Jesús Carrasco llegó a mis manos con
la novela “Intemperie”, el impacto que a día de hoy me dejó esa lectura, lo
recuerdo como imborrable; más tarde leí “La tierra que pisamos”, y reconozco
que no llegó a la grandeza de la primera, sin duda con “Llévame a casa”, este
escritor oliventino ha vuelto a arrebatarme el corazón, algo que me lleva a
reconocer que su manera de escribir es única e intensa y por supuesto toca
hasta la última fibra de nuestro ser. Abordar los temas de familia, los lazos
que unen a sus miembros y las heridas que nos distancian, no es tarea fácil, algo
que Jesús acaba convirtiendo en un relato inolvidable.
“Juan
ha conseguido independizarse lejos de su país cuando se ve obligado a regresar
a su pequeño pueblo natal debido a la muerte de su padre. Su intención, tras el
entierro, es retomar su vida en Edimburgo cuanto antes, pero su hermana le da
una noticia que cambia sus planes para siempre. Así, sin proponérselo, se verá
en el mismo lugar del que decidió escapar, al cuidado de una madre a la que
apenas conoce y con la que siente que solo tiene una cosa en común: el viejo
Renault 4 de la familia”.
Es una novela familiar que refleja un tema de
aplastante actualidad, los conflictos generacionales y las responsabilidades
entre los miembros de cualquier familiar; las dos direcciones de esas
obligaciones que van de padres a hijos y viceversa y la forma en la que cada
uno las ejerce en los días que nos han tocado vivir. En esta
emotiva historia de aprendizaje, Jesús Carrasco traza una vez más personajes
formidables sometidos a decisiones fundamentales cuando la vida los pone contra las cuerdas.
Con
los personajes justos, Carrasco configura una trama sólida entorno a lo
cotidiano de cualquier familia, la enfermedad, la muerte de los padres, las
vidas lejos de las raíces y del hogar familiar, de la patria o del lugar que
nos vio nacer. Esa es la historia de Juan que regresa a un pueblo cualquiera de
Toledo, que bien podría ser el del escritor en Extremadura, donde encuentra
aquello que le hizo huir y los reproches de una hermana que le enfrentan a su
actitud de abandono e indiferencia hacia quienes le dieron la vida.
Sin
elección, los acontecimientos se desencadenan ante los ojos de nuestro
protagonista, algo que le obliga a asimilar un presente que le conduje a un
cambio radical de vida y un reencuentro con el pasado más remoto.
Novela
narrada en tercera persona, sencilla, emotiva, creíble que nos otorga la
posibilidad de vernos reflejados en muchos de los momentos y acciones que
describe gracias a los detalles del día a día de la vida de Juan, los cambios,
la tristeza, la resignación a regañadientes de aceptar lo sobrevenido y todo
para concluir en una catarsis de la que ninguno estamos libres en nuestra
existencia. No siempre estamos preparados ni hemos sido educados para actuar
correctamente, pero eso no nos exime de hacer frente a nuestras
responsabilidades y las consecuencias que de ello se derive.
Cabe destacar la descripción psicológica y sutil de los personajes
que constituyen el centro de la narración y que constituyen, a su vez, el
núcleo familiar.
El estilo limpio de Jesús es fluido, descriptivo, usando un léxico rico
en matices. La habilidad en la forma de expresarse es tal que, lo mismo podemos
sentir los olores que desprende la comida que ha preparado la madre, que la
intensidad con que se describen las plantas del paisaje, algo que no deja
exento de complejidad a esta emocionante historia.
No quiero seguir contando más de esta pequeña obra de arte,
de esta historia de sentimientos pero no sensiblona ni dramática en la que al
menos yo me he visto reflejada por lo mucho que me ha hecho pensar ante el
dilema que se reconoce en todas sus páginas. Sin duda un homenaje a la
generación de la posguerra que tan duro lo tuvieron y un mensaje para las
generaciones posteriores acerca del deber de responsabilidad que tenemos por
ser nietos e hijos de aquellos “valientes”.
No me cabe duda que os gustará.
“El hombre feliz es aquel que siempre
encuentra la paz en su hogar”.
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