Os
presento la reseña de una novela que no tiene momento especial para
leer. Su sencillez y buena narración se hace asequible para todos
los públicos, no es una obra que pase a la historia de la literatura
por su calidad literaria, pero tal vez lo haga, por lo bien contado
que está un pasado irremediablemente hecho presente. Su autora
Kristin Harmel, ha conseguido cierta originalidad intercalando en
cada capítulo una receta de cocina relacionada con la bollería
francesa, y que llegado el caso, serviría para llevar a la práctica.
Rose
es una anciana que padece Alzheimer. A su nieta Hope no le ha quedado
más remedio que internarla en una residencia de ancianos para que la
cuiden adecuadamente. Normalmente, cuando va a visitarla su abuela ni
siquiera le reconoce pero de vez en cuando tiene momentos lúcidos.
En uno de ellos, le da una lista de nombres y le dice que tiene que
buscar a esas personas.
Hope
acude a París, de donde es originaria su abuela, para intentar
averiguar qué fue de las personas de la lista, todas pertenecientes
a una familia apellidada Picard y desaparecidos durante la Segunda
Guerra Mundial.
Hope
descubrirá muchas cosas, entre ellas que su abuela no es quien ella
creía que era…
Aunque
pueda parecer algo larga, casi cuatrocientas páginas, la lectura es
amena y engancha, bastante dinámica por la profusión de diálogos y
por los continuos cambios temporales y de escenarios. La ambientación
histórica se remonta a 1943 en Auschwitz; el tema de fondo en este
marco aborda la desaparición de los judíos franceses en los últimos
años de la Segunda Guerra Mundial...es el Holocausto Nazi, pero
desde una perspectiva poco común. A ella nos hace llegar uno de los
personajes, Rose, que aquejada de Alzheimer, lega a su nieta la
ingrata tarea de encontrar aquellos familiares de los que nunca ha
vuelto a saber nada y que se encuentran en la mencionada “lista
de nombres olvidados”.
Descripciones
justas, ausencia de morbo, final de gran ternura, buen ritmo y
garantía de que engancha porque la historia es entrañable; ahora
bien, es muy predecible todo lo que va a ocurrir y por si fuera poco
no deja de asombrar “la potra” de la nieta
encontrando tras más de medio siglo todas las claves de un montón
de enigma..., casi como si la estuvieran esperando para recuperar
“todos los nombres olvidados”. Este aspecto le da
un aire algo infantil al argumento, pero no resulta desagradable ni
molesta, es solo que lo hace excesivamente irreal. Respecto a los
personajes deciros que están tratados muy forma muy superficial, que
ninguno es inolvidable ni suficientemente fuerte como para impactar
en nosotros.
Me
la leí y me agradó hacerlo, los protagonistas ancianos me apasionan
tanto en la ficción como en la realidad, su bagaje de conocimiento
da para escribir cientos de novelas y esta es una más y de entre
todas al menos tierna y con un sentido del amor atemporal que la hace
“apañada” para su lectura.
Espero
que tenga una oportunidad por vuestra parte.
“Los
verdaderos recuerdos ni se compran ni se venden, nacen pegados a la
piel de la experiencia y te acompañan hasta el final de tus días”.
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