Buscando
lecturas en el catálogo de libros pendientes, me he topado con
Henning Mankel, ya he leído otras obras de este autor y la verdad
que aunque no resultan inolvidables, son de gran utilidad como puente
a otras lecturas que siguen igualmente en la parrilla de salida y
ante las cuales hay que ir bien preparada.
Es
conocida mi resistencia a contar la sinopsis, pero en este caso lo
voy hacer porque es la garantía para
“vender”
un poco la novela, no todos tenéis en buena estima las “cansinas”
peripecias
del mundo sueco y sus muertes misteriosas, de manera que antes de
lanzar un “otra
vez no”,
os relato el argumento y vosotros decidís.
Kurt
Wallander atraviesa uno de los momentos más sombríos de su vida
personal, cuando tiene que ponerse al frente de la investigación del
asesinato de un apacible matrimonio de ancianos en una granja de
Lenarp. El marido ha sido horriblemente torturado y la mujer muere
estrangulada poco a poco, con el tiempo justo para pronunciar antes
de morir la palabra “extranjero”. Kurt Wallander y sus colegas
deberán enfrentarse no sólo a un asesino muy especial, que tiene la
sangre fría de alimentar a los caballos del establo después del
crimen, sino a una comunidad irascible, presa de insospechados
prejuicios raciales. Wallander sabe de sobra que la pacífica
apariencia de algunas personas oculta a veces a un auténtico
monstruo, de modo que no se hace ilusiones acerca de la sociedad en
la que vive.
En
general responde al esquema de novela negra sueca. Cuenta con todos
los ingredientes propios de este género con el que estamos
familiarizados gracias a la enorme producción literaria de los
últimos años y que para nuestra perplejidad han inundado los
escaparates de las librerías, como si los asesinatos fueran hoy
“patrimonio”
exclusivo de los nórdicos, empañando la idilica visión que los del
“sur”
tenemos de esas heladas y serenas latitudes.
Para
quien no lo sepa, el protagonista es un investigador habitual de las
novelas de Henning, en total resuelve y capitanea investigaciones en
la nada despreciable cifra de once novelas; lo que le ha permitido
hablar de “saga”,
aunque no llevan un hilo cronológico continuado y estas se pueden
leer de manera aislada. Precisamente es la primera de ellas, y el
autor no presenta a su
“Colombo” sueco
como un individuo de carne y hueso que padece todos los males de la
humanidad; abandono de su esposa, hostilidad de su hija, demencia
senil de su padre, deterioro físico y un montón de malos hábitos
que lo llevan irremediablemente por el camino de la autodestrucción.
Incido
en Wallander porque la construcción del personaje es lo más curioso
de la obra, su evolución y el carácter que se repetirá cada vez
que abordemos una novela de la mencionada saga.
El
escenario huelga decir que es una localidad gélida, de nombre
impronunciable, de la también helada Suecia, que sirve de marco para
alterar la sosegada y monótona vida de sus habitantes con la muerte
de este matrimonio de jubilados. A partir de este acontecimiento se
desata la trama que comienza con fuerza y que pierde intensidad hasta
que en las últimas páginas se reactiva, precipitando un final al
que hay que hacer frente casi por imposición del autor.
No
resulta larga, son trescientas páginas de lectura ágil, sin
sobresalto, de manera pausada, mezclando lo personal del protagonista
con lo profesional de su actividad como inspector. Estructurada en
quince capítulos, muy bien aprovechados por Henning para abordar dos
temas de candente actualidad como son, la vejez y la inmigración de
fuerte carga de xenofobia. Decir que llama mucho la atención los
detalles referentes al proceso y avance de la investigación y en
especial a la falta de referencias a las tecnologías actuales;
recordar que está escrita en 1991 y que las técnicas que campean
hoy en día en materia de investigación estaban en esas fechas en
“pañales”,
lo que la hace más ajustada a su tiempo y por mi parte un punto a
favor del escritor.
Cuando
terminé de leerla mi imagen de sociedad perfecta quedó seriamente
lastimada y pensando en el frío y las horas de oscuridad, dejó de
ser el “paraíso”
con
el que se puede soñar para vivir en paz.
Buena
para ejercer el gratificante acto de pasar los ojos por las letras
que unidas en un incansable acto de “maridaje”,consiguen
formar textos que siempre cuentan historias que son de agradecer.
“Nuestros
destinos dependen con frecuencia de algunas decisiones nefastas y
casuales que en ocasiones los demás toman por nosotros”.
Amo a este señor, no sé si al autor o al detective.
ResponderEliminarMe tragué la serie en sueco ( díganme que no es eso amor!)