Hace
ya algunos años que Paul Auster llegó a mi vida... no me digáis
que no suena bien. Desconocía las obras de este autor y la persona
que me habló entusiasmada por su obra se llama “Señorita
Paquita”; ella me comentó un día que sus hijas eran
seguidoras apasionadas de todo lo que escribía este señor y yo, lo
reconozco no había oído mucho acerca de su producción literaria,
de manera que siguiendo los consejos de una gran amiga que conoce de
sobra mi afición por la lectura, “me tiré de cabeza”
a la piscina y sin pensarlo dos veces comencé a leer al “Señor
Auster”, que no, “Aute”..., ese es un cantante de la época de
mi marido.
Sin
duda acerté con la primera de sus novelas, creo que en total habré
leído unas ocho, pero no sé si por ser la que inauguró el ciclo o
porque en las restantes empaticé menos con el contenido de lo
narrado, el caso que “Brooklyn Follies” es sin duda la que más
me ha gustado, sin despreciar por supuesto las restantes...
Siempre
he dicho que las elecciones de mis lecturas están íntimamente
ligadas a mis situaciones personales y la verdad que la novela me
vino como “volador sin palo” que dicen en las
telenovelas, es decir muy acorde con mis necesidades emocionales. Una
vez leída la sinopsis dije, es para mí, justo lo que puede hacerme
reflexionar sobre lo que estoy viviendo y aprender que en el mundo el
rosa es sólo un color que les ponen a las niñas al nacer. Siguiendo
mis costumbre de no poner resumen de la historia, prefiero decir que
lo que encontré en ella fue un canto a la vida, un esfuerzo por
reconocer la felicidad en las cosas cotidianas, grandes dosis de
optimismo, soluciones a problemas irresolubles, muestrario de
segundas oportunidades, sentido del humor para contar dramas que le podrían pasar a cualquiera de nosotros y muchas, muchas lecciones
de amistad.
Todo
ello en un ambiente urbano como es el barrio de Brooklyn, una
cronología determinada con referencias a momentos muy actuales ,
personajes secundarios que acaban ganando tanto espacio como Nathan
el protagonista y narrador cuyas experiencias de vida son dignas de
“curriculum cum laude”. En su intento por escribir un libro va
narrando el pasado y el presente de su vida y de aquellos que le
rodean, estrechando con todos y cada uno de los “actores” lazos
inquebrantables. Esa narración cargada de ternura fomenta la
esperanza en las cosas buenas que nos pueden pasar y en el cambio de
suerte no planeado.
Carácter
casi autobiográfico del personaje no del autor, manual de las
relaciones humanas, realista, engancha desde el principio, de lectura
ágil y entretenida; uno reflexiona igualmente si toda la
intencionalidad de Paul no parece demasiado bonita para ser verdad.
Según aparece en la contraportada del libro nuestro Auster admite
que es un intento por retratar la ciudad, por testimoniar que contar
historias que nos suceden a los mortales nos acaba uniendo y que
estas son el muro que nos une y nos aísla del dolor.
Por
supuesto yo salí más optimista de lo que habitualmente soy en lo
referente a la salud, me aferré a la esperanza porque es gratis y
recorrí la autopista de mi futuro sin pagar peaje y hoy gracias a
“ese montaje emocional”,gozo de una felicidad por
la que casi no he tenido que rendir cuentas.
No
quiero terminar sin ser más realista y reconocer que la
felicidad es limitada, que no creo en la dicha absoluta, que la vida
es una enorme extensión dividida en parcelas, algunas con altas
alambradas y yo no estoy para dar saltos, mejor espero a que el
tiempo las oxide y se caigan de vieja; pero vosotros... pasar un rato
perdido en la “locura humana” por recomendación de “Señorita
Paquita” y “SitaPi”
“Estar
preparado es importante, saber esperar lo es aún más, tener
esperanzas imprescindible; pero aprovechar el momento adecuado es la
clave de toda una vida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario