La
imaginación, los sueños, los deseos y las esperanzas... habría que
dar un premio a los inventores de estas emociones y condecoraciones
de oro a los que nos han enseñado su existencia y el poder de las
mismas. “Un mundo soñado”, es la expresión más
evidente de esto que os cuento; Judith, es la protagonista de este
original relato, en el que la imaginación y sus sueños se
convierten en un mecanismo de defensa, que le ayuda a sobrevivir en
una ruda e incomprensible realidad.
Judith
vive atrapada entre dos mundos excluyentes. Por un lado su padre, un
fundamentalista cristiano que recorre las calles predicando la
verdadera fe y le impone una rigurosa disciplina anclada en el
pasado. Y por otro la escuela, donde su carácter peculiar incita las
burlas y agresiones de sus compañeros. Para evadirse, Judith ha
construido en su habitación una réplica de su ciudad con figuritas
de alambre, un cielo de gasa, un arco iris de brillante papel de
caramelos y muchos otros elementos rescatados de la basura: un
auténtico refugio donde dejar volar la imaginación. Así, cuando,
al día siguiente de haber simulado que la nieve cubría su poblado
en miniatura, una nevada verdadera cae prematuramente a comienzos del
otoño, Judith se cree capaz de obrar milagros. A partir de ese
momento, una serie de coincidencias entre los juegos de la niña y
determinados hechos que ocurren a su alrededor refuerzan su
misticismo y la aproximan peligrosamente a la delgada línea que
separa la realidad de la ficción.
Es
la primera novela de Grace McCleen y aunque no está clasificada como
novela de suspense, si que tiene rasgos que no la deja muy lejos de
este género. El tema principal aunque muy bien enmascarado, es el
fundamentalismo religioso y la lucha entre la fe y la razón; vamos
algo casi medievalista pero muy a la orden del día. Judith es la
hija de de un pastor que vive integrado en una comunidad de perfil de
secta religiosa, además de ser huérfana de madre, sufre las burlas
y agresiones por parte de sus compañeros de clases. Ambas
situaciones han provocado un aislamiento emocional, que la lleva a
crear ese mundo imaginario que curiosamente acaba coincidiendo con la
realidad. Es agradable porque todo lo narrado se hace desde el punto
de vista de la niña y la autora le ha regalado la potente arma de la
imaginación para defenderse de sus enemigos más reales..
La
lectura es fácil, dividida en capítulos breves y bajo un estilo
sencillo con grandes dosis de inocencia e ingenuidad que nos llega
siempre a través de las ocurrencias y divagaciones de Judith. Yo he
visto algo más; es una historia de soledad, de incomunicación y
hasta de culpa, lo que me ha llevado a empatizar con la niña y a
considerar, que a pesar de ser una novela atípica, la escritora
galesa ha sabido abordar temas como el fanatismo religioso, el acoso
escolar o las huelgas de trabajadores, de manera muy concisa e
inteligente.
Aviso
que al principio es muy confusa, algo lenta y con grandes tentaciones
de abandonarla..., pero si la empezáis, terminarla, que un libro que
se queda a medias es como si se le negara la oportunidad de crecer
después de haber nacido.
“Cerré los ojos y le pedí al viento un favor; llévate lo que no sea necesario. Estoy cansada de equipajes pesados que no me dejan avanzar. De ahora en adelante, solo quiero llevar lo que quepa en mi bolsillo y en mi corazón”.
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