No
conozco a nadie en edad madura, que al menos una vez al día o un par
de veces en semana, no exclamé con asombro, tal que se tratara del
secreto mejor guardado; “como se pasa el tiempo”,
“se van los días volando”, “nos hemos
comido el año sin darnos cuenta”... y así , mil y una
frase que hacen referencia a la percepción que tenemos del paso
inexorable del tiempo.
Es
el tema elegido por Nativel Preciado en este relato sencillo, de
lectura fácil y agradable y que invita tanto a reflexionar como a
asumir lo único que es imparable; el tiempo.
Cuenta
en la sinopsis, que Carlota es una
actriz que pertenece a una generación privilegiada, la que nació en
España a mediados del siglo XX y se libró de grandes tragedias
históricas, como la Guerra Civil, la persecución nazi, la Siberia
de Stalin o la Guerra de Vietnam. Sólo tuvo una pesadilla: la
Dictadura Franquista. De todo hace ya cuarenta años.
Al
borde de los 60, divorciada y madre de una hija, la protagonista se
enfrenta al momento más inseguro y vacilante de su vida. Le abruma
el vertiginoso paso del tiempo. Teme el abandono y la soledad. Le
obsesiona perder la memoria y se dedica a contemplar sus mejores
recuerdos como si fuera la actriz secundaria de una película en la
que aparecen escenas reales de escritores, cineastas, políticos,
cantantes, países y acontecimientos históricos.
En plena evocación nostálgica, se cruza en su camino un extraño personaje que le enseña a sosegar el juicio, sostener el ánimo, abrir las ventanas y contemplar el estallido de la primavera.
En plena evocación nostálgica, se cruza en su camino un extraño personaje que le enseña a sosegar el juicio, sostener el ánimo, abrir las ventanas y contemplar el estallido de la primavera.
Aunque
la trama es ficticia, aborda asuntos reales, el tiempo como tantas
experiencias no es grave en su paso, lo dramático es la manera que
elegimos para asumir su paso, la actitud que tomamos ante el sencillo
acto de cumplir años, de quemar etapas de la vida, de ser padres,
abuelos, jubilarnos y tantos cambios que evidencian el único defecto
que se le puede achacar “al tiempo”, que no se
detiene.
Los
que ya contamos unos años, nos identificamos con Carlotta y a menudo
repasamos y buceamos en nuestros recuerdos para evocar vivencias que
nos marcaron, unas buenas y otras desdichadas, pero todas víctimas
de la implacable memoria; y francamente con lo “sota” que
se ha vuelto la memoria, mejor que no nos falle, aunque sea para
recordarnos que ciertas “cosas” ya han quedado muy
atrás.
Es
una novela muy agradable de leer, bien escrita, con dos personajes
principales que se ayudan mutuamente en el otoño de sus vidas a
modificar sus esquemas diarios para aprovechar las oportunidades que
en ocasiones la el destino te otorga inesperadamente. Y es en esa
nueva oportunidad donde la escritora centra el tema de la novela,
mostrando que lo que está por venir puede propiciar el mejor de los
recuerdos.
El
título es un verso de una canción francesa que forma parte del baúl
de los recuerdos de la protagonista. Es una elección perfecta para
quien busca respuesta a preguntas en momentos de soledades y
ausencias; consiguiendo al menos disfrutar con un par de tardes de
porche y té helado en las largas jornadas de verano.
"Cuatro
cosas hay que no vuelven jamás: una bala disparada, una palabra
hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario