Esta es sin duda la portada que
nunca invitaría a detenernos como opción ambiciosa de lectura. El niño de
rostro indefinido y ojeras marcadas junto a un título que se presta a
confusión, no en vano dicha palabra quiere decir, carente de infancia y no
huérfano de padres como podría pensarse. Es evidente que él es el protagonista,
desde su visión de preadolescente nos narra la interpretación de un mundo de
adultos lleno de incógnitas y preguntas por resolver.
Un niño demasiado delgado dentro de un mundo
demasiado insípido. Un padre y una madre obsesionados con la comida: una lucha
en familia que sólo puede acabar en tragedia. O en comedia, en una comedia muy
negra.
«Cada día es una lucha. Dicen que crezco débil y
torcido, que no soy normal porque apenas tengo un hilito de grasa encima, que
los otros niños, a mi lado, parecen gigantes. Dicen que tengo que comer, que no
es posible que un niño de mi edad nunca tenga hambre. Pero yo no quiero comer.»
El protagonista de Orfancia se siente perseguido
por sus padres, una pareja de Nápoles que quiere verlo rollizo y feliz. Él está
convencido de que, llegado el momento, todos los adultos devoran a los niños y
no tiene claro que quiera acabar así. Pero la vida tiene un sabor imposible de
resistir.
Athos
Zontini ha escrito una novela diferente, sensible y entretenida; lo ha hecho a
modo de fábula para adultos, con fondo de cuento, bajo un planteamiento
tremendamente original. Este napolitano utiliza la voz de un niño para narrar
una historia dura que no es más que la percepción infantil del cambio hacia la
madurez. Retrato de una infancia con sus traumas y temores, en definitiva un
cuento inquietante en el panorama literario moderno.
Cuando
empecé su lectura estuve tentada a abandonarla, me sitúe erróneamente en el
temido tema de la anorexia, pero sin querer descubrir que era un arma de este
niño para mostrar su rebeldía frente a la sociedad, a sus padres, a las
exigencias, a las normas y a todo contra lo que no estaba de acuerdo. Nada más
pensé que estaba queriendo ser distinto a todos. Luego el relato avanza y la falta de apetito desaparece de escena y
bajo un humor negro y cínico, el autor napolitano aborda a través del personaje
temas de candente actualidad como, el acoso, el maltrato animal, el chantaje
afectivo…, vamos que sin querer me ha ido alejando de cualquier posibilidad de
empatizar con este niño de ideas “raritas”.
La
historia se desarrolla a lo largo de un año de vida, dividida en las cuatro
estaciones del año, narrada y escrita en primera persona, con diálogos
continuos, buen ritmo, dentro de las novelas cortas que acaban ofreciendo un
final abierto en el que la imaginación de los lectores juega un papel estelar.
Mis
impresiones son contradictorias, no es un libro de alerta hacia la anorexia pero
sí de alarma y atención hacia el impacto social de ciertas conductas que
afectan al mundo de los adolescentes. Es dura porque en ella describe con todo
lujo de detalles momentos muy crueles, la dificultad que entraña la pérdida de
la inocencia y la importancia de la educación y la libertad en los entornos
familiares. La ansiedad y desesperación de padres e hijos en el tránsito hacia
la madurez está latente en todo el libro. Una manera de realismo maquillado con
dosis de imaginación retorcida.
Recomendada
con reticencias, las metáforas hay que entenderla, los recursos propios de una
fábula hay que manejarlos y como dato a tener en cuenta, este napolitano es un
genio de los guiones televisivos por encargo y en su primera novela así lo ha
demostrado. El final es algo que cada uno debemos interpretar, aconsejo leerlo
un par de veces para entenderlo…, solo el final, vale?.
“Contar a un adolescente los hechos de la vida es como dar a
un pez un baño”.