miércoles, 4 de febrero de 2015

El camino de las luciérnagas, Mónica Rouanet

Muchas veces no puedo justificar las elecciones de mis lecturas, en este caso, yo diría que el título y la atracción infantil por las luciérnagas, me llevó a detenerme en su sinopsis y acabar decidiéndome por ella... nada del otro mundo, pero se deja leer, entretenida y ligera, lo justo para no abandonarla y condenarla al olvido; por ello voy a publicar la reseña que hice y compartirla con vosotros, esperando le otorguéis una pequeña oportunidad.
Primera obra de Mónica Rouanet, he conocido algo de ella por la costumbre de bucear en Internet fuente inagotable de biografías, es probable que no sea la última vez que me detenga en sus relatos, en ocasiones se le acaba cogiendo el tranquillo a los autores después de varias lecturas, nunca en la primera... todo se andará, de momento, “El camino de las luciérnagas” no ha estado mal como inauguración; narra la historia de Tano, uno de los personajes principales que mira a su pasado trasladándose treinta años atrás, momento en el que lo encontramos en plena adolescencia en la España de los años ochenta con todos los ingredientes sociales, culturales e históricos que ello implica; son las circunstancias en las que aparece Hans, el segundo protagonista, quien a través de sus actitudes cambiará su vida para siempre.
Con este sencillo argumento puedo garantizar que la novela te engancha por su estilo llano, simple y coloquial. No se puede criticar la trama ya que aparece muy bien construida, utilizando los saltos espacio-tiempo de fácil seguimiento.
Las referencias temporales toman como punto de partida el año 2011, en esa mirada al pasado es donde nuestro hoy hombre maduro, cuenta los avatares vividos cerca de su compañero de estudios, en el Madrid de la dictadura, de la rigidez del catolicismo, del peso de esa sociedad llena de convencionalismos en los que destacaba la falta de libertad y el oscurantismo; todo ello sin duda representativo de la España pasada y presente, tanto una como otra muy bien descritas especialmente en el ámbito educativo y juvenil de aquellos años, donde las relaciones de amistad se forjaban con otros valores que en determinadas circunstancias hoy brillan por su ausencia.
Con estos recursos, Mónica crea una novela de ficción, a partir de una trama escalonada y cronológica escrita en dos tiempos narrativos, pasado y presente, siguiendo el modelo lineal que facilita el no perderse en el argumento de la misma, con suficiente contenido para mantener el interés del lector.
A la narración no le falta de nada, crímenes por resolver, sospechas confirmadas, secretos silenciados durante décadas, investigaciones judiciales, policías, jueces, accidentes misteriosos, personalidades complejas, mentiras, robos, desapariciones ficticias... muy completa en definitiva; ahora bien, los personajes flojean en todos los sentidos y eso empobrece a la novela, le resta fuerza, son demasiado insípidos y ninguno destaca con el brío suficiente como para hacerse con el peso del argumento.
No quiero dejar pasar el guiño que la autora hace de los apellidos originales, esos que a medida que van apareciendo resultan bien acogidos, pero el abuso de los mismos a lo largo de la obra acaban resultando pesados y de mal gusto.
A pesar de esta última anotación, invito a leerla porque ofrece uno de los requisitos de cualquier novela que se precie, entretenimiento y oportunidad de aprender que eso nunca está de más.

La diferencia entre la palbra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga”.

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