jueves, 1 de octubre de 2015

La Templanza, María Dueñas

Recuerdo el inicio del mes de Septiembre como uno de los peores de mis últimos años, el curso académico ha estado repleto de acontecimientos nefastos que me han impedido concentrarme en nada y menos en una lectura profunda; así ha ido pasando el mes, y una vez que todo sen ha tranquilizado, he echado mano de esta novela de María Dueñas que estaba literalmente aparcada desde el inicio del verano; su título, “La Templanza”, responde a mis necesidades emocionales de estos momentos, lo de menos es la calidad de la misma, de manera que la he leído y tengo que reconocer que algo más relajada estoy; porque en las fechas que se avecinan voy a necesitar “Mucha templanza”.
Una vez justificada como es habitual en mi la elección, quiero contar que desde que leí “El tiempo entre costuras”, María se convirtió en una escritora que gozaba de todo mi aplauso, luego, emocionada por la aparición de su segunda obra ,”Misión Olvido”, sufrí la decepción más impresionante de los últimos años, y es que cuando la reseñé conté que tenía la sensación de que no había sido escrita por ella. Tal fue mi desencanto que no tenía intenciones de volver a leer nada de esta escritora, pero en una nueva oportunidad he querido abordar “La Templanza” con el propósito de superar ese mal sabor de su segunda novela; quizás esa ha sido la razón de estar “aparcada”, algo poco común en mi, pero para ser franca me daba miedo volver a criticarla aún sabiendo lo difícil que es el arte de escribir.
Leída queda y no puedo llegar a decir que es tan mala como la anterior ni tan buena como la primera, pero es cierto que no respondiendo a mis expectativas literarias, sí que ha calmado mi ánimo y ha logrado centrarme en mi hábito de lectora, que con tanto jaleo ni ganas de leer tenía; de manera “que ni para ella ni para mí”, la dejaremos en aceptable y no la voy a reseñar como decepcionante porque tampoco lo merece.
Nada hacía suponer a Mauro Larrea que la fortuna que levantó tras años de tesón y arrojo se le derrumbaría con un estrepitoso revés. Ahogado por las deudas y la incertidumbre, apuesta sus últimos recursos en una temeraria jugada que abre ante él la oportunidad de resurgir. Hasta que la perturbadora Soledad Montalvo, esposa de un marchante de vinos londinense, entra en su vida envuelta en claroscuros para arrastrarle a un porvenir que jamás sospechó. De la joven república mexicana a la espléndida Habana colonial; de las Antillas al Jerez de la segunda mitad del XIX, cuando el comercio de sus vinos con Inglaterra convirtió la ciudad andaluza en un enclave cosmopolita y legendario. Por todos estos escenarios transita La Templanza, una novela que habla de glorias y derrotas, de minas de plata, intrigas de familia, viñas, bodegas y ciudades soberbias cuyo esplendor se desvaneció en el tiempo. Una historia de coraje ante las adversidades y de un destino alterado para siempre por la fuerza de una pasión”
Lo primero que destaco, es la elección de un hombre por parte de María como protagonista principal, es evidente que una mujer que mueva la novela existe, pero son esos secundarios potentes que ella trabaja también y que casi empaña el papel del “actor” principal, pero sin duda esta vez ha elegido a la persona de sexo contrario al que nos tiene acostumbrados. Documentación impecable, tres escenarios sirven de fondo a la obra; México, en una primera parte bastante lenta, La Habana da paso a la segunda y al final Jerez de la Frontera, localidad donde aparece Soledad, dando el ritmo a la trama que no ha tenido hasta este momento.
El argumento es prometedor, pero solo eso, es una historia colonial con inicios que no te engancha, a la que le cuesta arrancar y con altibajos que te llevan desde situaciones cargadas de emoción a páginas donde la trama se ha desinflado por completo; es lo que me hace percibirla en su conjunto como “floja”, pero no es razón para abandonarla.
He echado de menos en estas casi seiscientas páginas el tema de las relaciones humanas que tan bien sabe trabajar María Dueñas, las cuestiones económicas solapan aspectos íntimos de los personajes que enriquecen la historia; tal vez eso me hubiera interesado más que otras cuestiones en las que se recrea sin prisas.
Es entretenida en general, su lectura es ágil y fácil de seguir; me ha recordado a los guiones de “telenovelas” o series de mediodía españolas que ahora tenemos al alcance. Sin menospreciar a nadie, creo que hay un público muy determinado al que le encantaría “La Templanza”; por supuesto la escritora manchega ha planteado una trama bien construida en el tiempo y con una ambientación sin criticas.
Me siento muy injusta con La Dueñas, inevitablemente todo lo que leo y comento lo hago comparándolo con “El tiempo entre costuras” y eso no deja de ser un error, pero es lo que hago, por eso, os invito a que la leáis y no descartéis por lo que cuento la novela. Siempre digo que la lectura es mi tabla de salvación y he comenzado diciendo que la escogí porque necesitaba salir de un embudo emocional y “ella” me ha ayudado, de manera que en justa compensación y por “la templanza” que me ha aportado, quiero recomendarla, no cuando sea una cuestión de urgencia, sino por el grato y satisfactorio placer de leer.
Seguro que os gusta.

Templanza y trabajo son los dos mejores custodios de la virtud”.
El vigor del alma, como el del cuerpo, es fruto de la templanza.”.

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