martes, 22 de enero de 2019

El todo cotidiano, Zoé Valdés


El hecho de leer tanto y contar con poco tiempo supone un desafío a la hora de llevar al día el blog en el que comento mis lecturas; es por eso que faltando a mi costumbre de no copiar sinopsis de los libros, me veo obligada a utilizarlas al menos hasta que consiga acortar el número de comentarios pendientes.
“Yocandra, la protagonista, después de un breve paso por Miami, se instala en París. Allí llega a vivir en un edificio donde residen un grupo de cubanos exiliados junto a otros que hacen de delatores para el régimen castrista.
La novela se centrará en contarnos las idas y venidas, las alegrías y penurias de Yocandra, inadaptada a sus compatriotas, perseguida y «cas(z)ada» por un cubano con dinero que ha conocido en el avión que la llevaba a Francia, angustiada por la situación que vive en la isla el hombre al que ama, El Nihilista, y pendiente de su madre, a quien finalmente logra llevar a su lado, todo ello salpicado de la inquietud fundamental del personaje: transformarse en novelista”.
Momento para detenerse en un libro con una sinopsis atractiva que después no corresponde con su contenido. Zoé Valdés no es desconocida para mí, de manera que me hace ilusión cuando sus novelas se cruzan y caen en mi mano, tal fue el caso de “El pie de mi padre” y “Los misterios de la Habana” y ambas me gustaron. En esta ocasión las impresiones son difíciles de describir.
No es un libro que consiga atrapar desde el principio a pesar de lo sugerente de la temática, el exilio como telón de fondo y las relaciones humanas que se desarrollan entre grupos humanos que padecen y soportan el mismo destino. En la novela asistimos al día a día de una comunidad o comité de exiliados a cuál de todos más particulares que reflejan el sentimiento íntimo de su padecer como extranjeros en tierra “extraña”, inadaptados físicos y emocionales, los choques entre quienes comparten destinos y los abismos que somos capaces de crear a través de nuestras vanidades y ambiciones; de todo eso y gracias a esas condiciones, la escritora cubana confecciona un retrato tragicómico repleto de situaciones atormentadas y extremas no muy diferentes en ese pequeño universo a las vividas en plena dictadura cubana.
Reconozco que me resultó difícil empatizar con los personajes, resultaban empachosos, hay una carencia manifiesta de tensión, relato muy monótono, acciones desequilibradas apareciendo narraciones de un hecho muy breves frente a otras que no parecían tener fin.
Bueno, no me atrevo a decir que os gustará pero yo la terminé. Escribir es un arte y no se puede despreciar la labor de quienes nos proporcionan este placer de la lectura.

“El recuerdo de la tristeza es más duradero y eterno que el de la alegría”.

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