sobre las que montamos
nuestras vidas sin calibrar ni ser conscientes de las consecuencias".
Personalmente,
aún habiéndola leído por ser inasequible al desaliento, no he
visto ni he disfrutado con esa intención creativa a la que alude y
los personajes podían haber salvado la novela y más bien ha sido
todo lo contrario.
Os
la recomiendo para el verano, para desconectar y si esperar nada a
cambio, solo disfrutar con el placer de deslizar los ojos por las
autopistas de renglones que conforman las palabras.
“El
orden es el placer de la razón pero el desorden es la delicia de la
imaginación”.
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