viernes, 24 de julio de 2015

LLegó el tiempo de las cerezas, Nativel Preciado

No conozco a nadie en edad madura, que al menos una vez al día o un par de veces en semana, no exclamé con asombro, tal que se tratara del secreto mejor guardado; “como se pasa el tiempo”, “se van los días volando”, “nos hemos comido el año sin darnos cuenta”... y así , mil y una frase que hacen referencia a la percepción que tenemos del paso inexorable del tiempo.
Es el tema elegido por Nativel Preciado en este relato sencillo, de lectura fácil y agradable y que invita tanto a reflexionar como a asumir lo único que es imparable; el tiempo.
Cuenta en la sinopsis, que Carlota es una actriz que pertenece a una generación privilegiada, la que nació en España a mediados del siglo XX y se libró de grandes tragedias históricas, como la Guerra Civil, la persecución nazi, la Siberia de Stalin o la Guerra de Vietnam. Sólo tuvo una pesadilla: la Dictadura Franquista. De todo hace ya cuarenta años.
Al borde de los 60, divorciada y madre de una hija, la protagonista se enfrenta al momento más inseguro y vacilante de su vida. Le abruma el vertiginoso paso del tiempo. Teme el abandono y la soledad. Le obsesiona perder la memoria y se dedica a contemplar sus mejores recuerdos como si fuera la actriz secundaria de una película en la que aparecen escenas reales de escritores, cineastas, políticos, cantantes, países y acontecimientos históricos.
En plena evocación nostálgica, se cruza en su camino un extraño personaje que le enseña a sosegar el juicio, sostener el ánimo, abrir las ventanas y contemplar el estallido de la primavera.
Aunque la trama es ficticia, aborda asuntos reales, el tiempo como tantas experiencias no es grave en su paso, lo dramático es la manera que elegimos para asumir su paso, la actitud que tomamos ante el sencillo acto de cumplir años, de quemar etapas de la vida, de ser padres, abuelos, jubilarnos y tantos cambios que evidencian el único defecto que se le puede achacar “al tiempo”, que no se detiene.
Los que ya contamos unos años, nos identificamos con Carlotta y a menudo repasamos y buceamos en nuestros recuerdos para evocar vivencias que nos marcaron, unas buenas y otras desdichadas, pero todas víctimas de la implacable memoria; y francamente con lo “sota” que se ha vuelto la memoria, mejor que no nos falle, aunque sea para recordarnos que ciertas “cosas” ya han quedado muy atrás.
Es una novela muy agradable de leer, bien escrita, con dos personajes principales que se ayudan mutuamente en el otoño de sus vidas a modificar sus esquemas diarios para aprovechar las oportunidades que en ocasiones la el destino te otorga inesperadamente. Y es en esa nueva oportunidad donde la escritora centra el tema de la novela, mostrando que lo que está por venir puede propiciar el mejor de los recuerdos.
El título es un verso de una canción francesa que forma parte del baúl de los recuerdos de la protagonista. Es una elección perfecta para quien busca respuesta a preguntas en momentos de soledades y ausencias; consiguiendo al menos disfrutar con un par de tardes de porche y té helado en las largas jornadas de verano.

"Cuatro cosas hay que no vuelven jamás: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada”.

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