Premio Goncourt
2011. Si Jed Martin, el protagonista de esta novela, tuviera que contarles la
historia, quizá comenzase hablándoles de una avería del calentador, un 15 de
diciembre. O de su padre, arquitecto conocido y comprometido, con quien pasó a
solas muchas noches navideñas. Evocaría, desde luego, a Olga, una rusa muy
bonita, a la que conoce al principio de su carrera en la exposición inaugural
de su obra fotográfica, consistente en los mapas de carreteras Michelin. Esto
sucede antes de que llegue el éxito mundial con la serie de “oficios”, retratos
de personalidades de todos los sectores (entre ellas el escritor Michel
Houellebecq), captados en el ejercicio de su profesión. También debería referir
cómo ayudó al comisario Jasselin a dilucidar un caso criminal atroz, cuya
aterradora puesta en escena dejó una impronta duradera en los equipos de la
policía. Al final de su vida, Jed alcanzará cierta serenidad y ya solo emitirá
murmullos.
Como es habitual y
al igual que en otras ocasiones, leí este libro con la desconfianza de ser un
premio y eso que el Premio Goncourt es de los menos decepcionantes… en líneas
generales no es de los que más recomendaría pero en honor a la verdad lo
terminé.
La historia transcurre mezclando casualidades con decisiones
que al final desembocan en acontecimientos sin una intencionalidad, sin
un sentido, lo cual hace que el argumento sea totalmente impredecible, pues no
contiene la típica resolución de un conflicto que redime al protagonista, sino
un montón de dudas, desencantos, amor, desamor, algún que otro momento de
gloria, y unas cuantas reflexiones que te dejan helado, mirando a la vida a los
ojos, esperando el momento adecuado para descargarla sobre nosotros y
despedazarnos.
Los temas que trata el libro van desde las relaciones de pareja, la sexualidad, el mundo del arte, las relaciones paternos- filiales, pasando por la eutanasia y la globalización. Todo un cóctel mezclado con maestría por este extraño hombre que se incluye a sí mismo como personaje en la novela ejerciendo una autocrítica y un ego desmedido.
No es un libro muy recomendable si estás atravesando una etapa depresiva en tu vida. Es sorprendente como las carencias afectivas en la infancia marcan las obsesiones que dominarán nuestra vida de adultos, sin que seamos capaces de sobreponernos, en algunos casos.
Esto
se destila en la obra de Houellebecq, y uno lo entiende cuando descubres que
sus padres se desentendieron de él a muy temprana edad, dejándolo al cargo de
su abuela.
La he encontrado aburrida. Los
personajes no me han despertado ninguna empatía, apenas me han interesado. Las
relaciones entre ellos carecen de conflicto, pues las relaciones resultan muy
débiles.
Me ha dado la sensación
de que no había trama, de que el relato divaga, salpicado de información y
alguna ocurrencia. La manera de tratar el tiempo también podría mejorar. A
veces no sabes si te habla del presente o del pasado.
En conjunto, transmite pesimismo y
amargura. Por supuesto, siempre se puede argumentar que plantea una reflexión
crítica sobre nuestra sociedad, pero igual no la leí en el mejor momento
anímico.
A pesar de todo, recuerdo que es una humilde opinión y que lo mejor es leerla y crear una reseña propia y personal.
"Sé el cambio que quieres ver en el mundo".
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