Antes
de desvelar el contenido del libro, quiero decir que con una frase
como esta es difícil no detenerse y reflexionar sobre lo maravilloso
que sería “estar juntos nada más”...y valorar
que cualquier otro compromiso estaría “de más”.
La
escritora francesa se ha lucido en esta entrañable y sencilla novela
de corte intimista, basada en la vida de cuatro personajes que le
ayudan a construir un argumento inolvidable por sus dosis de
emotividad y ternura.
Cualquiera
que sepa ya de mis gustos literarios podría estar pensando que me he
estrenado en la novela romántica, a lo que yo contesto que no tengo
la menor idea de si es así, lo cierto es que es una historia con
romance, pero es un relato de amistad entre esos protagonistas, con
un comienzo que engancha, un desarrollo que te atrapa y un final que
no se olvida.
Ana
Gavalda se ha convertido con su novela en una artesana de perfiles
físicos y psíquicos, construyendo unos personajes que asumen y
empañan el argumento en sí de la obra. Su habilidad narrativa la
descarga en el modelaje de Camille, Franck, Philibert y Paulette;
siendo el resultado un relato para el recuerdo.
Creo
que lo mucho que me ha gustado tiene que ver con el momento en el que
la he leído, a lo que hay que unir la facilidad para empatizar con
estos seres maltratados, a los que se les reconoce como piezas
defectuosas que no encajan en el “perfecto puzzle de la
vida”. Identificarse con ellos ha resultado sencillo, tanto
como la lectura que ha ido creciendo en intensidad a medida que
avanzaba, hasta concluir en un final muy bien acogido, yo diría que
previsible pero no por ello aburrido ni criticable.
Quiero
compartir unos pequeños rasgos de estos cuatro pilares de la novela,
como si de cuatro perdedores del corazón se tratarán y que en un
desesperado intento por parchear sus heridas y soledades, remiendan
sus jirones con una convivencia que acaba siendo su tabla de
salvación.
“Camille
tiene 26 años, dibuja extraordinariamente bien, pero su pasado y
escasa fuerzas le impiden hacerlo; Philibert, su vecino vive en un
apartamento enorme sobre el que se cierne la sombra de una herencia
que podría privarlo del mismo; por su parte, Franck, es cocinero,
mujeriego, joven de costumbres poco sanas y que es inquilino del
anterior y a su vez el nieto de Paulette, anciana de 83 años que
irremediablemente y muy a su pesar aguarda el final de sus días en
un asilo...”
Todo
muy familiar y reconocible, dramas cotidianos, microcosmos personales
de aplastante sencillez que se repiten a cada paso que damos,y temas
impecablemente tratados; la anorexia nerviosa, la vejez, la
resistencia al paso del tiempo, los efectos de infancias crueles, el
abandono, la homosexualidad, el clasismo, la generosidad, el temor al
futuro...
Podría
parecer más seria de lo que en realidad es la novela que destaca por
sus valores de humanidad; está escrita con una estructura sencilla
con diálogos continuos y dividida en capítulos breves que ayudan a
la fluidez de la lectura, abundan las expresiones coloquiales y las
descripciones permiten imaginar los escenarios y acciones con
bastante exactitud. No quiero olvidar que Ana Gavalda describe la
ciudad de París con una calidez conmovedora.
Hay
que leerla sin asustarse por las más de quinientas páginas, hay
que disfrutarla y reconocer que a veces en las extravagancias está
el éxito de la vida y que no solo en la perfección está la
alegría, el caos proporciona en ocasiones una ruina bien avenida y
en la que hasta las almas más heridas pueden despegar los pies de su
pesado suelo.
“La
vida es en muchas ocasiones más divertida y llevadera, cuando en
ella existe un poco de inquietud y desorden”.
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