Muchas
veces no puedo justificar las elecciones de mis lecturas, en este
caso, yo diría que el título y la atracción infantil por las
luciérnagas, me llevó a detenerme en su sinopsis y acabar
decidiéndome por ella... nada del otro mundo, pero se deja leer,
entretenida y ligera, lo justo para no abandonarla y condenarla al
olvido; por ello voy a publicar la reseña que hice y compartirla con
vosotros, esperando le otorguéis una pequeña oportunidad.
Primera
obra de Mónica Rouanet, he conocido algo de ella por la costumbre de
bucear en Internet fuente inagotable de biografías, es probable que
no sea la última vez que me detenga en sus relatos, en
ocasiones se le acaba cogiendo el tranquillo a los autores después de varias lecturas, nunca en la primera... todo se andará, de momento, “El
camino de las luciérnagas” no ha estado mal como
inauguración; narra la historia de Tano, uno de los personajes
principales que mira a su pasado trasladándose treinta años atrás,
momento en el que lo encontramos en plena adolescencia en la España
de los años ochenta con todos los ingredientes sociales, culturales
e históricos que ello implica; son las circunstancias en las que
aparece Hans, el segundo protagonista, quien a través de sus
actitudes cambiará su vida para siempre.
Con
este sencillo argumento puedo garantizar que la novela te engancha
por su estilo llano, simple y coloquial. No se puede criticar la
trama ya que aparece muy bien construida, utilizando los saltos
espacio-tiempo de fácil seguimiento.
Las
referencias temporales toman como punto de partida el año 2011, en
esa mirada al pasado es donde nuestro hoy hombre maduro, cuenta los
avatares vividos cerca de su compañero de estudios, en el Madrid de
la dictadura, de la rigidez del catolicismo, del peso de esa sociedad
llena de convencionalismos en los que destacaba la falta de libertad
y el oscurantismo; todo ello sin duda representativo de la España
pasada y presente, tanto una como otra muy bien descritas
especialmente en el ámbito educativo y juvenil de aquellos años,
donde las relaciones de amistad se forjaban con otros valores que en
determinadas circunstancias hoy brillan por su ausencia.
Con
estos recursos, Mónica crea una novela de ficción, a partir de una
trama escalonada y cronológica escrita en dos tiempos narrativos,
pasado y presente, siguiendo el modelo lineal que facilita el no
perderse en el argumento de la misma, con suficiente contenido para
mantener el interés del lector.
A
la narración no le falta de nada, crímenes por resolver, sospechas
confirmadas, secretos silenciados durante décadas, investigaciones
judiciales, policías, jueces, accidentes misteriosos, personalidades
complejas, mentiras, robos, desapariciones ficticias... muy completa
en definitiva; ahora bien, los personajes flojean en todos los
sentidos y eso empobrece a la novela, le resta fuerza, son demasiado
insípidos y ninguno destaca con el brío suficiente como para
hacerse con el peso del argumento.
No
quiero dejar pasar el guiño que la autora hace de los apellidos
originales, esos que a medida que van apareciendo resultan bien
acogidos, pero el abuso de los mismos a lo largo de la obra acaban
resultando pesados y de mal gusto.
A
pesar de esta última anotación, invito a leerla porque ofrece uno
de los requisitos de cualquier novela que se precie, entretenimiento
y oportunidad de aprender que eso nunca está de más.
“La
diferencia entre la palbra adecuada y la casi correcta, es la misma
que entre el rayo y la luciérnaga”.
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