Primera novela de la escritora
norteamericana, Catherine Lacey, elegida como el mejor libro 2014, llegando a nosotros
en el 2016. Reconozco que es un tipo de narrativa muy alejada de mis
preferencias pero la sinopsis me pareció curiosa y le otorgué un voto de
confianza que ha servido para un aprobado justito.
Sin decir nada a su familia, Elyria toma un vuelo
de ida a Nueva Zelanda, abandonando su estable pero insatisfactoria vida en
Nueva York. Mientras su marido intenta desesperadamente comprender qué ha
sucedido, Elyria pone a prueba el destino viajando en coches de desconocidos,
durmiendo en campos, bosques y parques, y teniendo encuentros arriesgados, a
menudo surrealistas.
A medida que se adentra en la vida salvaje de Nueva
Zelanda, el recuerdo de la muerte de su hermana la atormenta y una violencia
soterrada crece en su interior, aunque quienes la conocen no perciban nada
raro. Esta paradoja la conduce a otra obsesión: si su verdadero yo es invisible
y desconocido para el resto del mundo, ¿puede decir que está realmente viva?.
Visto la complejidad del argumento, voy a resumir
un poco y mostraros la esencia de la trama. Elyria sufre la muerte de su hermana,
un suceso impactante en su vida, para remediar tanto dolor se casa con el que
había sido novio de ella, así ambos, pretenden hacer un duelo conjunto y rendir
un “homenaje” a la fallecida. Por supuesto los resultados no son los esperados
y el caos emocional está servido en bandeja. Elyria es escritora de guiones de
telenovelas y su esposo profesor universitario, ambos viven en Nueva York
dentro de una espiral de hastío y aburrimiento que sirve de detonante para la
decisión de marcharse y encontrarse a sí misma.
Narrada en primera persona por la casi única
protagonista del relato, esto se convierte en una historia de reflexiones y
pensamientos densos y pesados que ralentiza la lectura llegando a ser
insufrible. Un viaje que supone kilómetros y kilómetros de monólogos de idas y
venidas del presente al pasado, haciendo de estos flashback una lectura
desesperante, repetitiva y casi deprimente.
No es una historia bien contada, le falta
coherencia narrativa, los personajes están poco definidos y la ambientación
poco explotada. La vida y aquello que debería haber ido sabiendo de Elyra no he
llegado a descubrirlo porque la historia se atasca continuamente. Aunque son
algo más de doscientas cincuenta páginas, para mí bastante desaprovechadas,
esperaba un viaje físico y emocional y un relato lleno de descripciones de
Nueva Zelanda y del alma de esta mujer confundida en busca de su identidad.
No recuerdo porque la elegí, tal vez su portada me
llamó la atención, no lo sé…, pero no es recomendable siguiendo mis
preferencias, aunque escribir para los demás es un acto generoso que bien vale
nuestra atención y gratitud, leedla y quién sabe?.
“Soy de esa gente que nunca es capaz de
olvidar del todo a quienes han perdido, que no conocen ese truco mágico que
parece estar al alcance de otros”.
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