Una
vez más tengo que agradecer a mi amiga Vicky el haberme hablado de
uno de los mejores escritores del siglo XX, Stefan Zweig. Este autor
llegó a mi a través de ella y de dos novelas que a mi juicio, no
siendo malas, distaban mucho de ser lo que es “Novela de
ajedrez”; es el legado de un escritor capaz de contar con
gran maestría en menos de cien páginas, una historia dramática, de
intriga, con grandes reflexiones, intensa, con una prosa de gran
riqueza y siguiendo la forma íntegra de narrar que tuvo este
extraordinario escritor.
Después
de algunas novelas he indagado en la biografía de Stefan y me apena
conocer que el devenir de la Historia conduce a seres tan especiales
a finales sin retorno. “Novela de ajedrez” se
publicó con carácter póstumo tras el suicidio de sus autor y una
vez conocida su trayectoria de vida, me atrevo a decir que he
reconocido rasgos autobiográficos en el relato, tanto en la trama
como en los personajes. El argumento es sencillo, tal y como nos
tiene acostumbrado no necesita artificios ni complejidades para
lograr sus objetivos literarios y personales.
Utilizando
el ajedrez como hilo argumental y con un número de personajes tan
limitado como el número de páginas, nos presenta una historia a
través de un duelo de ajedrecistas, al que se une un viajero
misterioso que engrandece la trama al contar su pasado más reciente,
ese, que le ha condicionado su presente inmediato y gracias al cual
goza de esos apabullantes conocimientos de un “juego” tan
noble como es el ajedrez.
Stefan
construye excepcionalmente este breve relato sin rodeo, haciéndonos
participe de lo que narra, con linealidad y evitando que nos perdamos
en el tiempo. Yo he disfrutado porque lo que parecía una novela de
ajedrez ha resultado ser una biografía de supervivencia con tintes
históricos, ambientada en un viaje con alusiones a los expatriados, con personajes que representan mundos antagónicos, con
referencias a sociedades contrapuestas y lo mejor de todo una
auténtica joya de descripción psicológica de todos los personajes.
Tengo
la sensación que el ajedrez es el recurso del autor para poner en
marcha el engranaje de la novela, sin duda gozaba de grandes
conocimientos al respecto. Cuando llegamos al relato personal del
Señor B, descubrimos por un lado que la mente humana es tan especial
que puede ser capaz de construir complejidades sin límites y es a
través del juego que Stefan desgrana y nos muestra los intrincados
caminos de luces y sombras del cerebro humano.
En
este pasaje en el que nos llega la terrible experiencia del señor B,
reconocemos la denuncia política hacia el Nazismo, sus métodos de
actuaciones, las torturas, la privación de libertad y las
persecuciones para acabar con la dignidad de aquellos que se cruzaron
en sus caminos. En más de una ocasión se teme más por la
aniquilación mental que por la física.
El
ajedrez entra aquí con un papel estelar, nuestra víctima desarrolla
un mecanismo de defensa para superar el aislamiento impuesto por sus
torturadores; con posterioridad esa misma tabla de salvación se
convertirá en un arma mortal que derivará en el deterioro de la
mente, en disociaciones de personalidad y situaciones obsesivas
compulsivas.
Cuando
leí los datos biográficos de Stefan Zweig reconocí en la novela
mucho de si mismo, vivió el exilio forzado, estaba convencido de la
victoria del Nazismo y eso condicionó su obra y su vida, de ahí que
se suicidara ante el miedo a vivir en un mundo sin libros, sin
cultura, privado de los valores que defendía. Ante él un tablero en
blanco y negro, con dos jugadores, la humanidad y Hitler, la gran
partida de la Historia y un único ganador; sentimientos y temores
que le privaron de un final ”feliz”.
Hay
que leerla en una tarde de esas que ante una película ya sabemos el
final, con un café largo y un buen sillón... sin prisas, sólo con
el deseo de disfrutar, aprender y descubrir una vez más que
“la realidad supera infinidad de veces a la ficción”.
Quiero cerrar
esta reseña, con una muestra de la agudeza descriptiva de este
escritor acerca del aislamiento al que se puede someter a un ser
humano privado de compañía.
"Vivía
como un buzo bajo la campana de cristal en el negro océano de aquel
silencio; [...] Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el
entorno de la nada, el vacío total, sin espacio ni tiempo. Me
paseaba arriba y abajo y conmigo iban mis pensamientos, arriba y
abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos,
por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de
lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino
sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la
noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se
espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y
esperando..., y pensando, y pensando, y pensando... hasta que duelen
las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo... solo...
Genial este escritor. Me gusta su narración,cómo trabaja la psicología de los personajes y cómo en tan pocas páginas es capaz de profundizar en los temas que trata.
ResponderEliminarUn abrazo