Este,
es uno de esos libros que yo describo como terapéutico, pero que no
por ello le apetece o le hace bien leer a todo el mundo. Carmen
Amoraga es una de las escritoras que frecuento, porque casi todas sus
novelas me aportan algo interesante y me ayudan a resolver
situaciones emocionales, que a menudo provocan un cortocircuito en
los cables que discurren alegremente en mi cabeza.
“La
vida era eso”, obtuvo el Premio Nadal en el 2014 y el tema
de la novela no es novedoso en la autora, una vez más, la muerte se
hace con el papel estelar de la misma, ella y sus efectos
devastadores para los que la contemplan. Os pongo la sinopsis
resumida para situaros en la historia.
La
muerte fulminante de su marido deja a Giuliana devastada y sola con
dos hijas pequeñas. Superar un día tras otro está poniendo a
prueba su resistencia y su imaginación, mientras pasa de la
incredulidad al enfado, y de ahí a la idealización de su relación
con Willians.
Descubre entonces, además de irrepetibles momentos que su memoria convoca una y otra vez, el legado más hermoso de Willians: una intensa red de relaciones que le traerán una nueva forma de estar en el mundo y le enseñarán, gracias al apoyo de los demás, que aprender a perder es aprender a vivir.
Descubre entonces, además de irrepetibles momentos que su memoria convoca una y otra vez, el legado más hermoso de Willians: una intensa red de relaciones que le traerán una nueva forma de estar en el mundo y le enseñarán, gracias al apoyo de los demás, que aprender a perder es aprender a vivir.
Bueno,
como la vida misma, por eso me gusta; he querido ver que en esta
ocasión nos quiere enseñar que el reto de la vida es aceptar la
muerte, no la nuestra, algo innecesario de aprender, sino la de los
seres queridos, un desafío imposible de imaginar. Es el retrato de
una familia cualquiera, próxima, con personajes de carne y hueso,
con sus dramas y su mala suerte, tan cercanas que podíamos ser
nosotros; y es esto lo que priva a la novela del factor sorpresa ya
que desde el inicio conocemos su final.
No
quisiera hacer una autopsia de la obra, pero tal y como dice la misma
Carmen, es una invitación a la reflexión, al desafío que entrañar
superar y aceptar la marcha de los seres queridos y a vislumbrar que
detrás de tanto dolor existen segundas oportunidades que no debemos
dejar escapar.
Al
leerlo, me he acordado de muchas amigas que deberían haber hecho el
comentario por su experiencia en primera persona, a ellas les dedico
estas letras y no hace falta que las nombre porque saben demás que
las tengo muy presentes.
Podía
desaconsejar su lectura, pero el aire de la narración es bastante
optimista gracias a la intervención de “Internet”,
de las redes sociales y el tratamiento que la autora hace de esta
tabla de salvación, que aporta dosis de de respiro a unos momentos
repletos de angustia y desesperación. Es una novela muy potente pero
con la tragedia dulcificada, que nos da pistas para
recorrer el camino sórdido de la muerte y extraer lo positivo una
vez que este termina.
Son
muchas las muestras de humor que aparecen en el relato y su efecto es
cicatrizante, por eso la he encontrado triste y a la vez alegre; con
una trama perfecta dentro de un ritmo lógico ajustada a la realidad
de los hechos que relata. Sin duda me ha llamado la atención como,
Giulana, la protagonista, evoluciona como persona de forma paralela a
las fases de su duelo, en un diseño de ser creado para sobrevivir,
como la mayoría de los mortales.
Carmen
Amoraga, vuelve a contar historias de gente corriente, de héroes
cotidianos, que viven una montaña rusa de emociones, de exigencias
diarias, de recuerdos y añoranzas, en una actualidad desgarradora de
la que nadie queda a salvo.
Quiero
terminar animando a su lectura, porque no todo es triste en ”La vida
era eso”, concede una tregua en los incisos que dedica al
repaso que la protagonista hace de su vida en pareja con su marido,
Willians, en este balance aparecen conmovedores momentos buenos y
malos, como ha de ser en una vida en común; y esto me ha parecido
tierno y entrañable, todo muy real, lejos de la idealización en la
que caemos cuando pensamos en el ser que nos ha dejado.
De
verdad si la leéis con predisposición, os gustará tanto como a mi.
“La
muerte no se lo lleva todo, se lleva solo una parte, la parte mala...
y eso es una verdad a medias”.
“El
mundo, muy a nuestro pesar no se detiene, sigue girando, se marche
quien se marche y permanezca quien desea irse”.
“Hay
que aprender y resignarse a perder para volver a ganar y lograr
sobrevivir”.
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