Los
meses de septiembre son muy ajetreados en mi vida, es por ello que mi
hábito de lectura se resiente hasta el extremo de buscar novelas
cortas que me permitan mantener el ritmo habitual al que estoy
acostumbrada; cuento esto para justificar la elección de “El
lugar sin culpa”, que no siendo inolvidable, se ajusta muy
bien a lo contado en líneas anteriores.
José
Mª Merino, es un autor desconocido para mi, me atrajo la portada
relajante, el número de páginas y por supuesto el argumento, las
tres razones me convencieron para leerla y las tres fueron acertadas.
Al
parecer, según he leído en la biografía de Jose Mª, es normal
elegir para sus relatos parajes solitarios o como en este caso una
isla apartada que permita a sus protagonistas “encontrarse a
sí mismos”.
“Una
bióloga, para alejarse de un doloroso drama familiar, elige como
destino profesional un laboratorio situado en una isla casi
deshabitada, un «espacio protegido», donde el transcurrir del
tiempo se ajusta mucho más al ritmo de la naturaleza virgen que al
de los pocos seres humanos que habitan en ella, y donde parece
posible que la memoria personal pueda ser anulada. Sin embargo, la
llegada a la isla de un barco con el cuerpo ahogado de una joven
devolverá a la protagonista la conciencia de la realidad humana y
temporal a la que, a pesar de todo, pertenece”.
Sin
duda la protagonista es la doctora Gracia, pero junto a ella,
aparecerán poco a poco un repertorio de habitantes muy variopintos
que acarrean sus propias historias personales; todos tienen en común
el factor de la “huída” de algo que desean dejar
atrás, infortunios variados que han provocado el abandono de sus
vidas anteriores.
La
isla está situada en el Mediterráneo, Baleares, es el marco en el
que se ambienta este relato de lenguaje sencillo, con un trasfondo de
naturaleza que roza lo paradisiaco; un escenario que hará de
refugio a todos los que quieren mantener a distancia a la infelicidad
que ha provocado su arribada a esa “isla” al
alcance de cualquiera.
Tal
como cuenta el argumento, la paz ansiada se ve alterada por la
aparición de un cadáver de mujer y la realidad estalla brutalmente
ante la posibilidad de que dicha mujer tenga relación con nuestra
aisla doctora. No quiero desvelar más porque rompería lo poco de
misterio que tiene la novela.
Sin
duda se nos invita a reflexionar con las cuestiones vitales a la que
nos enfrentamos continúamente; la superación del pasado, lo efimero
de la felicidad, la perseverancia en esquivar los problemas, el
aislamiento como refugio del dolor...
Narrada
en tercera persona, con una mezcla continúa del pasado y el
presente, dividida en capítulos y con la curiosidad de contar lo
sucedido en tan solo dos días. El autor es muy sobrio en la
construcción literaria, su brevedad y originalidad no permite
juegos, va a lo hecho, para nada utiliza artificios, excesivamente
limpia y sencilla. Me ha llamado la atención la ausencia de nombres
propios, solamente conocemos el apellido de la doctora, el resto es
anonimato asociado a profesiones, es lo único que distingue a los
personajes unos de otros.
Me
ha parecido entretenida y hace pensar que a veces es urgente aislarse
física y mentalmente porque las circunstancias así lo imponen, pero
no es necesario una isla, se puede hacer en cualquier espacio que
responda a los propósitos de servir de refugio a la desolación que
nos inunda. La realidad puede convertirse en un monstruo asfixiante y
“evaporarse” es la solución..., pero hay que regresar,
esa misma realidad es paciente y nos espera, somos nosotros los que
hemos de cambiar para volver a ser parte de ella.
Bueno,
queda aconsejada esta novela que no es dramática sino extraña, pero
aceptable hasta que contemos, al menos yo, con más tiempo para otras
de más “enjundía”.
“El
alma desordenada lleva en su culpa la pena”.
“El
resentimiento, la crítica, la culpa y el miedo aparecen cuando
culpamos a los demás y no asumimos la responsabilidad de nuestras
propias experiencias”.
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