jueves, 11 de febrero de 2010

Brooklyn Follies, Paul Auster

Hace ya algunos años que Paul Auster llegó a mi vida... no me digáis que no suena bien. Desconocía las obras de este autor y la persona que me habló entusiasmada por su obra se llama “Señorita Paquita”; ella me comentó un día que sus hijas eran seguidoras apasionadas de todo lo que escribía este señor y yo, lo reconozco no había oído mucho acerca de su producción literaria, de manera que siguiendo los consejos de una gran amiga que conoce de sobra mi afición por la lectura, “me tiré de cabeza” a la piscina y sin pensarlo dos veces comencé a leer al “Señor Auster”, que no, “Aute”..., ese es un cantante de la época de mi marido.
Sin duda acerté con la primera de sus novelas, creo que en total habré leído unas ocho, pero no sé si por ser la que inauguró el ciclo o porque en las restantes empaticé menos con el contenido de lo narrado, el caso que “Brooklyn Follies” es sin duda la que más me ha gustado, sin despreciar por supuesto las restantes...
Siempre he dicho que las elecciones de mis lecturas están íntimamente ligadas a mis situaciones personales y la verdad que la novela me vino como “volador sin palo” que dicen en las telenovelas, es decir muy acorde con mis necesidades emocionales. Una vez leída la sinopsis dije, es para mí, justo lo que puede hacerme reflexionar sobre lo que estoy viviendo y aprender que en el mundo el rosa es sólo un color que les ponen a las niñas al nacer. Siguiendo mis costumbre de no poner resumen de la historia, prefiero decir que lo que encontré en ella fue un canto a la vida, un esfuerzo por reconocer la felicidad en las cosas cotidianas, grandes dosis de optimismo, soluciones a problemas irresolubles, muestrario de segundas oportunidades, sentido del humor para contar dramas que le podrían pasar a cualquiera de nosotros y muchas, muchas lecciones de amistad.
Todo ello en un ambiente urbano como es el barrio de Brooklyn, una cronología determinada con referencias a momentos muy actuales , personajes secundarios que acaban ganando tanto espacio como Nathan el protagonista y narrador cuyas experiencias de vida son dignas de “curriculum cum laude”. En su intento por escribir un libro va narrando el pasado y el presente de su vida y de aquellos que le rodean, estrechando con todos y cada uno de los “actores” lazos inquebrantables. Esa narración cargada de ternura fomenta la esperanza en las cosas buenas que nos pueden pasar y en el cambio de suerte no planeado.
Carácter casi autobiográfico del personaje no del autor, manual de las relaciones humanas, realista, engancha desde el principio, de lectura ágil y entretenida; uno reflexiona igualmente si toda la intencionalidad de Paul no parece demasiado bonita para ser verdad. Según aparece en la contraportada del libro nuestro Auster admite que es un intento por retratar la ciudad, por testimoniar que contar historias que nos suceden a los mortales nos acaba uniendo y que estas son el muro que nos une y nos aísla del dolor.
Por supuesto yo salí más optimista de lo que habitualmente soy en lo referente a la salud, me aferré a la esperanza porque es gratis y recorrí la autopista de mi futuro sin pagar peaje y hoy gracias a “ese montaje emocional”,gozo de una felicidad por la que casi no he tenido que rendir cuentas.
No quiero terminar sin ser más realista y reconocer que la felicidad es limitada, que no creo en la dicha absoluta, que la vida es una enorme extensión dividida en parcelas, algunas con altas alambradas y yo no estoy para dar saltos, mejor espero a que el tiempo las oxide y se caigan de vieja; pero vosotros... pasar un rato perdido en la “locura humana” por recomendación de “Señorita Paquita” y “SitaPi”

Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, tener esperanzas imprescindible; pero aprovechar el momento adecuado es la clave de toda una vida”.

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